Beato Raimundo Lulio, OFS

Ramón Llull, el "Doctor Iluminado" (h. 1232 - 1316)

   
   

Fiesta: 27 de noviembre.
Reconocimiento del culto litúrgico: 25 de febrero de 1750
Nacimiento: Palma de Mallorca, hacia el 1232
Muerte: en lugar incierto, 1316
Orden: De la Penitencia - Franciscanos Seglares (pertenencia dudosa)

BEATO RAIMUNDO LULIO (RAMÓN LLULL)
Su nombre en catalán era Ramón Lull, Raimundus Lullus en latín, y Raimundo Lulio en español. En la Universidad se le conocía como el Doctor Iluminado. Nació en Palma de Mallorca en torno al 1232, de padres catalanes que llegaron a la isla después que ésta fuese arrebatada por Jaime I a los musulmanes. Se casó con Blanca Picany, que le dio dos hijos, Domingo y Magdalena. Fue Senescal o Administrador del rey de Mallorca, Jaime II, hijo de Jaime I el Conqustador. Eso supone una formación cortesana, acorde con los gustos y comportamientos de la época, incluída la aventura amorosa extramatrimonial, la poesía y el canto amoroso, la caballería... Su vida empezó a cambiar hacia el año 1263. Él mismo explica en su autobiografía que, mientras componía un poema para la mujer de sus sueños, se le apareció Cristo crucificado. Como la visión se le repitiera varias veces, llegó a la conclusión de que "voluntad era de Nuestro Señor de darse totalmente a su servicio". Él quería seducir a una mujer, pero fue Cristo quien lo sedujo a él.

Para seguir su nuevo ideal abandonará a su familia, sin renunciar por eso su estado laical. Como tantos penitentes de su tiempo, peregrina al santuario de Rocatallada, y recorre el camino de Santiago. En Barcelona consulta sobre su futuro al dominico San Raimundo de Peñafor (Ramón de Penyafort), quien le aconseja que no vaya a estudiar a París, sino que regrese a su tierra. Los nueve o diez años siguientes los pasó en su casa, aprendiendo de un siervo suyo la lengua árabe. Esa fue la clave que le abrió las puertas de una cultura que aún ocupaba un lugar importante en las incipientes universidades europeas.

Poco a poco se empieza a interesar por la acción misionera, en especial por la conversión de los judíos, que formaban parte de la población de las ciudades medievales, y la del mundo musulmán, aún presente en las recién conquistadas islas Baleares y en el cercano Norte de África. Acude al monasterio cisterciense de la Real, en busca de libros y consejo, y allí se abre a la contemplación, mientras va concretándose su vocación apostólica y crecen las ansias de martirio. Su sueño es triple: iluminar y regenerar moralmente a toda la humanidad, conquistar a todos a la verdad de Cristo mediante un método racional irrebatible, y coronar su entrega con el sello de su propia sangre.

Del Cister se retira a la soledad del monte Randa, donde sigue meditando, escribiendo y contemplando en torno a sus proyectos misioneros. Aquí tiene una iluminación intelectual decisiva y trascendente. Con la ayuda de lo alto cree haber descubierto una síntesis, un método, un principio filosófico-teológico que puede convencer a los musulmanes. Con su "Art abreu­jada d'atrobar veritat" (Arte abreviado para encontrar la verdad) comienza su obra por excelencia. En su "Llibre del Gentil e los tres savis" (Libro del Gentil y los tres sabios) hace una contraposición razonada de sus principios entre un cristiano, un judío y un sarraceno. En lo filosófico se puede llegar a una síntesis. En lo teológico sólo queda el convencimiento y la fe. Su proyecto es la evangelización del mundo entero, no por las armas, sino como hicieron los apóstoles, con la fuerza de una predicación convincente y con el testimonio de las lágrimas y la sangre.

Podemos afirmar, por tanto, que Raimundo Lulio, a la manera medieval, fue un gran propulsor del diálogo interreligioso y ecuménico, lo cual no deja de sorprendernos, por cuanto el concepto de diálogo como aceptación respetuosa del otro, en su persona y en sus ideas, es algo bastante reciente en la historia del cristianismo. Recordemos que fue Pablo VI quien trató de propulsar el diálogo como el gran método evangelizador para los tiempos actuales.

