Fiesta: 16 de diciembre.
Beatificación: Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1988
Nacimiento: Biala Podlaska (Polonia), el 16 de octubre
de 1829
Muerte: Nowe-Miasto (Polonia), el 16 de diciembre de
1916
Orden: Franciscanos Menores Capuchinos
Vida del beato Honorato Kosminski de Biala
(1829-1916)
Fuente: Mariano D'Alatri,
o.f.m.cap.
El capuchino polaco padre Honorato de Biala
(civilmente, Wenceslao Kozminski) nació en Biala
Podlaska el 16 de octubre de 1829. Sus padres fueron
Esteban y Alejandrina Kahl. Fue fundador de 17
congregaciones religiosas todavía existentes y de otras
ocho o quizá diez que ya han desaparecido. Murió en Nowe-Miasto
el 16 de diciembre de 1916.
En su propio hogar recibió una excelente educación
cristiana. Después de hacer los estudios primarios en su
pueblo natal, cursó la segunda enseñanza en Ptock. En
1845 se inscribió en la escuela superior de Bellas Artes
de Varsovia y allí perdió la fe por influencia de las
corrientes iluminísticas y por el ateísmo reinante. El
1846, sospechoso de pertenecer a una organización
política, fue encarcelado en Varsovia por la policía
zarista. Contrajo el tifus en la cárcel y vivió bajo el
temor de una condena capital hasta el 27 de marzo de
1847, fecha en que fue puesto en libertad cuando en
absoluto lo esperaba. Entretanto, recuperó la fe el día
de la Asunción (15 de agosto de 1846).
Fe católica y espíritu patriótico
Ingresó en el noviciado de los capuchinos en Lubartów,
el 21 de diciembre de 1848, tras haber luchado contra sí
mismo porque tenía que dejar a su piadosa madre enferma.
Recibida la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de
1852, desarrolla su actividad como profesor de sagrada
elocuencia y de teología de los estudiantes capuchinos,
como confesor de los herejes convertidos, consejero en
su provincia capuchina, superior del convento de
Varsovia durante un año y, por espacio de veinte años
(1895-1916), comisario general de los capuchinos
sometidos a la dominación rusa.
Ante todo, ya desde joven sacerdote, fue el padre
Honorato un predicador y un clarividente director
espiritual. Este fue el intenso ministerio en los años
1853-1864, cuando le vemos predicando continuamente en
diversas iglesias de la capital Varsovia. Encargado de
la dirección de los terciarios franciscanos, no se
limitó a promover en ellos la vida devota, sino que los
quería también comprometidos en una ferviente actividad
caritativa y social. Durante este tiempo conoció a Sofía
Truszkowska y fue su director espiritual, encargándose,
además, del llamado «rosario viviente». Lejos, desde
luego, de estar satisfecho porque formara grupos de
hombres y mujeres entregados al rezo del rosario, los
estimuló a una caritativa actividad de irradiación.
En enero de 1863 fracasa el alzamiento contra los rusos.
Las órdenes religiosas están condenadas a la suspensión
y el padre Honorato queda recluido primeramente en el
convento de Zakroczyn, donde permanece hasta 1892, y
después en el de Nowe-Miasto.
Trató de salvar la fe católica y el espíritu patriótico
de su pueblo, contra las persecuciones zaristas
encaminadas a separar la iglesia polaca de la de Roma,
para que se incorporara a la instrumentalización
política en la que ya estaba metida la iglesia ortodoxa.
Como medios para la realización de este duro empeño,
escogió la devoción a la Virgen y la Tercera Orden
Franciscana que, con autorización del ministro general
de los capuchinos, había sometido a una reforma radical.
Las leyes civiles de la época prohibían el apostolado y
recibir novicios (forma de acabar con los religiosos).
Por tanto, para abrazar la vida religiosa era necesario
salir de la propia patria. Pero el padre Honorato
encontró la solución proponiendo vivir los consejos
evangélicos dentro del espíritu de la Tercera Orden
Franciscana. Por eso aconsejaba no abandonar la patria,
y llevar una vida ordinaria, sin hábito religioso, sin
convento, ocultamente. Mientras tanto, él rezaba y
estudiaba el Evangelio, en donde hallaba el espíritu y
también la forma de la vida religiosa.
Le sirvió de modelo la Sagrada Familia de Nazaret. El
punto clave es la vida escondida. El padre Honorato pone
su esfuerzo en hacerla vivir en las constituciones y en
los directorios de los institutos fundados por él. La
vida escondida no es para él una exigencia de las
especiales condiciones político-sociales de la Polonia
de su tiempo, sino más bien un postulado del Evangelio.
