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Franciscanas - Junio 2002
Canonización San Pío de Pietrelcina
(16 junio 2002) - El martes 26 de
febrero el Papa Juan Pablo II, en
Consistorio Público ordinario, fijó
la fecha de la Canonización del
estigmatizado P. Pío de Pietrelcina
para el 16 de junio de 1202.
La santidad del humilde fraile
capuchino había sido ya reconocida
públicamente por el Pontífice el 29
de septiembre de 1990, cuando se
dirigió con estas palabras a los
grupos de oración "Padre Pío", que
celebraban su 40° aniversario: "Ante
vosotros brilla un modelo singular
de sacerdote, Padre Pío de
Pietrelcina, que ha ayudado a tantas
almas a encontrar el camino de la
Verdad y del Amor... Seguid el
ejemplo del Padre Pío; imitad su
constante búsqueda de intimidad con
el Señor, porque este es el único
secreto de la vida espiritual.
Recorred, como él, el camino de la
auténtica conversión, de la
penitencia voluntaria y del abandono
confiado en la providencia".
La beatificación del P. Pío en la
plaza de San Pedro el 2 de mayo de
1999 fue un acontecimiento
multitudinario. La canonización no
lo ha sido menos.
¿Quién era el Padre Pío?
Se llamaba Francisco Forgione y
nació en Pietrelcina (Benevento), el
25-5-1887.
Hizo el noviciado en Morcone
(1903-4). Desde el principio estuvo
siempre enfermizo, con extraños
síntomas.
El 10-8-1910 se ordenó sacerdote en
la catedral de Benevento.
El 8-9-1911 reveló a su confesor la
aparición de los primeros síntomas
de los estigmas.
Entre 1909 y 1916 estuvo en
Pietrelcina, por motivos de salud.
El 4-9-1916 regresó definitivamente
a S. Giovanni Rotondo.
El 5-8-1918, un personaje celestial
le traspasó el costado con una lanza
y el 20 de septiembre se le formaron
los estigmas. Los médicos no se
explicaban el prodigio y la gente
empezó a acudir en masa.
Entre el 1922 y 1931 las autoridades
eclesiásticas le impusieron severas
restricciones litúrgicas y
pastorales. La misma situación se
repetirá después de 1960. Su
principal apostolado fue el
sacramento de la Penitencia.
En enero de 1925 se inauguró junto
al convento un pequeño hospital, la
"Casa Sollievo della sofferenza"
(Casa Alivio del sufrimiento), que
hoy dispone de 1200 camas. En 1949
empezaron a formarse los "grupos de
oración".
Murió a las 2,30 de la madrugada del
23-9-1968, rodeado por los frailes
de su comunidad y recitando el
Rosario. A los funerales
particiiparon cien mil personas.
Tres días antes se había cumplido el
50 aniversario de los estigmas.
El 4-11-1969 inician los
preparativos para la Causa de
beatificación y canonización, que se
abrió oficialmente el 20-3-1983.
El 23-5-1987 el papa Juan Pablo II
sube a San Giovanni Rotondo, a rezar
ante la tumba del P. Pío.
El 21-1-1990 se concluyó el proceso
diocesano para la beatificación, que
fue admitido por la Congregación
para la Causa de los Santos el 7 de
diciembre del mismo año.
El 13-6-1997, los 9 consultores
teólogos de la Congregación expresan
su parecer favorable a la heroicidad
de las virtudes del P. Pío. El 21 de
octubre hace lo propio la Comisión
cardenalicia. Y el 18 de diciembre,
en presencia de Juan Pablo II, se
lee el decreto sobre la heroicidad y
el P. Pío recibe el título de
Venerable.
El 30-4 y el 22-10-1998, la Consulta
médica y la Comisión teológica
admite como inexpicable una curación
operada por intercesión del
Venerable, en la persona de la
señora Consiglia de Martino. El 22
de diciembre siguiente, el
Consistorio, en presencia del Papa,
se lee el decreto del milagro y se
fija la fecha de la Beatificación.
Juan Pablo II, que lo beatificó en
San Pedro de Roma el 2-5-1999, lo ha
canonizado en la misma plaza, el
16-6-2002.
El 26-2-1202, en Consistorio se lee
el decreto de un nuevo milagro, y se
fija la fecha del 16 de junio
siguiente para la Canonización, que
pasará a la historia como una de las
mayores concentraciones de fieles en
la Plaza de San Pedro de Roma.
"Apenas me pongo a rezar
enseguido me siento el corazón
invadido de una llama de amor vivo,
esa llama que no tiene nada que ver
con cualquier llama de este bajo
mundo. Es una llama delicada y
bastante dulce, que abrasa y da pena
alguna. Es tan dulce y deliciosa que
el espíritu experimenta su
complacencia, y se queda saciado de
tal modo que no pierde el deseo; y,
¡oh Dios! algo sumamente maravilloso
para mí y que quizás no llegaré
nunca a comprender, sino en la
patria del cielo.
Este deseo, lejos de quitar la
saciedad del alma, la va refinando
cada vez más. El gozo que siente el
alma allá en su centro, en vez de
quedar disminuido por el deseo, se
queda cada vez más perfeccionado; lo
mismo se diga del deseo de gozar
siempre de esta vivísima llama, pues
tal deseo no es apagado por el gozo,
sino que queda muy refinado por el
gozo mismo".
(San Pío de Pietrelcina)
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