Beata Carmen del Niño Jesús, TOR

"Madre Carmen" (1834-1899)

   
   


Fiesta: 8 de mayo.

Beatificación: Card. Saraiva Martins, delegado por Benedicto XVI. Antequera, 6 de mayo de 2007.

Nacimiento: Antequera (Málaga, España), 30 de junio de 1834.

Muerte: Antequera (Málaga, España), 9 de noviembre de 1899

Congregación: Fundadora de las Hermanas Terciarias Franciscanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María

 

Beata Carmen del Niño Jesús (1834-1899)


UNA NIÑA

El día 30 de Junio de 1834 nació en Antequera una niña que hacía el número cinco entre los hijos de don Salvador González y doña Juana Ramos.
Al día siguiente, fue bautizada en la iglesia de Santa María. Desde este momento la niña tiene un nombre: María del Carmen. La Iglesia cuenta con una nueva hija. Los padres de la pequeña han cumplido, para con ella, su primer deber de cristianos; le han hecho el mejor regalo de su vida que completarán después con una educación conforme a sus convicciones cristianas.

Pronto empezaron a ver que la semilla iba cayendo en «tierra buena».

La niña era fuera de serie; simpatía, inteligencia, vivacidad, bondad de corazón, sensibilidad ante las necesidades ajenas, piedad, amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, hacen de Carmen una adolescente encantadora con quien se sienten felices cuantos se relacionan con ella.

Así llega a la juventud con una personalidad tan definida que llama la atención a todos los que la conocen y así entrará Carmen por los caminos nada fáciles que la Providencia le irá marcando.


HECHA PARA COSAS GRANDES

Carmen tuvo que afrontar serias dificultades a la hora de las grandes opciones de la vida: oposición de sus padres ante un posible matrimonio que no ofrece las garantías que don Salvador desea para su hija.

Más tarde, ante el propósito de ingresar en las Carmelitas Descalzas: disgusto, contrariedad, nueva oposición en los suyos; en Carmen muchas cosas que se derrumban, sin hundirla, porque se mantiene en pie su fe y su confianza en Dios.
También en don Salvador persiste la convicción de que Carmen tiene algo especial, que no es como todas, y le hace decir: «Mi hija es una santa».

Al fin, a impulsos del amor que fuertemente late en su corazón, pero no a ciegas sino convencida de que Dios lo quiere, salta todos los obstáculos para casarse con Joaquín Muñoz del Caño, el joven cuya conducta tanto preocupaba, y con razón, a don Salvador.


LA FUERZA DEL AMOR

Cuando todo ha pasado, se comprenden los caminos de la Providencia. Aquel matrimonio fue la piedra de toque para descubrir el temple espiritual, la fortaleza y la capacidad de amor de doña Carmen que, después de veinte años de paciente espera, vio compensados sus sacrificios con la conversión de su esposo.

Ya puede decir lo que más tarde se le oirá repetir: «Todos mis sufrimientos los doy por bien empleados con tal de que se salve un alma».

Cuatro años de «vida nueva» confirmaron la autenticidad de la conversión y prepararon a don Joaquín para su salida de este mundo.

Con su muerte terminó la misión de esposa de doña Carmen pero, hecha para cosas grandes, le queda mucho que hacer.

Mientras esto llega, tiene que iluminar otra faceta de la vida. Ejemplar en su infancia y juventud, ejemplarísima hasta el heroísmo como casada, resulta enormemente interesante como viuda.


HERMANA DE TODOS

Sedienta de «absoluto», se da más plenamente a Dios por una profunda vida interior. Influida por el espíritu franciscano, descubre cada vez más el sentido de la fraternidad universal y cala más hondo el precepto evangélico: «Amaos...».

Al fondo de su alma llega el clamor de «mucha gente». Llantos de niños, gritos de jóvenes, quejidos de enfermos, voces enronquecidas de ancianos... Una y otra vez se pregunta: ¿Puedo hacer algo con ellos?