«En estas congregaciones -escribe- se observa la vida
escondida a los ojos del mundo. Un modo religioso de
vida no sugerido sólo por motivos de prudencia o de
necesidad, sino por el compromiso de imitar la vida
oculta de la Virgen. Es forma de vida que no va
precisamente sujeta a las circunstancias externas
sociales y políticas del momento, sino que se ha
escogido voluntariamente por cada uno, ya que es amable
por sí misma y reporta una mayor gloria a Dios, un
progreso espiritual más fácil y una salvación más
segura».
En el confesonario de Zakroczyn tomaron forma y vida
numerosos institutos, cada uno de los cuales abarcaría
una esfera particular: los intelectuales, los jóvenes,
los empleados de establecimientos, los de las fábricas,
las empleadas del hogar, los niños, los enfermos, los
artesanos, los campesinos... y los lugares y las
actividades con las que se podía ser útil al prójimo e
influir en un amplio círculo de personas, como en las
fondas y restaurantes, en librerías, bibliotecas,
escuelas, sastrerías, negocios...
«Novedad» en sus fundaciones
El padre Honorato quiso para la irradiación del
apostolado de sus religiosos que cada congregación
estuviera compuesta de tres diversas categorías de
miembros: la primera, de religiosos que, viviendo en
común, tenían la misión de acoger y dirigir a los otros;
la segunda, formada por religiosos de votos temporales
que viven con sus propias familias o en pequeños grupos:
son los «unidos» y las «unidas», el elemento más
dinámico de cada congregación, con mayor posibilidad de
influir en los otros con el apostolado activo y el
ejemplo; finalmente, la tercera categoría acogía a
terciarios comprometidos de modo particular en la
colaboración apostólica.
Todos estos religiosos llevaban traje normal de seglar y
su modo de vida fue confirmado por la Santa Sede con el
decreto Ecclesia Cathólica del 21 de junio de 1889.
Fuera por las circunstancias particulares o por la
intuición de los signos de los tiempos que tuvo este
gran apóstol de la época moderna, el caso es que en la
Iglesia había encontrado espacio, de derecho y de hecho,
una amplia docena de institutos «seculares», de los
cuales el padre Honorato era considerado como precursor.
Sin embargo, la experiencia fue de corta duración.
Pronto hubo recriminaciones y denuncias contra la
«novedad» de tal vida religiosa instaurada por el padre
Honorato fuera de las formas canónicas tradicionales.
Por eso, en 1907, le impusieron restricciones que de
hecho llevaron a la supresión de los «unidos» y de las
«unidas».
El anciano fundador no dejó de defender la forma de vida
y de apostolado religioso que, exigida por las
circunstancias particulares histórico-ambientales, tanto
bien había producido. Escribió que de las almas unidas a
él había querido hacer «un ejército de confesores de la
fe, que tenazmente supiesen oponerse a la befa del
mundo, diseminándolos por las casas y oficinas de cada
ciudad, en silencio y a escondidas, pero siempre y en
todas partes con riguroso y comprometido testimonio
cristiano».
Y él, que siempre había ordenado a sus religiosos que no
escribieran nada y que su propia identidad estuviera
rodeada del más absoluto silencio, les exaltaba con este
testimonio sobre su vida: «Estas almas ardientes crean
en torno a sí una atmósfera benéfica y moralizadora que
no sólo beneficia a los individuos por medio de las
relaciones personales, sino también a los grupos y a las
masas. Es de sobra conocido, desde luego, que personas
de buen espíritu, dondequiera que se encuentren, aunque
no hagan nada de particular, dejan sentir su presencia
saludable».
Tienen un tono dramático y profético las palabras con
las que, en 1916, pocos días antes de su muerte,
insistía en la necesidad de rodear la vida religiosa de
la más absoluta reserva y de vivirla clandestinamente:
«Os ruego que no os manifestéis nunca como religiosos,
porque ahora gozamos de una libertad temporal.
Volveremos a tener tiempos de grandes dificultades...
Sed constantes en este género de vida, ya que para esto
habéis sido llamados. Sólo con esto podréis acumular
tesoros de gracia divina, y con esto solo podréis
trabajar con gran provecho para la gloria de Dios y para
la salvación de las almas».
Las diversas congregaciones
El padre Honorato fundó diversas congregaciones, de las
cuales existen ahora 17, que por orden cronológico de su
fundación, son las siguientes:
-- Felicianas (1855, en memoria del capuchino san Félix
de Cantalicio);
-- Capuchinas de santa Clara (1860);
-- Esclavas del Santísimo Corazón de Jesús (1874);
-- Esclavas de santa María Virgen Inmaculada de Mariowka
(1878);
-- Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Siete
Dolores o Seráficas (1881);
-- Franciscanas de los Afligidos (1882);
-- Vestuarias de Jesús (1882);
-- Siervos de María Inmaculada (1883);
-- Esclavas de Jesús (1884)
-- Hijas del Purísimo Corazón de María (1885);
-- Hermanas del Santísimo Nombre de Jesús (1887);
-- Pequeñas Hermanas del Corazón Inmaculado de María
(1888);
-- Reparadoras de la Santísima Faz (1888);
-- Auxiliadora de las almas del Purgatorio (1889);
-- Hijas de María Inmaculada (1891), de ellas nació la
nueva congregación, para muchachas desviadas, las
-- Esclavas de la Madre del Buen Pastor (1895);
-- Hijos de la Madre de Dios Dolorosa o Doloristas
(1893).