El espíritu misionero de Raimundo quería abrazar los tres grandes mundos medievales: el cristiano, el islámico y el bizantino. En un tiempo de tantos intereses humanos en el seno de la Iglesia y en el papado, él vive en plena fidelidad a Cristo y a su Iglesia. En el "Llibre de contemplació" (Libro de contemplación) nos ha dejado una enciclopedia sistemática acerca de Dios y la naturaleza con vistas a la contemplación. Pero su obra está pensada para ser difundida en árabe. En el "Llibre del Amic i del Amat" (Libro del Amigo y del Amado) emplea muchos conceptos y metodología musulmana, tales como versículos salmódicos (tantos como días tiene el año) e imágenes y diálogos a la manera sufí. Es lo que llamamos "inculturación" de la fe.

El converso, el pensador, el creador de la lengua literaria catalana, es sobre todo un hombre de acción, sin abandonar por ello, aún en medio de situaciones increíbles, su acción de pensador, siempre con miras a convencer y convertir musulmanes. Estamos en 1276. Raimundo está dispuesto a recorrer el mundo y a meterse donde sea necesario, con tal de propagar la fe en Cristo. Pero necesita para ello de un gran ejército bien preparado de misioneros. Ese fue el origen del colegio de Miramar, fundado por él con la aprobación del rey y del papa. En la bula de aprobación de Juan XXII se dice que en dicho colegio "están formándose trece hermanos menores en lengua árabe, para que cuando la conozcan vayan a tierras de éstos, para que trabajen en la salvación y provecho de las almas". A tiempo y a destiempo, pedirá a dominicos y franciscanos, a papas y reyes, que funden muchos colegios como el de Miramar. Con esta idea se anticipaba en cientos de años al Colegio misionero de Propaganda Fide, pero su obra rimada "Desconsuelo" es reflejo de las lágrimas amargas que tuvo que derramar, cuando vio cómo el proyecto fracasaba y Miramar se cerraba ante sus propios ojos.

Entre 1276 y 1279 compuso "L'Art demostrativa" (El Arte demostrativa), prensada expresamente para la misión. Como pensador y misionero es consecuente siempre, aunque, al mismo tiempo que acepta y promueve una cruzada intelectual de razonamiento, también acepta la conquista de Tierra Santa y del mundo infiel mediante las cruzadas armadas. Siente que los Santos Lugares estén en manos musulmanas, y cree que las cruzadas son una respuesta justa a la yihad o guerra islámica contra occidente. Piensa en la parte de Andalucía que aún queda en poder musulmán, y acude a reyes y a papas, al concilio, y a personas y ciudades con poder económico para impulsar una nueva cruzada. En su opúsculo "De fine" (Acerca del final), sugiere planes para la conquista del norte de África a través de Málaga y Granada, como el mejor camino para la reconquista del Santo Sepulcro.

Al polifacético Raimundo Lulio le interesa todo. Su "Llibre de Meravelles" (Libro de Maravillas), también llamado "Félix", es una síntesis entre novela y doctrina física y metafísica. Su "Llibre de Cavallería" (Libro de Caballería) influirá en otros autores posteriores. En "Blanquerna", su obra por excelencia, sintetiza la ficción novelesca y la doctrina moral, y reflejan de modo ordenado sus experiencias espirituales de la época de Miramar, y el nuevo ideal del papa Celestino V, que representa para él el sueño de un gobierno apostólico de la Iglesia. Utopía podría llamarse este delicioso libro, que pretende atraer sobre el mundo el reino de paz, amor y justicia de Jesucristo.