Con realismo empieza por donde puede. Hace un ensayo de colegio en su casa y prosigue sus visitas a los pobres y enfermos.

Incansable, tiene valor para decir otra vez al Señor como en sus años jóvenes: ¿Qué quieres que haga?

Consulta, reflexiona, reza... se decide y allá va...


EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

El 8 de Mayo de 1884 funda la Congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones.

Atrás ha quedado como una estela luminosa la ruta de su vida seglar.

Como si nada hubiera sucedido, como si todo le hubiera sido fácil en la vida, con un dinamismo impropio de sus circunstancias y con un gran peso de madurez y de virtud probada, se enfrenta, como Fundadora, con la puesta en marcha de una Obra de la Iglesia y se nos revela como un modelo de religiosa la que desde ahora llamamos Madre Carmen.

La Congregación que acaba de nacer en Antequera, dentro de la Familia Franciscana, tiene unas notas peculiares y una espiritualidad propia basada en el Misterio del Amor del Corazón de Cristo y en la Fidelidad del Corazón de María.

De estas fuentes sacará, Madre Carmen, inspiración para acercarse a quienes la necesiten y para impulsar y orientar la fuerza apostólica de la Congregación hacia la Educación de la infancia y juventud, y en el Cuidado y Asistencia de los enfermos y ancianos, con un estilo típicamente suyo que recuerda al de Francisco de Asís: «sin apagar el espíritu».


«SÉ DE QUIÉN ME HE FIADO»

Mientras la Congregación se va extendiendo por la geografía española, como obra de Dios, tenía que ser probada y lo fue en la persona de su Fundadora. Dificultades, humillaciones, incomprensiones tanto más dolorosas cuanto de procedencia más cercana, recayeron sobre Madre Carmen sin arrendarla, dando pruebas de una fe tan grande que quien la conocía a fondo pudo decir: «Esta mujer tiene más fe que Abraham».

Cada golpe de la tribulación la va adentrando más en el Misterio de Cristo, muerto y resucitado para la salvación del mundo. Lo ha comprendido todo y por eso dirá a las hermanas: «La vida del Calvario es la más segura y provechosa para el alma».
En esa actitud serena de abandono en las manos de Dios, se ocupa de los asuntos de la Congregación, se interesa por cada Hermana, por lo que se hace y lo que se podrá hacer. Pero su salud está muy quebrantada.

Si toda su vida ha estado orientada a Dios, en la recta final acelera el paso, vive como lanzada, habla mucho del cielo.

Así, desprendida de todo, el 9 de Noviembre de 1899, roto el último hilo que físicamente la ligaba a la tierra, voló a la Casa del Padre, dejando en la Iglesia una Congregación en marcha con once casas fundadas por ella, después de haber superado con una altura espiritual extraordinaria todas las situaciones que la vida puede ofrecer a una mujer; su falta de hijos no le impidió tener un corazón de Madre siempre a punto para quienes la necesitaban.


DESPUÉS DE UN SIGLO

Madre Carmen tiene un mensaje para todos, sin distinción de edad ni de sexo, por la reciedumbre de sus virtudes sobre todo de su fe, su fidelidad y su confianza en Dios.
Después de un siglo, el nombre de Madre Carmen se repite con admiración y cariño también fuera de España y le rinden homenaje de gratitud en República Dominicana, Puerto Rico, Nicaragua, Uruguay y Venezuela, lugares en donde sus Hijas prosiguen la Obra que comenzó en Antequera con perspectivas de universalidad.

«Cuando miro al Cielo -decía Madre Carmen- me entran unos deseos muy grandes de ir por esos mundos a enseñar a las almas a conocer y Amar a Dios...»

Y los deseos se han hecho realidad...

Y la realidad abre a la Congregación nuevos horizontes y despierta en muchos corazones la atracción de Madre Carmen y su Obra para ir mucho más allá...

 
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