Además, fue consejero y legislador de la congregación de
las Franciscanas del Santísimo Sacramento, monjas de
clausura en el monasterio de Kenty.
Ya no existen las siguientes congregaciones, que seguían
también la regla de la Tercera Orden de san Francisco:
1) Siervas de los Paralíticos, que en 1873 brotaron en
Varsovia para asistir al personal perteneciente a los
hospitales y también a los enfermos, especialmente los
crónicos;
2) Adoratrices para la suplicación, congregación fundada
en 1888 sobre todo para las almas inclinadas a la vida
de piedad y de contemplación;
3) Mujeres evangélicas, fundada el 25 de marzo de 1893
para señoras deseosas de una vida más perfecta;
4) Domésticos de la Sagrada Familia, fundada el 19 de
marzo de 1894 y abierta también a los casados y padres
de familia;
5) Hijas de la Madre de Dios de Czestochowa, fundada el
8 de septiembre de 1889 para gestionar en los
restaurantes a fin de acabar con la plaga del
alcoholismo y repartir buenas bebidas;
6) Asociación mariana de sacerdotes, erigida en 1899
para fomentar y profundizar en la vida espiritual del
clero;
7) Congregación de santa María, para la gestión en casas
de huéspedes haciendo frente a los abusos del
alcoholismo;
8) Hermanas enfermeras, fundada el 21 de noviembre de
1881;
9) Terciarias congregadas, fundada en 1894;
10) Reparadoras de Santa Margarita de Cortona, fundada
en 1895. De estas últimas congregaciones apenas si se
conoce el nombre e incluso se duda de su fundación.
Como si desde la cárcel...
Todas estas congregaciones, a excepción de las
Felicianas, las fundó el padre Honorato y dirigió
primeramente desde el convento de Zakroczyn y después
desde el de Nowe-Miasto, sin poder visitar nunca una
comunidad o una casa. El locutorio del convento estaba
expuesto a registros de la policía y por eso él formaba
a las hermanas y dirigía a los superiores desde el
confesonario. Además, a partir de 1881 se sirvió de la
hermana feliciana Isabel Stummer como portavoz en las
distintas comunidades y a su muerte se aprovechó de la
obra de Aniela Rosa Godecka, con la que había fundado
las Pequeñas hermanas del Corazón Inmaculado de María.
Desde 1905, cuando ya no podía atender a la gente en el
confesonario, impedido por la enfermedad y la sordera,
se dedicó al trabajo de mesa, despachando una nutrida
correspondencia con sus hijos espirituales. Las cartas,
en número de 3.871, se conservan manuscritas en
Varsovia, en el archivo de la vicepostulación, donde se
han recogido en 21 volúmenes.
También se conservan en el mismo archivo sus numerosas
predicaciones (un millar) y un vastísimo surtido de
obras, manuscritas en su mayor parte, que él fue
componiendo desde su juventud. Tratan de ascética,
mariología, hagiografía, historia, homilética, de la
regla de la Tercera Orden de san Francisco y de las
constituciones de las diversas congregaciones,
traducciones en polaco y temas varios.
Destacamos las siguientes: Powiesc nad powiesciami (El
amor de Dios a los hombres), Wlloclawek 1909, en cuatro
volúmenes, más dos inéditos; Sw Franciszek i jego
nasladowcy (San Francisco y sus seguidores), Warszawa
1901-13, en cuatro volúmenes, más otros dos también
inéditos; ¿Quién es María?, obra proyectada en 52 tomos
y 76 volúmenes, de los cuales solamente el primero fue
publicado en dos ediciones diversas: el autor se
proponía ofrecer una vastísima enciclopedia mariana (los
76 volúmenes suman 30.000 páginas).
También es interesante para el conocimiento de la vida
espiritual y del compromiso apostólico del padre
Honorato, el Diario espiritual, en donde leemos: «Desde
el primer momento de mi ingreso en la orden, he
perseguido este objetivo: dar a conocer a los hombres el
amor de Dios» (p. 541). De las casi 100 obras escritas
por el padre Honorato, 41 todavía permanecen inéditas.
