Por fray ANTONIO J. ROYO TOMÁS
JMJ: Una experiencia de
gracia
No todos los lectores de esta
revista habéis podido participar
en vivo y en directo de lo que
estos días tan especiales ha
sucedido en Madrid. Gracias a
Dios, los medios de comunicación
cubrieron dignamente muchos de
los momentos centrales de la JMJ.
Sin embargo dicha cobertura
mediática no llega, ni de lejos,
a proporcionar la vivencia
personal de encontrarse en medio
de una multitud de jóvenes con
ganas de cantar, bailar, orar, y
expresar de forma sencilla y
espontánea su fe en Jesucristo y
su amor a la Iglesia,
representada en ese momento en
la figura del Papa.
Ni el fuerte calor del agosto
madrileño, ni la típica tormenta
de verano, pasajera pero
aparatosa, fueron en ningún
momento de la JMJ un impedimento
para expresar al Papa el gran
cariño que le tenemos todos los
católicos. La serenidad y
paciencia con la que los jóvenes
soportaron la tormenta durante
la Vigilia de Cuatro Vientos, el
sábado 20 por la noche, son, a
mi entender, todo un símbolo de
lo que le sucede a la Iglesia
frente a las hostigaciones del
maligno. Ninguna homilía podría
grabar tan fuertemente en el
corazón de los participantes de
esa Vigilia lo que el Evangelio
de aquel domingo XXI del tiempo
ordinario nos recordaba: “… Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder
del infierno no la derrotará”. (Mt
16, 18)
Baste este pequeño recuerdo de
lo que tan sólo fue una anécdota
de esos días para que todos
vosotros, queridos lectores de
Antena Conventual, reviváis lo
mucho que supuso de gracia la
celebración de la Jornada
Mundial de la Juventud. Como
suele suceder en todo lo humano,
salvo las excepciones que el
poder divino tenga a bien, cada
uno habrá obtenido una gracia
proporcional a su entrega. No es
necesario haber participado
físicamente en la JMJ para
acabar beneficiándose de tanta
gracia. Quien haya hecho de ello
un motivo fuerte de oración en
el tiempo en que se preparaba la
JMJ o durante el desarrollo de
la misma, seguramente habrá
recibido el ciento por uno.
Quien no quiso enterarse, muy
probablemente se ha perdido sus
frutos.
Algunos datos de los
conventuales
Como ya sabéis por anteriores
entregas, los Franciscanos
Conventuales no hemos querido
quedarnos al margen de esta JMJ.
Ni a nivel de España, ni a nivel
mundial. De hecho, entre nuestro
Colegio San Buenaventura, la
parroquia Ntra. Sra. del
Rosario, el colegio Ntra. Sra.
del Sagrado Corazón de las
Franciscanas del Espíritu Santo
(o de Montpelier) y las
veintisiete familias del barrio
que brindaron generosamente su
casa, su tiempo y sus desvelos
para acoger a peregrinos, hemos
acogido a unos mil seiscientos
cincuenta peregrinos; todos
ellos pertenecientes a ámbitos
pastorales más o menos
vinculados con nuestra Orden y
provenientes de treinta y cuatro
países. De entre todos estos
peregrinos unos ciento treinta y
cuatro éramos frailes, dieciocho
eran profesos temporales
estudiantes de teología,
veintitrés postulantes y
veintidós, religiosas.
Por unos días el campo de fútbol
del Colegio se convirtió en
aparcamiento para unos dieciséis
autobuses; hubo que instalar
seis duchas en la parroquia y
treinta y seis en el colegio que
completaran la dotación fija,
que es de treinta y siete;
también hubo que usar cada
rincón del colegio para que
todos estos peregrinos tuvieran
un trocito de suelo en el que
poder dormir, desde las aulas
normales hasta las salas de
catequesis y el salón de actos.
En el patio instalamos un
escenario cuadrado de metro
veinte de alto y diez metros de
lado, imprescindible para la
celebración de la Eucaristía del
sábado por la mañana y para la
actuación del grupo francés del
que más adelante os hablaré.
