Fiesta: 25 de agosto.
Beatificación:
Juan Pablo II, el 14 de abril de 2002
Nacimiento:
Santa Leocadia/Carlos Paz (Córdoba, Argentina) el 15 de
agosto de 1821
Muerte: San Vicente (Córdoba,
Argentina) el 25 de agosto de 1885
Orden:
Tercera Orden Regular (Terciarias Franciscanas
Misioneras de la Argentina)
Beata María del Tránsido Cabanillas del Santísimo Sacramento
(1821-1885)
Fuente: www.vatican.net
María del Tránsito Eugenia de los Dolores Cabanillas
nació el día 15 de agosto de 1821 en la estancia de
Santa Leocadia, actual Carlos Paz (Córdoba, Argentina).
Su padre, Felipe Cabanillas Toranzo, descendía de una
familia de Valencia (España) emigrada a Argentina
durante la segunda mitad del siglo XVII y que logró
reunir una cierta fortuna económica en su nuevo
ambiente, pero que se distinguió sobre todo por su
profunda religiosidad cristiana.
En 1816, el Sr. Felipe Cabanillas se unió en
matrimonio con la joven Francisca Antonia Luján Sánchez,
de la que tuvo once hijos. Tres fallecieron
prematuramente, cuatro contrajeron matrimonio y los
otros se consagraron a Dios: uno como sacerdote secular
y tres como religiosas en diversos Institutos,
continuando así una larga y gloriosa tradición familiar.
La Sierva de Dios era la tercer nacida de la
familia. Bautizada por D. Mariano Aguilar el día 10 de
enero de 1822 en la capilla de San Roque, le impusieron
los nombres de Tránsito, es decir, María del Tránsito o
María Asunción, y de Eugenia de los Dolores. Recibió el
sacramento de la confirmación con cierto retraso, el día
4 de abril de 1936, dada la lejanía del centro
diocesano.
Tras la primera educación familiar, María del
Tránsito fue enviada a Córdoba, ciudad de nobles
tradiciones culturales, con su famosa universidad del
siglo XVII, fundada por el obispo franciscano Fernando
Trejo y Sanabria, y los colegios de Santa Catalina
(1613) y de Santa Teresa (1628). Desde 1840, al tiempo
que seguía sus estudios, cuidó de su hermano menor, que
estaba preparándose para el sacerdocio en el seminario
de Nuestra Señora de Loreto de la citada ciudad de
Córdoba.
En 1850, tras la muerte del Sr. Felipe Cabanillas,
la familia entera se trasladó definitivamente a Córdoba,
por lo que la Venerable María del Tránsito se estableció
con su madre, su hermano, que fue ordenado sacerdote en
1853, sus hermanas y cinco primas huérfanas en una
casita situada cerca de la iglesia de San Roque. María
del Tránsito se distinguió por su piedad, sobre todo
hacia la Eucaristía, llevó a cabo una intensa actividad
como catequista e hizo muchas obras de misericordia,
visitando frecuentemente a los pobres y a los enfermos
en compañía de su prima Rosario.
Después del fallecimiento de su madre (13 de abril
de 1858), la Sierva de Dios ingresó en la Tercera Orden
Franciscana e intensificó su vida de oración y de
penitencia, dirigida espiritualmente por el Padre
Buenaventura Rizo Patrón, franciscano, que sería
ordenado obispo de Salta en 1862. Pero ella anhelaba
consagrarse a Dios por entero. Por eso, en 1859, con
ocasión de su profesión en la TOF, emitió el voto de
virginidad perpetua y empezó a pensar en la fundación de
un Instituto para la instrucción cristiana de la
infancia pobre y abandonada.
En 1871 entró en contacto con la Sra. Isidora Ponce
de León, que se interesaba vivamente por la erección de
un monasterio de carmelitas en Buenos Aires.Al año
siguiente, María del Tránsito la siguió hasta Buenos
Aires e ingresó en el monasterio el 19 de marzo de 1873,
el mismo día en que fue inaugurado. Pero su compromiso
ascético se reveló superior a sus fuerzas físicas, cayó
enferma y, por razones de salud, tuvo que abandonar la
clausura en abril de 1874. En septiembre de aquel mismo
año, creyéndose suficientemente recuperada, ingresó en
el convento de las religiosas de la Visitación de
Montevideo, pero también allí cayó enferma pocos meses
des- pués.
La Sierva de Dios acepta todo con admirable
resignación, abandonándose cada vez con más confianza en
las manos de la Divina Providencia. Contemporáneamente,
vuelve a emerger su idea de una fundación educativa y
asistencial al servicio de la infancia. Varios
franciscanos la alientan a ello y D. Agustín Garzón le
ofrece una casa y su colaboración y la pone en contacto
con el P. Ciríaco Porreca, OFM, de Río Cuarto.
El día 8 de diciembre de 1878, obtenida la
aprobación eclesiástica de su proyecto de fundación y de
las constituciones y después de unos ejercicios
espirituales predicados por el P. Porreca, María del
Tránsito Cabanillas, en compañía de sus dos compañeras
Teresa Fronteras y Brígida Moyano, pone en marcha la
Congregación de las Hermanas Terciarias Misioneras
Franciscanas de la Argentina. A petición de la
Fundadora, el P. Ciríaco Porreca, OFM, es nombrado
director del Instituto. El 2 de febrero de 1879 María
del Tránsito Cabanillas y sus dos primeras compañeras
emiten la profesión religiosa y el día 27 de aquel mismo
mes y año escriben al P. Bernardino de Portogruaro,
Ministro general de la Orden de Frailes Menores,
solicitándole la agregación de su Instituto a la Orden
Franciscana. El P. Bernardino de Portogruaro les
responde afirmativamente el día 28 de enero de 1880.
La nueva Congregación tuvo inmediatamente una
floración de vocaciones, de manera que todavía en vida
de la Fundadora se inauguró el colegio de Santa
Margarita de Cortona en San Vicente, así como el del
Carmen en Río Cuarto y el de la Inmaculada Concepción en
Villa Nueva.
La Sierva de Dios guiaba el floreciente Instituto
con admirable sabiduría, pero sus fuerzas físicas iban
cediendo gradualmente a las fatigas de cada día y a los
rigores ascéticos. El 25 de agosto de 1885 moría
santamente, como había vivido durante toda su vida,
dejando en herencia heroicos ejemplos de humildad y de
caridad al servicio sobre todo de la infancia, de los
pobres, de los enfermos y de sus hermanas.En su
currículo espiritual deben subrayarse sobre todo la
prudencia, la paciencia, la fortaleza de ánimo para
afrontar las múltiples pruebas de la vida, su asidua
actividad enseñando el catecismo y atendiendo a la
infancia abandonada, su amor a la pureza y la confianza
en la Divina Providencia, que le respondía con
frecuencia con signos sorprendentes.
Como Fundadora, la Sierva de Dios supo infundir en
sus hijas el espíritu sobrenatural, la generosidad, el
amor a la infancia, el espíritu de penitencia y de
mortificación.
Su Santidad Juan Pablo II declaró la heroicidad de
las virtudes de la Sierva de Dios el día 28 de junio de
1999.
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