La era de los testimonios
El padre Honorato se había encontrado, muy a pesar suyo,
con que tenía que ser fundador de congregaciones y su
«novedad» escandalizaba a muchos. A todos ellos les
asegura con humildad y firmeza: «La iniciativa no es
nuestra, no es una invención nuestra, y ni siquiera
habíamos captado desde el principio la oportunidad de
dichas congregaciones. Emprendimos esta tarea fundados
en la palabra de nuestro sumo pontífice León XIII, que
proclamó que san Francisco fue llamado a reformar la
Iglesia no de igual manera que otros santos, ni
solamente para su tiempo, sino para todos los tiempos,
de tal modo que siempre que la sociedad cristiana deje
el camino recto, bastará con reanimar con espíritu nuevo
sus instituciones, siendo la primera de todas su orden
tercera como medio más útil».
El padre Honorato estaba convencido de que sus
congregaciones de clandestinos de Dios son «algo a lo
que el Omnipotente prepara un gran porvenir y que, en un
futuro no lejano, ellas caracterizarán a la vida
religiosa en sí misma y en el seno de la Iglesia, porque
son el único medio de renovación cristiana, después de
la ruina que padecemos en la fe».
«En los tiempos actuales son necesarias estas
congregaciones y en cierto sentido, indispensables...
(ya que presentan) ejemplos vivos de perfección
evangélica en el seno de las familias y en la sociedad,
y muestran con palabras y hechos cómo se puede vivir
todavía cristianamente, es decir, según los principios
del Evangelio, aceptando y cumpliendo nuestros deberes
para con Dios y la Iglesia, para con la familia, los
propios subordinados y el ambiente social, prontos para
adaptarse, hasta donde la conciencia lo permite, a los
usos y costumbres del vivir social, evitando
excentricidades y extravagancias, exageraciones y
deformaciones».
Para la renovación y salvación del mundo, Dios necesita
corazones puros, almas dispuestas a todo sacrificio y
sufrimiento: «No importa que estas almas sean simples,
que pertenezcan al ínfimo grado social, que no sepan
leer ni escribir; lo que sirve de verdad es la decisión
de imitar a la santísima Virgen en la castidad, la
pobreza, la obediencia, que estén dispuestas a todo
trabajo, al servicio humilde, a soportar, si fuera
necesario, el hambre, el frío, hasta el destierro y la
persecución, incluso de parte de los padres y parientes;
dispuestas, al fin y al cabo, a sufrirlo todo con
Cristo».
«Solamente las almas de esta calidad podrán conseguir
que el Señor derrame los más abundantes frutos de su
redención sobre la sociedad que les rodea. ¡Oh carísimas
hermanas mías, qué afortunadas sois! Porque, aunque
pequeñísimas y débiles y pobres, sois el instrumento por
el que vendrá la salvación a un mundo sumergido en un
estado de corrupción tan deplorable».
Hacia el honor de los altares
El padre Honorato murió en olor de santidad el 16 de
diciembre de 1916, a la edad de 87 años. Se le dio
sepultura en la cripta del convento de Nowe-Miasto. El
10 de diciembre de 1975 su cuerpo fue trasladado a la
iglesia que había encima, tras haberlo reconocido.
El pueblo polaco, en la propia patria y en el
extranjero, lo tiene por santo. Por esto ya en 1929, al
conmemorar el primer centenario de su nacimiento, se
pensó en iniciar su causa de beatificación, y un año
después fue constituida una comisión especial para
preparar los procesos del caso. Por varios motivos,
sobre todo por la segunda guerra mundial, sólo el 7 de
abril de 1949 fue abierto en Varsovia el proceso
ordinario sobre la fama de santidad y las virtudes en
general; a éste siguió, el 5 de octubre de 1950, el
proceso de no culto. Cerrados uno y otro el 12 de enero
de 1951, fueron abiertos ante la sagrada congregación de
ritos (como se llamaba entonces), con rescripto del 23
de abril de 1951. El proceso sobre los escritos se
desarrolla entre el 27 de febrero de 1950 y el 5 de
abril de 1969. Se recogieron estos escritos en más de
100 volúmenes, y, después de examinarlos 12 teólogos de
la misma Varsovia, la sagrada Congregación para las
causas de los santos publicó, el 5 de abril de 1974, el
correspondiente decreto de aprobación. El promotor
general de la Fe estudia la Positio super Introductione
Causae, que había sido preparada ya en el curso de 1977.
Todo el proceso terminó felizmente y el padre Honorato
Kozminski de Biala Podlaska fue beatificado por Juan
Pablo II el 16 de octubre de 1988.
Fuente: Mariano D'Alatri, O.F.M.Cap., Beato Honorato
Kozminski. Padre de la moderna Polonia católica, en
AA.VV., «... el Señor me dio hermanos...». Biografías de
santos, beatos y venerables capuchinos. Tomo II.
Sevilla, Conferencia Ibérica de Capuchinos, 1997, págs.
199-209.
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