La devoción de san Francisco por la Navidad era mayor que
por las demás fiestas pues decía que, si bien la
salvación la realizó el Señor en otras solemnidades
–Semana Santa/Pascua–, ésta ya empezó con su nacimiento.
San Francisco supo vivir con inmenso gozo y admiración
el nacimiento del Hijo de Dios. Nosotros estamos
llamados a vivirlo del mismo modo. Para ello estamos
preparándonos durante este tiempo de Adviento y hemos
celebrado ya la fiesta de María Inmaculada.
Ahora se trata de que cada uno encuentre el modo y
manera de celebrarlo con la máxima intensidad posible.
Estamos en un mundo que quiere celebrar la navidad sin
Navidad: en ciudades como Madrid, los adornos navideños
aluden a figuras de la naturaleza, pero nada recuerda el
Nacimiento de Jesús en Belén. Por eso, los que hemos
conocido hasta dónde ha llegado el Amor de Dios, hemos
de manifestarlo, primero con una vida santa, y luego con
signos y símbolos que expresen lo que realmente
celebramos.
Por eso deberíamos:
-
Encontrar algún tiempo
de retiro y meditación sobre el Misterio que
celebramos (breve
y jugosa reflexión del obispo de Palencia,
con mención a San Francisco).
-
Preparar con esmero la
cena familiar de la Navidad, especialmente la
bendición de la mesa.
-
Realizar un acto
concreto de amor para con hermanos más pobres que
nosotros.
-
Utilizar adornos
expresamente cristianos (por
ejemplo)
-
Y, por supuesto,
secundar aquello que el Espíritu Santo susurre en
nuestro corazón.
¡FELIZ NAVIDAD!
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