Fiesta: 4 de diciembre.
Reconocimiento
del culto litúrgico: Pío VII, el 2 de enero de 1802
Nacimiento:
Campi (Florencia, Italia), en fecha incierta
Muerte: Siena, 4 de diciembre de 1289
Orden:
De la Penitencia - Orden Franciscana Seglar
BEATO PEDRO PETTINAIO DE SIENA
Pedro o Pettinaio nació en Campi, región del
Chianti, de donde se trasladó con su familia a Siena. El
sobrenombre le viene de su oficio de fabricante y
comerciante de peines. Jocoso e impulsivo en su
juventud, empezó a cambiar después de su conversión. El
negocio le iba bien; era propietario de una casa y una
viña. Se casó, pero, al comprobar la esterilidad de su
mujer, hizo con ella el voto de castidad perfecta, pero
se mostró excelente esposo, procurando hacerla sentirse
a gusto hasta en las cosas más pequeñas. Comenzó a
santificarse en el ejercicio de su profesión. Compraba y
vendía siempre al precio justo; la calidad de sus
productos era tan apreciada por los habitantes de Siena,
que él iba tarde al mercado sólo por la tarde, para no
perjudicar a sus competidores.
Pero nunca llegaba tarde a las predicaciones y los
oficios religiosos; ni a las casas de los pobres, a los
que llevaba ayudas junto con otros ocho amigos; ni al
hospital de Santa María della Scala, donde curaba a los
enfermos, aplicando remedios y besando sus llagas.
Al quedar viudo, vendió la viña de su propiedad,
luego la casa, repartiendo todo a los pobres.
Conservando sólo lo necesario para vivir modestamente y
se fue a vivir a una casucha cerca de la Puerta
dell’Ovile. Profesó la regla de la Orden seglar de
penitencia fundada por San Francisco y, después de haber
renunciado a todo, se esforzó por vivir en la mayor
pobreza.
Era inclinado a la contemplación y gozó de
arrobamientos y éxtasis, a veces en presencia de
compañeros. Hacia el final de su vida parecía vivir
siempre más retirado del mundo. Después de una grave
enfermedad, obtuvo el permiso para vivir en una celda
del convento de los franciscanos de Siena, donde pasaba
las noches en oración. Mostraba una devoción ardiente
hacia la Virgen, ayunando en su honor el sábado y
encomendándose a ella noche y día. También fue
peregrino, fue a Roma, a Pistoia y a Asís y a la Verna.
Su espiritualidad lleva la impronta franciscana. No ha
dejado escritos, pero son famosos sus silencios. Después
de 14 años de esfuerzos adquirió el don de no hablar
sino por necesidad. Por esto a menudo es representado en
la iconografía con un dedo sobre los labios, y es
llamado el “Santo del silencio”. Pero la pocas palabras
que decía y las muchas cosas que obraba debían de ser de
una gran eficacia.
Su incesante celo por las obras de misericordia lo
hizo adquirir pronto fama de gran santidad entre sus
conciudadanos. Los franciscanos de Siena lo llamaban a
él cuando había que discernir acerca de la vocación de
sus novicios. Los franciscanos más radicales, los
llamados "espirituales", se inspiran en él. El futuro
predicador dominico beato Ambrosio Sansedoni renunció a
ser obispo, aconsejado por él. En 1282 le encargaron
elegir entre los detenidos de las prisiones a cinco
hombres entre los menos culpables, para ser liberados.
En 1286 el municipio le confió el cuidado de repartir
dinero a los pobres azotados por la carestía. ciertos
traficantes pusieron en sus manos el dinero que habían
defraudado a la ciudad, para que lo entregara a las
autoridades.
Murió el 4 de diciembre de 1289 (dicen algunos que a
los 128 años de edad) y sus últimas palabras fueron una
advertencia a Siena, Florencia y Pistoia, a las cuales
predijo grandes males. Su cuerpo fue sepultado en la
iglesia de San Francisco, de Siena. A partir de
entonces, muchos paisanos suyos invocaban su intercesión
y le atribuyeron muchas gracias y prodigios. El
municipio lo consideró enseguida beato, aunque la
confirmación del culto no vino hasta el 2 de enero de
1802, por obra del papa Pío VII. Dante Alighieri exalta
la eficacia de su oración en la Divina Comedia
(Purgatorio, canto XIII), explicando al poeta que por
sus pecados debería estar aún en el ante-Purgatorio,
pero lo evitó gracias a las oraciones del santo varón
Pier Pettinaio. La tumba quedó destruida tras un
incendio, y del beato sólo quedó el brazo, que conservan
las clarisas de Siena.
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