Francisco de Asís, un hombre
cuyo ejemplo atraía y seguirá
atrayendo
05.06.09 | 08:56. Archivado
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(Guillermo
Urbizu, en
Los blogs
de cope.es). Cada
santo es un privilegio para el
mundo, un don que intercede, un
carisma y una pedagogía de Dios.
Por eso no me extrañó que un
escritor tan magnífico como
Louis de Wohl
les dedicara casi todos sus
libros, o que el poeta
Rainer Mª Rilke
escribiera en la primera de sus
Elegías de Duino
(Cátedra): «Voces, voces.
Escucha, corazón mío, como
antaño sólo / escuchaban los
santos...», o que tantos otros
escritores –sobre todo poetas–
se hayan visto influidos por sus
vidas y sus escritos. ¿Y qué
«escuchar» es ése que mencionaba
Rilke? Porque
ahí reside, después de todo, la
cifra y significado de nuestra
existencia: en saber escuchar la
voz de Dios. Y la actitud de
escucha exige un mínimo
recogimiento, una búsqueda del
silencio y diálogo interior.
Apartarnos del estruendo y del
ruido con alguna frecuencia,
igual que cuando tomamos el
libro de la mesilla o de la
estantería y nos ponemos a leer
como si nada, o cogemos la
bicicleta y empezamos a pedalear
hacia las afueras de algún
sitio. La vida de los santos es
su oración. Ir aprendiendo a
perfeccionar la escucha hasta no
desear otra cosa que una brizna
de esa Voz. Esta actitud lo
abarca todo, sin resquicios.
Acción y contemplación. ¿Qué más
se puede querer? El amor siempre
busca su plenitud, a pesar de
las complicaciones o de la
desidia que embarga tantas y
tantas veces al hombre. Al de
hace unos cuantos siglos y al de
ahora mismo, sin grandes
diferencias. Es por eso que me
gusta leer sus vidas, y
adentrarme en la biografía de
sus almas.
Como he hecho con la que de san
Francisco de Asís ha escrito el
recientemente fallecido fray
Tomás Gálvez Campos.
Francisco
de Asís, paso a paso
es un libro que aúna, con
sencillez y brillantez, el rigor
y la devoción (cuando se cumplen
los 800 años de la Orden); el
devenir histórico y la
perspectiva del amor a Dios de
uno de los más grandes santos
que ha dado la Iglesia. Para
ello se sirve por un lado de una
profunda investigación de las
fuentes, que va ensamblando
hasta dar en el mosaico final
que podemos leer, y por otro de
una profunda identificación con
el espíritu del Poverello.
Paso a paso. Año a año, y casi
mes a mes. Es una biografía viva
que nos muestra a un hombre en
su infancia y alegre juventud,
en su conversión y peregrinaje,
en la fundación de los Hermanos
Menores y en el proceso de
identificación con Cristo. No
era fácil la labor. Son tantas
las leyendas, los tratados, las
tradiciones y las biografías
existentes sobre Francisco que
parece que no tienen fin, y en
las que es arduo separar muchas
veces la realidad de la ficción,
para dar con lo más verosímil.
Paso a paso Tomás Gálvez
va siguiendo el rastro de su
testimonio y su presencia a
través de la geografía que pisó.
No agobia al lector con notas y
documentos y monsergas. La
narración nunca pierde su
tensión ni la credibilidad ni el
interés. Pero lo que queda claro
es que san Francisco de Asís no
es el personaje cursi y colorín
de Zefirelli en
su película Hermano sol,
hermana luna. Es mucho más
que las florecillas y el amor a
los animales. Es un hombre
humilde, pero recio y de gran
personalidad; es un hombre
sencillo, pero de una
inteligencia fulgurante. Es un
hombre místico, pero de un
sentido común aplastante, y con
un don de gentes fuera de lo
común. Su ejemplo atraía y
seguirá atrayendo. Dice el
autor: «A Francisco le acompañó
desde el principio una fuerte
manifestación de la gracia de
Dios, que continuará a lo largo
de su vida, e incluso después de
muerto». Y él respondió que sí,
entre los más pobres. ¿Cómo
comprender de otra manera este
libro, su vida?
Guillermo Urbizu
Los blogs
de cope.es).