Fiesta: 4 de noviembre.
Beatificación: Inocencio XII, 29 de octubre de
1695
Lugar de Nacimiento: Padua (Italia)
Orden: Damianitas o de Santa Clara.
Fuente: Alberto Pescante,
La Basilica di Sant'Antonio.
Beata Elena Enselmini (1207-1231) / Una scelta radicale
condivisibile anche oggi. Revista: Il Santo dei Miracoli, Año
118, n. 9, octubre 2006.
Traducción del italiano para
Fratefrancesco.org: Fray Tomás Gálvez
Vida de la beata Elena
La suerte viene en nuestra ayuda con un documento de
importancia excepcional, conservado en la Biblioteca
Antoniana, el Códice 559, que describe las vidas de san
Antonio, del beato Antonio Manzoni y de la beata Elena
Enselmini. Las compuso entre los años 1433 y 1437 el
notario Sicco Polentone, archivero municipal, filósofo,
astrólogo, literario y escritor de numerosas obras, una
de las personalidades más destacadas de la Padua
humanista del siglo XV.
El código, copiado con elegante escritura en 1439
por el conventual fray Giacomo, "era considerado -dice
el padre Ruggero Lotto- un "best seller" del siglo XV y,
aunque no es obra de alto nivel, no deja de ser un
interesante documento de sociología religiosa, del que
emana la mansa luz de una simpática joven santa, a la
que nos sentimos afectuosamente cercanos, incluso
después de tanto rechinar de siglos".
En un latín elegante, Polentone inicia así: "Mi
querido hijo Lázaro, hace mucho que me solicitas e
incitas a escribir las memorias del beato Antonio
Pellegrino y de la beata Elena, monja de la orden
franciscana. Siempre me ha parecido justa y loable esta
petición tuya. Pues, si bien el culto de ninguno de los
dos ha sido aprobado por el sumo pontífice, uno y otra
son conocidos, sin embargo, por sus milagros, y
venerados como beatos por la opinión del pueblo. Además,
son de buena raza paduana: Antonio era originario de los
Manzoni. Elena, de los Enselmini, a cuya estirpe
pertenece también su madre".
La jovencita Elena se hizo monja para servir al
Señor en el monasterio que hospedaba, en dos moradas
distintas, a las monjas y a los frailes de la Orden de
san Francisco, en una zona llamada "la Celda vieja" (la
actual Arcella), monasterio destruido en 1509, para
realizar la "explanada".
Añade el historiador: "Ninguna más diligente que
ella en la oración litúrgica, ninguna más obediente a la
abadesa, ninguna más observante de la regla, ninguna más
solícita en realizar las tareas domésticas. Su vida
estaba tejida de penitencias y ayunos, colmada de
santidad y austeridad. Tan áspera fue su existencia,
que, agotada, con frecuencia caía enferma, víctima de la
fiebre".
Más allá del intento hagiográfico y enaltecedor,
Sicco, autor de indudable probidad, realizó cuidadosas
investigaciones sobre ella, disponiendo de excelentes
fuentes en el antiguo monasterio de la Arcella, antes de
incendiarse el archivo.
De complexión grácil y enfermiza, padeció en los
últimos quince meses de vida repetidas fiebres, y
permaneció durante tres meses sin comer, ni beber, ni
pronunciar palabra.
El historiador se detiene ampliamente en
describir las visiones celestiales de las que gozó
Elena, como indicio de su unión con el Señor, visiones
que ella, de palabra, daba a conocer a las hermanas, y
cuyos contenidos sabían también a admonición.
El 4 de octubre de 1231, arrebatada en éxtasis, vio
a los santos Francisco y Antonio en actitud de cantar las
alabanzas del Señor. En definitiva, "el cielo en la
celda", hasta el 4 de noviembre, cuando expiró, a los 24
años. Polentone concluye así: "Desde el día de su
tránsito hasta hoy, su cuerpo se conserva tan bien, que
no puede verse sin admirarse, y eso por un privilegio
divino que testifica la santidad de Elena". Y añade un
halo de misterio: "A menudo, especialmente cuando cae
algún desastre sobre la ciudad, ha ocurrido que el
cuerpo de Elena se agitó con estrépito, casi como si
quisiera prever el futuro".
