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(Juan
Antonio
Adánez)
“Quiero
comunicarte
una
buena
noticia:
te
escribo
desde
Madrid,
a donde
he
venido
para
ultimar
la
próxima
publicación
del
libro
que he
escrito
sobre la
vida de
san
Francisco.
Me ha
costado
muchos
años
escribirlo
(más de
veinte),
pero
creo que
ha
valido
la pena
el
esfuerzo,
y espero
que
sirva
para que
muchos
conozcan
al
verdadero
Francisco
de Asís,
libre de
mitos,
leyendas,
ficciones
de
novela y
falsas
interpretaciones…”.
Así se
expresaba
Tomás
Gálvez
(Franciscano
Conventual
nacido
en
Puente
Genil,
Córdoba,
en 1949)
un mes
antes de
que la
“hermana
muerte”
llamara
a sus
puertas,
en medio
del azul
Mediterráneo,
en Malta
(Birkirkara,
13 de
agosto
de
2008).
Su más
grande
ilusión
es que
esta
obra
viera la
luz. Y
la Luz
la han
visto
los dos:
el
libro,
con su
publicación,
y él, la
brillante
luz de
la
eternidad.
Hacer la
recensión
de esta
obra
póstuma
("Francisco
de Asís,
paso a
paso.
Itinerario
cronológico,
geográfico
y
espiritual")
supone
para mí
un
auténtico
placer,
pues he
vivido
durante
los
últimos
años, en
primera
persona,
cómo el
autor
iba
rellenando
folios y
más
folios,
buscando
los
momentos
y hechos
de san
Francisco
que, a
veces,
son
difícilmente
computables,
pero que
él iba
“vertiendo”
en el
libro
con gran
entusiasmo
y con un
amor
inmenso
hacia el
santo de
Asís y
todo lo
franciscano.
Francamente,
creo que
nos
encontramos
ante un
gran
relato,
una obra
inmensa,
que se
lee con
fluidez.
Es como
si nos
viéramos
inmersos
en las
clásicas
leyendas
de Tomás
de
Celano,
san
Buenaventura,
"Los
Tres
Compañeros,
El
Anónimo
de
Perusa,
la
Compilatio
Assisiensis,
las
Florecillas,
el
Sacrum
Commercium…",
porque
de todos
ellos,
como
jirones
clásicos,
está
salpicado
el
volumen.
Su buen
estilo
de
redacción
hace que
una
página
te
invite a
degustar
la
siguiente,
pues un
episodio
se
engancha
a otro,
como
noria
que no
cesa de
volcar
deseos y
aspiraciones
nuevas
en el
lector.
El autor
combina
con
destreza
los
trazos
históricos
con las
leyendas
tradicionales,
con lo
que
logra –a
veces
con una
hermenéutica
un poco
heterodoxa–
un gran
cuadro
cronológico
de la
vida del
protagonista
de esta
historia.
Ciertamente,
se puede
estar de
acuerdo
o no con
el modo
de
describir
a
Francisco
de Asís,
pero no
cabe
discusión
alguna
sobre la
intención
última
del
autor:
regalarnos
un nuevo
estudio,
una
nueva
panorámica,
de la
vida del
Poverello,
en el
marco
del
octavo
centenario
del
nacimiento
del
carisma
franciscano
(1209-2009)
y de la
aprobación
de la
Regla de
la Orden
de los
Hermanos
Menores
por el
papa
Inocencio
III.
Un
triple
esfuerzo
El hilo
conductor
de la
obra es
presentarnos
la “vida
entera
de
Francisco
de
Asís”,
siguiendo
un
trazado
cronológico.
Sabemos
de la
dificultad
de fijar
fechas
concretas
a muchos
de los
sucesos,
leyendas
y
tradiciones
que
hemos
recibido
de la
vida del
Santo.
Tomás
Gálvez,
sin
embargo,
haciendo
múltiples
combinaciones
y un
grandísimo
esfuerzo
histórico,
teológico
y
espiritual,
ha
intentado
completar
este
inmenso
“puzzle”,
y nos ha
dejado
todo un
surco
cronológico
de la
vida,
obras,
milagros,
andanzas,
penas y
alegrías
de
Francisco
de Asís.
