[...] La Navidad es Epifanía: la
manifestación de Dios y de su gran
luz en un niño que ha nacido para
nosotros. Nacido en un establo en
Belén, no en los palacios de los
reyes. Cuando Francisco de Asís
celebró la Navidad en Greccio, en
1223, con un buey y una mula y un
pesebre con paja, se hizo visible
una nueva dimensión del misterio de
la Navidad. Francisco de Asís llamó
a la Navidad «la fiesta de las
fiestas» – más que todas las demás
solemnidades – y la celebró con
«inefable fervor» (2 Celano, 199).
Besaba con gran devoción las
imágenes del Niño Jesús y balbuceaba
palabras de dulzura como hacen los
niños, nos dice Tomás de Celano (ibíd.).
Para la Iglesia antigua, la fiesta
de las fiestas era la Pascua: en la
resurrección, Cristo había abatido
las puertas de la muerte y, de este
modo, había cambiado radicalmente el
mundo: había creado para el hombre
un lugar en Dios mismo. Pues bien,
Francisco no ha cambiado, no ha
querido cambiar esta jerarquía
objetiva de las fiestas, la
estructura interna de la fe con su
centro en el misterio pascual. Sin
embargo, por él y por su manera de
creer, ha sucedido algo nuevo:
Francisco ha descubierto la
humanidad de Jesús con una
profundidad completamente nueva.
Este ser hombre por parte de Dios se
le hizo del todo evidente en el
momento en que el Hijo de Dios,
nacido de la Virgen María, fue
envuelto en pañales y acostado en un
pesebre. La resurrección presupone
la encarnación. El Hijo de Dios como
niño, como un verdadero hijo de
hombre, es lo que conmovió
profundamente el corazón del Santo
de Asís, transformando la fe en
amor. «Ha aparecido la bondad de
Dios y su amor al hombre»: esta
frase de san Pablo adquiría así una
hondura del todo nueva. En el niño
en el establo de Belén, se puede,
por decirlo así, tocar a Dios y
acariciarlo. De este modo, el año
litúrgico ha recibido un segundo
centro en una fiesta que es, ante
todo, una fiesta del corazón.
Todo eso no tiene nada de
sensiblería. Precisamente en la
nueva experiencia de la realidad de
la humanidad de Jesús se revela el
gran misterio de la fe. Francisco
amaba a Jesús, al niño, porque en
este ser niño se le hizo clara la
humildad de Dios. Dios se ha hecho
pobre. Su Hijo ha nacido en la
pobreza del establo. En el niño
Jesús, Dios se ha hecho dependiente,
necesitado del amor de personas
humanas, a las que ahora puede pedir
su amor, nuestro amor. La Navidad se
ha convertido hoy en una fiesta de
los comercios, cuyas luces
destellantes esconden el misterio de
la humildad de Dios, que nos invita
a la humildad y a la sencillez.
Roguemos al Señor que nos ayude a
atravesar con la mirada las fachadas
deslumbrantes de este tiempo hasta
encontrar detrás de ellas al niño en
el establo de Belén, para descubrir
así la verdadera alegría y la
verdadera luz.
Francisco hacía celebrar la santa
Eucaristía sobre el pesebre que
estaba entre el buey y la mula (cf.
1 Celano). Posteriormente, sobre
este pesebre se construyó un altar
para que, allí dónde un tiempo los
animales comían paja, los hombres
pudieran ahora recibir, para la
salvación del alma y del cuerpo, la
carne del Cordero inmaculado,
Jesucristo, como relata Celano (cf.
1 Celano, 87). En la Noche santa de
Greccio, Francisco cantaba
personalmente en cuanto diácono con
voz sonora el Evangelio de Navidad.
Gracias a los espléndidos cantos
navideños de los frailes, la
celebración parecía toda una
explosión de alegría (cf. 1 Celano,
85 y 86). Precisamente el encuentro
con la humildad de Dios se
transformaba en alegría: su bondad
crea la verdadera fiesta.
Quien quiere entrar hoy en la
iglesia de la Natividad de Jesús, en
Belén, descubre que el portal, que
un tiempo tenía cinco metros y medio
de altura, y por el que los
emperadores y los califas entraban
al edificio, ha sido en gran parte
tapiado. Ha quedado solamente una
pequeña abertura de un metro y
medio. La intención fue
probablemente proteger mejor la
iglesia contra eventuales asaltos
pero, sobre todo, evitar que se
entrara a caballo en la casa de
Dios. Quien desea entrar en el lugar
del nacimiento de Jesús, tiene que
inclinarse. Me parece que en eso se
manifiesta una cercanía más
profunda, de la cual queremos
dejarnos conmover en esta Noche
santa: si queremos encontrar al Dios
que ha aparecido como niño, hemos de
apearnos del caballo de nuestra
razón «ilustrada». Debemos deponer
nuestras falsas certezas, nuestra
soberbia intelectual, que nos impide
percibir la proximidad de Dios.