La etapa que va de 1287 a 1293 se mueve por Montpellier-Roma-París y Montpellier-Roma-Génova, y se cierra con su primera expedición misionera a Berbería. En Roma lo toman por loco. En París, el canciller Bertrand de Saint Denís le permite enseñar su Arte, y eso lo convierte en "Maestro" Raimundo, el de la barba florida. Se opone al averroísmo, y con su "Ars Magna" pretende unificar el saber natural, el sobrenatural, la filosofía y la teología. Él no es un "espiritual" franciscano, tampoco un "beguino". Es un seglar independiente, y muy singular, pese a estar cerca de la racionalidad de los dominicos y del misticismo franciscano, como lo demuestra su "Llibre de contemplació".
Pero en París tampoco lo comprendenDoctores y escolares consideran demasiado sutil su doctrina. Desanimado, se retira en un bosque de las afueras de Paris, donde abundan las fuentes, los prados y las aves. Al final se rinde, arrincona su Arte y compone su ameno "Árbol de filosofía de amor", con el que se lanza a un nuevo camino. Con sus ochenta años, aún tiene fuerzas para acudir al concilio de Vienne, durante el cautiverio de Avignón, donde emplaza ante el tribunal de Cristo al papa Clemente V, si el concilio fracasa. La constante tensión entre racionalidad, misticismo y ardor misionero, que reciben rechazos e incomprensiones en Roma y París, estallará en Génova, en una crisis que él mismo describe en su autobiografía de la "Vida Coetimia", y sólo se resolverá cuando se decida por la aventura misionera. Armado con las razones de sus Artes, Raimundo se decide marchar a África, a convertir musulmanes. Sus amigos de Génova tratan inútilmente de impedírselo. Se embarca en secreto y, llegado a Túnez, va al encuentro de los más sabios musulmanes, para decirles que puede probar la verdad del cristianismo y que, si no lo consigue, se haría musulmán. Muchos se admiraron de sus explicaciones y eso le dio ánimos para proseguir. Pero algunos lo denunciaron al rey, que, muy prudentemente, no quiso matarlo, sino que se limitó a detenerlo, hasta poder embarcarlo en algún barco genovés. Lo que no pudo evitar es que por el camino la emprendieran a golpes y pedradas con él, dejándolo más muerto que vivo.

La gran incógnita actual entre historiadores y devotos es si alcanzó el martirio. Durante muchas generaciones así lo creyeron, y lo fechaban entre finales de junio y el 2 de julio de 1314, día de su llegada triunfal a Mallorca. Sin embargo, documentos fehacientes del Archivo de la Corona de Aragón retrasan esta fecha en cuatro meses o más. Sea como fuere, lo cierto es que él siempre deseó con vehemencia derramar su sangre por Cristo. En su Llibre de Contemplació había escrito: "Bienaventurados son, Señor, aquellos que en este mundo se visten de rojo color y de vestiduras bermejas, semejantes a las que vestisteis Vos el día de vuestra muerte. Esta bienaventuranza y esta gracia espera vuestro siervo, todos los días, de Vos; que sus vestidos sean tintos en sangre y mojados de lágrimas el día de su muerte, si es que a Vos pluguiere que él muera por amor vuestro y por amor de aquellos que os aman." Y también: "Tanto se dilata, Señor, el día en que yo tome martirio en medio del pueblo, confesando la santa fe cristiana, que todo me siento desfallecer y morir de deseo y añoranza porque no llegué a aquel día en que esté en medio del pueblo, acosado como león u otra salvaje alimaña, rodeada de cazadores que la matan y la despedazan."

Sobrepasaba los ochenta años, y había dispuesto en su testamento -que la historia nos ha conservado- que sus pobres pertenencias fuesen repartidas entre sus hijos Domingo y Magdalena, casada ésta con el barcelonés Pere de Sentmenat, los frailes predicadores y los menores de San Francisco, las clarisas de Santa Clara y Santa Margarita, las penitentes o terciarias franciscanas, los niños huérfanos de Palma, y la obra de la catedral, Virgen María de la Seo, comenzada por don Jaime I. "Quiero y mando -añadía también- que copien sobre pergamino los libros en romance y en latín, que, mediante la divina gracia, compilé." Y manda firmemente que se manden obras de sus últimas obras a la cartuja de París y a su amigo Percival Spínola de Génova.

Ni siquiera se sabe si llegó a Mallorca vivo o muerto. Su cuerpo fue sepultado en la sacristía del convento e iglesia de San Francisco de Palma, con la confianza de una rápida beatificación. Más tarde sería trasladado a la capilla de Nuestra Señora de la Consolación, en la misma iglesia. Su sepulcro de alabastro, costeado por los Jurados de Mallorca en el siglo XV, es bello y solemne, y está lleno de alegorías. Desde allí parece querer decirnos a los hombres y mujeres de hoy aquello que escribió en el Libro del Amigo y el Amado: "Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuentes de lágrimas; y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestras antorchas."

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