Las más
de 700
páginas
del
libro
nos
presentan
a un
Francisco
varón
católico,
que
ahonda
sus
raíces
en la
fidelidad
a la
Iglesia;
solícito
con
pobres y
enfermos;
hombre
de paz;
creador
de
fraternidad;
de una
espiritualidad
afectiva,
cercana
y
profunda,
que nace
del
Evangelio
vivido;
peregrino
y
misionero;
buscador
de
manantiales
de agua
viva;
con él,
peregrinamos
a los
santuarios
más
importantes
de la
catolicidad:
la tumba
de los
apóstoles
Pedro y
Pablo en
Roma, a
Santiago
de
Compostela,
al Santo
Sepulcro
en
Jerusalén…
Pero lo
más
importante
es que
la obra
nos
acerca,
y mucho,
al
hombre y
al santo
que, al
final,
son lo
mismo.
Su
lectura
nos va
enamorando
poco a
poco,
nos va
adentrando
en la
vida de
quien un
día se
encontró,
cara a
cara,
con
Jesús de
Nazaret
en dos
rostros:
el del
crucifijo
de San
Damián y
el del
leproso.
Nos
acerca y
nos
mete,
paso a
paso, en
la
aventura
humana y
espiritual
de
Francisco,
para
hacernos
entender,
con él,
que la
vida
sólo
merece
la pena
ser
vivida a
fondo,
sin
trampas,
sin
maquillajes
sospechosos
de
santidad,
sin
fantasías
ilusorias,
sin
camuflajes
que no
conducen
a nada…
A través
de sus
páginas,
descubrimos
que
Francisco
se va
convirtiendo
en un
gigante
de la
fe, en
un
maestro.
Los
últimos
capítulos
los
dedica
el autor
a un
Francisco
con las
cicatrices
de la
cruz y
el
cuerpo
flagelado
por las
enfermedades,
un
Francisco
que se
va
convirtiendo,
poco a
poco, en
llama
espiritual
para la
fraternidad,
para la
Iglesia
y para
el mundo
entero…,
un
Francisco
que, en
su
querida
Porciúncula,
se
encuentra
con la
“hermana
muerte
corporal”.
Pasados
los
primeros
momentos,
los
hermanos
procuran
guardar
las
ascuas
del
carisma
y
conservar,
con
mucho
amor,
sus
restos
mortales.
Con la
colocación
de la
primera
piedra
de la
Basílica
del
Santo en
la
‘Colina
del
Paraíso’,
la llama
espiritual
vuelve a
resurgir,
de tal
manera
que se
convierte,
hasta el
día de
hoy, en
faro
permanente
para
cuantos
se
acercan
a Asís a
beber de
su
"espíritu
reconciliador
y
pacífico,
fraterno
y menor,
desapropiado
y
humilde".
Se
agradece
el
magnífico
y
realista
Prólogo,
fuente
de
inspiración
también
de estas
líneas,
que
Valentín
Redondo
–historiador
y
franciscanista,
quien
fue su
Provincial
durante
muchos
años– ha
escrito.
Un
pórtico
que nos
enmarca
muy bien
la obra
y nos
sitúa
ante los
centenares
de
páginas
que
tenemos
por
delante.
Gracias,
hermano
Tomás,
por este
gran
regalo
que nos
has
dejado
como
herencia
espiritual
a los
franciscanos
del
mundo y
a todo
aquel
que
quiera
acercarse
a
profundizar
en la
vida de
quien ha
sido
considerado
el
personaje
del
segundo
milenio.
Gracias
por la
fatiga y
el sudor
de
tantos
años de
investigación
y
estudio
callado
y
silencioso.
Y
gracias
porque
su
lectura
seguro
que nos
animará
a
conocer
y a amar
más a
Francisco,
y a
vivir,
aun de
lejos,
el
camino
que él
nos
abrió.
Ojala
que nos
sirva
para ser
todos un
poco más
“franciscanos”,
esto es,
para
abrir
espacios
en la
pequeña
ermita
de San
Damián
que
todos
albergamos
en
nuestro
corazón.
A vivir
abriendo
caminos
de Paz y
Bien.
En el nº
2.658 de
Vida
Nueva. |
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