Hemos de seguir el camino interior
de san Francisco: el camino hacia
esa extrema sencillez exterior e
interior que hace al corazón capaz
de ver. Debemos bajarnos, ir
espiritualmente a pie, por decirlo
así, para poder entrar por el portal
de la fe y encontrar a Dios, que es
diferente de nuestros prejuicios y
nuestras opiniones: el Dios que se
oculta en la humildad de un niño
recién nacido. Celebremos así la
liturgia de esta Noche santa y
renunciemos a la obsesión por lo que
es material, mensurable y tangible.
Dejemos que nos haga sencillos ese
Dios que se manifiesta al corazón
que se ha hecho sencillo. Y pidamos
también en esta hora ante todo por
cuantos tienen que vivir la Navidad
en la pobreza, en el dolor, en la
condición de emigrantes, para que
aparezca ante ellos un rayo de la
bondad de Dios; para que les llegue
a ellos y a nosotros esa bondad que
Dios, con el nacimiento de su Hijo
en el establo, ha querido traer al
mundo. Amén.
Un nuevo CD
franciscano
Un nuevo CD franciscano: «Id, yo os
envío...»: Fr. Jacques Jouet es un
cantautor que actualmente vive en la
fraternidad de Besançon, Francia. A
partir de la profesión religiosa, en
1994, descubre a Francisco de Asís
como un hombre de humildad, bondad,
paz y fraternidad con todos,
especialmente con los mas
necesitados.
Convencido de deber restituir el
tesoro que ha recibido, el don de la
fe que lo anima, Fr. Jacques da
testimonio con alegría y sencillez,
cantando ritmos populares: salsa,
rock, country, romántica, etc. Los
temas contenidos en el CD son:
caminar por las calle con confianza;
la paz entre los hombres y sobre
todo entre las religiones; la
solidariedad con los mas pobres; la
belleza de la Creación; la figura de
María nos muestra al Hijo; anunciar
la Buena Nueva del Evangelio a todos
los hombres.
"Ser santos
con María": Consagración a La
Inmaculada en el 2012
La Milicia de la Inmaculada,
fundada por San Maximiliano
Kolbe, ha sacado los materiales
para la Consagración diaria a La
Inmaculada las intenciones
propias para cada mes, según la
propuesta del Centro
Internacional de la MI, con el
lema: "Ser santos con María":
Dios quiere llenar de alegría tu
corazón, el corazón de cada ser
humano. Para ello no hay otro
camino que la santidad. Ser
santos es aceptar con amor la
voluntad de Dios en cada
instante de nuestra vida,
cumplir sus mandatos, vivir
alabándole sólo a Él.
Pero, claro, una y mil veces,
uno se ve caído, buscándose a sí
mismo, mediocre, manipulador...,
y le parece que la santidad es
una misión imposible, que debe
ser para gente de otra pasta...
El misterio está en que sólo
podemos ser santos cuando
conocemos el Amor que es Dios,
cuando empezamos a descubrir un
amor incondicional por su parte.
Nos gustaría ser santos con
nuestra propia bondad, con
nuestros solos méritos. Sin
embargo, los santos de verdad
son los humildes que van
aceptando que sus límites,
torpezas y pecados son la
ocasión para dejarle a Dios
reinar en sus vidas.
Nuestra alma está deseando poder
decir con la Virgen María: “se
alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador”. Esa es la clave.
Todas nuestras alegrías son
efímeras: están indicando que
sólo en Dios tenemos alegría
eterna, la alegría de la
salvación.
¡Agárrate a María, La
Inmaculada, la feliz esclava del
Señor! Ella te lleva siempre a
Cristo, el único Salvador, Aquel
que nos da incluso a su Madre,
maestra de santidad, compañera
fiel, luz en la noche, causa de
nuestra alegría!
Los
franciscanos con la Nueva
Evangelización
Del 7 al 9 de enero se ha celebrado
en Manresa (Barcelona) un congreso
sobre la nueva evangelización. La
presencia franciscana ha sido muy
significativa con dos franciscanos
conventuales y cinco franciscanos
capuchinos entre los participantes.
Y es que el desafío, porque de eso
se trata, de la nueva evangelización
del viejo continente no puede dejar
indiferente a nadie, y mucho menos a
los franciscanos. Es evidente que en
los últimos decenios nuestros países
europeos, en mayor o menor medida,
se han embarcado en un proceso de
“renovación social y cultural” que
intenta excluir a Dios de la
conciencia pública, ya sea negándole
totalmente, ya sea juzgando que su
existencia no es demostrable y, por
tanto, irrelevante. Este proceso se
ha ido concretizando en el intento
de plasmar la vida, el arte, la
política, las leyes, ¡la economía!,
etc., “arrinconando” completamente a
Dios. Sin embargo, lo que en un
primer momento parecía una
liberación, un signo de verdadero
progreso, estamos constatando el
“desierto interior” que provoca en
el hombre, porque de hecho el hombre
alejándose de Dios se ve alejado
siempre más de sí mismo y de los
otros.
Ante esta situación, la Iglesia en
Europa ha querido elegir como uno de
los ejes de su misión la nueva
evangelización, entendida como un
volver a proponer, en un diálogo
profundo y sincero con el hombre
contemporáneo, la belleza del
Evangelio, anunciando a Jesucristo,
en quien, como dijo el Papa durante
su último viaje a Alemania, “hay
futuro, vida y alegría”. (fr. Abel
García)
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