Fiesta: 19 de noviembre.
Aprobación del culto: Benedicto
XIV, el 15 de abril de 1762
Nacimiento: Asís (Italia), 1197-98
Muerte:
Asís, 16 de noviembre de 1253
Orden: de San Damián - Damianitas - Clarisas.
Vida santa Inés de Asís, hermana de santa Clara
La vida de Inés de Asís, la hija segunda de Favarone
y Hortelana, no está tan documentada como la de santa
Clara, su hermana "en la carne y en la pureza". Debió de
nacer en torno
al 1197, pues por la Crónica de los XXIV Generales
sabemos que murió a los 56 años, poco después que
hermana, fallecida en agosto de 1253.
Se llamaba, al parecer, Catalina. Entre ella y su
hermana corría un afecto recíproco y una comunión de
sentimientos, aunque Catalina no parecía tan orientada hacia
la vida consagrada como Clara. Según la Leyenda de Santa
Clara, atribuida a fray Tomás de Celano, su llamada a la vida religiosa fue fruto de la poderosa
oración de Clara en el monasterio de Santo Ángel de Panzo.
Tenía unos 15 años, cuando la hermana mayor huyó de
casa. Su otra hermana, Beatriz, era
aún demasiado pequeña para encontrar en ella la amiga
que necesita. A medida que transcurrían la Semana Santa
y la de Pascua aumentaba en ella el deseo de reunirse con Clara
para entregarse al Señor, como ella. El 3 de abril se
decidió por fin a abandonar su casa y marcharse a Panzo,
donde Clara la recibió con un abrazo, dando gracias a Dios por
escuchar
sus ruegos. Enseguida empezó a aleccionara en el seguimiento de
Cristo crucificado. , pero la reacción de la familia ante
la desaparición de Catalina fue mucho más violenta que el día
de la fuga de Clara. Doce caballeros airados, con el tío Monaldo al frente,
corrían al monasterio y se abalanzaban
sobre Catalina, dispuestos a no permitir una nueva
afrenta y otra pérdida familiar. A golpes y empellones la
arrastraron fuera del monasterio, hasta un arroyo cercano,
pero no pudieron dar un paso más. La resistencia de la
jovencita y la oración de su hermana pudieron más que la
fuerza bruta de tantos hombres juntos, los cuales
tuvieron que desistir, finalmente, de llevársela a casa.
Dice la Crónica que, después de este episodio de
violencia, "el bienaventurado Francisco con sus propias
manos le cortó los cabellos y le impuso el nombre de
Inés, ya que por el Cordero inocente... resistió con
fortaleza y combatió varonilmente". Pocos meses
después, tras la llegada de otras jóvenes deseosas de
seguir a Clara, se trasladaron a la iglesia de San
Damián, donde fundaron el monasterio de Santa María de
San Damián y la orden de las Hermanas Menores.
Pero a Francisco no le agradó ese nombre, y las llamó
Señoras Pobres. El pueblo las llamaba Damianitas,
y sólo después de la muerte de Clara empezaron a
llamarlas Clarisas.
Dirigida por Francisco junto con su hermana y demás
compañeras, Inés progresó de prisa en el camino de perfección y
mortificación, siendo la admiración de sus compañeras,
sobre todo por su corta edad. Desde el
principio hasta el final de sus días rodeó su cintura
con un áspero cilicio de crin de caballo, y, al igual
que su hermana, se alimentaba, prácticamente, de pan y
agua.
Dulce, compasiva, solícita y caritativa, se
comportaba como una madre con sus compañeras,
especialmente con las que sufrían por cualquier motivo.
"Virgen prudentísima" la llama su hermana en una de sus
cartas a Inés de Praga. Añade la crónica que, una
noche, Clara la vio en oración, elevada del suelo y
coronada con tres coronas que, de tanto en tanto, le
colocaba un ángel. Al día siguiente logró que Inés le
explicara cuáles eran los tres objetos de su
contemplación: la bondad y paciencia de Dios para con
los pecadores, cómo Cristo sufrió la pasión y muerte en
cruz por toda la humanidad, y las penas de las almas del
Purgatorio.