En definitiva la Provincia de
España de los Franciscanos
Conventuales ha realizado un
esfuerzo considerable para
acoger este gran acontecimiento
y estamos muy satisfechos de
ello. Más discreta ha sido, sin
embargo, la participación de
nuestros jóvenes españoles; nada
que ver con el número de
italianos y franceses, que
fueron, con mucho, los más
numerosos. Nuestros peregrinos
participantes en la JMJ han sido
dieciocho navarros, otros
dieciocho palentinos, cuatro
barceloneses y dos
vallisoletanos. La falta de
jóvenes españoles de la mayor
parte de nuestras presencias
merece un buen análisis que
detecte en qué estamos fallando.
Ojalá que éste pueda ser un
fruto de la JMJ para los
Conventuales de España.
Además de los peregrinos
normales, hemos de reseñar la
importantísima labor de los
voluntarios que tanto han
colaborado para el éxito de
estas Jornadas. Además de los
catorce voluntarios italianos,
los dos austríacos y los siete
colombianos, también formaron
parte de este grupo doce alumnos
del Colegio San Buenaventura,
una profesora, tres ex alumnos,
cinco barceloneses, cuatro
vallisoletanos, dos de Tarancón,
un palentino, un valenciano, y
veintiún feligreses del barrio.
Esta ha sido nuestra modesta
participación en ese inmenso
grupo de casi treinta mil
voluntarios que han hecho
posible la JMJ de Madrid.
Los encuentros con el Papa
No cabe ninguna duda de que los
participantes en la JMJ vivíamos
las emociones más fuertes
cuando, de la mano del sucesor
de Pedro, escuchábamos palabras
de vida y aliento como si de
labios del mismo Cristo
salieran. No corresponde a este
espacio y momento recorrer todo
lo dicho por nuestro querido
Benedicto XVI. Sin embargo no me
resisto a llamar vuestra
atención sobre alguna de sus
palabras.
En la homilía de la Vigilia en
Cuatro Vientos, decía el Papa:
“Sí, queridos amigos, Dios nos
ama. Ésta es la gran verdad de
nuestra vida y que da sentido a
todo lo demás. No somos fruto de
la casualidad o la
irracionalidad, sino que en el
origen de nuestra existencia hay
un proyecto de amor de Dios.
Permanecer en su amor significa
entonces vivir arraigados en la
fe, porque la fe no es la simple
aceptación de unas verdades
abstractas, sino una relación
íntima con Cristo que nos lleva
a abrir nuestro corazón a este
misterio de amor y a vivir como
personas que se saben amadas por
Dios”.
Y en la homilía de la Eucaristía
final, decía: “Os pido, queridos
amigos, que améis a la Iglesia,
que os ha engendrado en la fe,
que os ha ayudado a conocer
mejor a Cristo, que os ha hecho
descubrir la belleza de su amor.
Para el crecimiento de vuestra
amistad con Cristo es
fundamental reconocer la
importancia de vuestra gozosa
inserción en las parroquias,
comunidades y movimientos, así
como la participación en la
Eucaristía de cada domingo, la
recepción frecuente del
sacramento del perdón, y el
cultivo de la oración y
meditación de la Palabra de
Dios”.
Y, finalmente, en su encuentro
con los voluntarios, decía algo
que vale para la vida de
cualquier cristiano, porque
seguir a Cristo es asumir que
vivimos para servir: “En cierto
sentido, habéis hecho realidad
las palabras del Señor: «Si uno
quiere ser el primero, sea el
último de todos y el servidor de
todos» (Mc 9,35). Tengo la
certeza de que esta experiencia
como voluntarios os ha
enriquecido a todos en vuestra
vida cristiana, que es
fundamentalmente un servicio de
amor. El Señor trasformará
vuestro cansancio acumulado, las
preocupaciones y el agobio de
muchos momentos en frutos de
virtudes cristianas: paciencia,
mansedumbre, alegría en el darse
a los demás, disponibilidad para
cumplir la voluntad de Dios.