Podemos decir que su cuerpo sufrió en la muerte un
proceso natural de momificación y quedó intacto, y las
manifestaciones de temblor son exageradas, pero revelan
la espontaneidad de una devoción popular hacia esta
ilustre clarisa.
Su cuerpo, por una circunstancia fortuita, fue
colocado en una urna y conservado en la pequeña iglesia
del monasterio, hasta el año 1509, en que fue trasladado
a la iglesia de Santa María de los Armenios, luego
llamada de la Beata Elena. Y, desde 1810, fue trasladado
a la de Santa Sofía, donde permaneció hasta el 23 de
mayo de 1958, en que fue devuelto a la iglesia de La
Arcella.
El 29 de octubre de 1695, el papa Inocencio XII la
inscribió en el Catálogo de los beatos, reconociendo su
culto secular, y en 1956 se iniciaron los trámites para
su canonización.
La caja de madera de la beata, en la capilla del
beato Lucas
Cuando las clarisas de la Arcella se trasladaron en
1509 al monasterio de Santa Elena, y luego al de San
Bernardino, se llevaron consigo el cuerpo de la beata.
Pero, al ser suprimidos dichos monasterios en el
año 1810, ofrecieron su tesoro a la Basílica [de San
Antonio]. De modo que, el 20 de mayo, el cuerpo de
Elena Enselmini fue llevado a la sacristía del templo
antoniano, y allí guardado. Mientras tanto, los
presidentes del Arca pidieron al obispo Dondi
dell'Orologio que lo dejara en la iglesia, pero el 6 de
junio siguiente, "muy airado por la donación de las
monjas, y más aún por la sustracción nocturna, había
mandado colocar los sellos, ordenando que fuera
entregado a la iglesia de Santa Sofía, para ser venerado
junto a la beata Beatriz de Este".
La caja que guardó los huesos de Elena hasta el 1810
fue primero colocada en la urna que había sido de san
Antonio, debajo del altar del beato Lucas Belludi, y
luego, en 1985, en la urna empotrada en la pared.
Presencia de Elena en el arte y en las reliquias
La reliquia de un brazo fue donada a la iglesia de
Santa Sofía, mientras que su cuerpo se conserva aún bajo
el altar del templo de la Arcella.
Para encontrar un relicario de la beata Elena hay
que trasladarse a la sacristía de la Basílica. Firmado
por el artista Pinton, es de las primeras décadas del
siglo pasado, de tipo arquitectónico, en plata labrada y
repujada, cuyo nudo y receptáculo representa la fachada
de la iglesia de la Arcella. En lo más alto de la
pequeña cúpula preside una estatua de Elena.
Una bella imagen de ella la encontramos en la puerta
de bronce norte de la Basílica, llamada "de los beatos
Lucas y Elena". Antes era la entrada más utilizada.
Fundida en 1904 por el paduano Giuseppe Michieli, la
donó el doctor Giovanni Guolo, y una inscripción la
recuerda como "virgen paduana".
Entrando en el claustro del Noviciado se puede
admirar una bonita pintura de ella, dentro de una
monófora, en el lado occidental. Es una reproducción del
1994, de una pintura que realizó el artista de Bérgamo
Giuseppe Amadio Riva, en 1923. El actual fue
realizado, curiosamente, no en base al bronce original,
sino a una copia suya firmada por Giovanni Zabai en
1932. La beata sostiene un lirio y un libro, claro
indicio de la pureza de vida llevada por ella, en la
secuela de la Palabra del Señor.
En la iglesia de la Arcella hay más recuerdos de
Elena. En primer lugar, en la estatua del pequeña
hornacina derecha de la fachada, obra de Pedro Bertocco.
Luego, en la capilla de los "Santos franciscanos", donde
está representada en un lienzo de Pedro Pajetta (1905),
y en otras pinturas.
Alfredo Pescante
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