Hacia el año 1218 se fundaba en Florencia el
monasterio llamado de Monticelli, e Inés fue enviada,
unos años más tarde, como abadesa, para instruir a las
nuevas damianitas. Dice la Crónica que, con su ejemplo
de vida y con sus palabras amorosas y persuasivas,
implantó en dicho lugar la observancia de la pobreza
evangélica. En 1218 era abadesa Avegnente de Albizzo, la
misma que que hizo donación del lugar de Monticelli a la
Iglesia de Roma, por mediación del cardenal Hugolino. La
donación se debía a que la comunidad florentina, como la de San
Damián de Asís, había renunciado a la posesión de bienes y
rentas. Junto con la regla de san Benito, la hermanas
florentinas profesaron en manos del cardenal Hugolino
las mismas "constituciones" que regían en San Damián, y
que debía ser la regla dada por Francisco a Clara y sus
hermanas, y que jamás llegó a ser aprobada.
Una carta de Inés dirigida a su hermana Clara desde
Monticelli entre los años 1228-1230, nos desvela algo
del profundo dolor que le causó la separación, pero
también del ambiente de paz y unión que se respiraba en
el monasterio florentino. No sabemos el tiempo que
permaneció allí, ni la fecha de su regreso a Asís. Según el cronista fray Mariano de Florencia,
del siglo
XVI, la vuelta a San Damián tenía relación con al empeoramiento de
la salud de Clara. Lo cierto es que santa Inés se
encontraba a la cabecera de su hermana moribunda, en el
verano de 1253. "Queridísima hermana -le habría dicho
ésta, para contener su llanto y aliviar su dolor- es del
agrado de Dios que yo me vaya; mas tú cesa de llorar,
porque llegarás pronto ante el Señor, enseguida después
de mí, y Él te concederá un gran consuelo.
Gran consuelo fue para Inés, tras la dolorosa
separación del 11 de agosto, el multitudinario funeral
de su hermana, presidido por el papa Inocencio IV,
presente toda la curia romana -que residía entonces en
el Sacro Convento de Asís-, y el traslado de sus restos
hasta la iglesia de San Jorge entre las alabanzas del
pueblo, que ya la proclamaba santa. Pero el mayor
consuelo fue que, "al cabo de pocos días",
Inés pudo seguir a
su hermana hasta las mansiones eternas. Concluye la
Leyenda de Santa Clara que "como había pasado del mundo
a la cruz precedida por su hermana, así mismo, ahora que
Clara comenzaba ya a brillar con prodigios y milagros,
Inés pasó ya madura, en pos de ella, de esta luz languideciente, a resplandecer por siempre ante Dios".
La noticia de su muerte se extendió por Asís y por
toda la comarca y atrajo, igualmente, a una multitud de
gente que le tenían gran aprecio y esperaban poder
contemplar sus restos mortales. Todo ese gentío subía
por la escalera de madera que, desde el claustro, comunicaba con
con el dormitorio de las clarisas. Pero las cadenas de
hierro no pudieron soportar el peso, y se derrumbó,
arrastrando consigo a los que subían, y aplastando los
cuerpos de los que estaban debajo, hombres, mujeres y
niños. Pudo haber sido una gran catástrofe, pero la
muchedumbre entera invocó con fe el nombre de Inés, y
todo lo más que hubo fueron heridos y magullados, que se
levantaron sonrientes, como si nada hubiese ocurrido.
Ese fue sólo el primero de los muchos favores
obtenidos, por intercesión de Inés, por parte de
enfermos incurables, ciegos y poseídos, a lo largo de
los siglos, hasta la aprobación oficial de su culto por
parte del papa Benedicto XIV, que tuvo lugar el 15 de
abril de 1762. Su fiesta en el Martirologio Romano es el
16 de noviembre, pero la familia franciscana la celebra
el 19 del mismo mes. El cuerpo de santa Inés reposa en
la misma Basílica de Asís donde descansan los restos de
su hermana santa Clara, su otra hermana, Beatriz, y su
madre Hortelana, que también se hicieron damianitas.
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