Amar es servir y el servicio
acrecienta el amor. Pienso que
es éste uno de los frutos más
bellos de vuestra contribución a
la Jornada Mundial de la
Juventud. Pero esta cosecha no
la recogéis solo vosotros, sino
la Iglesia entera que, como
misterio de comunión, se
enriquece con la aportación de
cada uno de sus miembros”.
La experiencia de las
catequesis y de los actos
culturales.
Otros de los momentos que nos
hicieron vibrar con especial
intensidad fueron las catequesis
con los obispos y los actos
culturales a los que pudimos
asistir. Tuvimos ocasión de
descubrir unos pastores que
están cercanos y que tienen
auténtico interés en responder a
las preguntas de los jóvenes de
hoy. No son muchas las ocasiones
en las que los jóvenes pueden
plantear sus preguntas
directamente a los obispos. La
JMJ lo posibilita. Allí
escuchamos sus enseñanzas y
pudimos beneficiarnos de su
sabiduría. Quien no se dejó
llevar por el sueño o el
cansancio pudo realmente
aprender y reafirmar su fe.
Generalmente después de las
Eucaristías presididas por los
obispos también había ocasión de
escuchar testimonios a veces
increíbles de conversiones y de
procesos vocacionales. ¡Cuántas
vueltas, caídas y palos han
tenido que experimentar algunos
para llegar a reconocer que sólo
en Cristo hay salvación y Vida
verdadera!
Y de entre todos los actos
culturales que hubo en aquellos
días, permitidme que recuerde
con especial emoción el llevado
a cabo por unos ciento cincuenta
peregrinos franceses. Se
representó dos veces, una en el
patio del colegio para nuestros
propios jóvenes y feligreses del
Batán, y otra vez en la Iglesia
Santa Clara para todo aquel
peregrino de la JMJ que quisiera
acudir. En las dos ocasiones
brilló la presencia fuertemente
evocadora de la vida del pobre
de Asís que, por la vía de la
desapropiación y la vivencia
literal del Evangelio, llegó a
vivir en armonía con la
creación, en comunión con todo
hombre y en íntima unión con
Cristo. La belleza de la música
en vivo, los juegos de luces, la
experiencia de los actores y los
detalles de vestuario eran
suficientes para hacer de ello
un espectáculo impresionante;
sin embargo, lo mejor de esos
momentos se percibía en la
profunda vivencia espiritual de
cada “actor”. No estaban
actuando, estaban recreando la
experiencia de Francisco y sus
primeros hermanos. Toda su labor
estaba dirigida a suscitar en
nosotros una oración de alabanza
a Dios por la vida y obra de San
Francisco de Asís. Y ciertamente
lo consiguieron.
¿Y ya todo se acabó?
Pues no. Estoy convencido de que
ahora comienza lo bueno: los
frutos de la JMJ. Como anticipo
sólo os traslado un pequeño
comentario que me hacía una
voluntaria. Me decía: “¡Cuánta
sed de Dios hay en la gente y no
se habían dado cuenta hasta
ahora! Hay personas que me han
dicho que tenemos que formarnos,
que hemos de profundizar en todo
lo que el Papa nos ha dicho”.
En palabras del director
ejecutivo de la Jornada Mundial
de la Juventud "estos días serán
el punto de partida de la
renovación espiritual de los
jóvenes de Madrid, de España y
de todo el mundo: ahora es
tiempo de leer y releer los
bellos mensajes que nos ha
dejado el Papa, de desarrollar
las preguntas vocacionales que
muchos se han hecho durante
estos días, de incorporar a la
práctica habitual de vida
cristiana la práctica de la
confesión, a la que muchos se
han acercado estos días”.
Es verdad, algo ha pasado en
Madrid, y va a haber un antes y
un después de la JMJ.
Gracias a Dios, edificados y
arraigados en Cristo, hoy todos
estamos más firmes en la fe.
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