Fiesta: 22 de noviembre.
Beatificación:
Nacimiento: Capadocia (L'Aquila,
Italia), el 9 de junio de 1853
Muerte: Marasc (Armenia
Menor) el 22 de noviembre de 1895
Orden: Franciscanos
Menores Reformados
Beato Salvador Lilli y compañeros, mártires († 1895)
(Fratefrancesco.org) - Salvador Lilli nació en Capadocia, en la provincia
italiana de L'Áquila, el 19 de junio de 1853, en el seno
de una familia dedicada al transporte de carbón y leña a
Roma. Realizó algunos estudios y el 24 de julio de 1870, cumplidos los
18 años, ingresó en la orden franciscana, en el
noviciado que los Reformados tenían en Nazzano de Roma.
El 6 de agosto de 1871 profesó la regla de san
Francisco, y dos años después, debido a la supresión de
las órdenes religiosas en Italia, marchó como misionero
a Palestina. En Belén prosiguió sus estudios filosóficos
que había iniciado en Castelgandolfo. Estudió la
teología en el convento de San Salvador de Jerusalén, y
allí fue ordenado sacerdote el 6 de abril de
1878. Durante dos años prestó sus servicios en las
basílicas custodiadas por los franciscanos, hasta que, en 1880, fue enviado a Marasc, misión de Armenia
Menor (Turquía), perteneciente a la Custodia
de Tierra Santa. Aquí aprendió las lenguas
árabe, turca y armenia, y desarrolló un provechoso
apostolado entre los cristianos del lugar, como lo
demostraban los confesionarios siempre ocupados y las
comuniones frecuentes de los fieles, incluso entre
semana. Mantuvo buenas relaciones con las personas más
eminentes de la ciudad, católicas, ortodoxas y turcas.
Con las limosnas de los bienhechores levantó una nueva
capilla, que se inauguró el 4 de octubre de 1893.
También adquirió un gran campo y muchas herramientas
agrícolas para labrarlo.
En 1885 regresó a Italia, donde permaneció hasta el
año siguiente, antes de proseguir su actividad
apostólica, caritativa y social en Marasc.
En 1890 fue nombrado párroco de los cristianos de
Marasc. Ese mismo año hubo una epidemia de cólera, y el
P. Salvador, que se encontraba sólo en el convento,
desarrolló durante cuarenta días una labor incansable de
asistencia a los apestados.
En 1894 fue destinado como párroco y superior
a la misión de Mujuk-Deresi, a siete horas a caballo de
Marasc. Allí, en la plenitud de su vida y actividad
religiosa, cultural, social y económica, le sorprendió
en 1895 una fuerte persecución contra los cristianos
armenios, despreciados desde siempre por los musulmanes,
por su fidelidad a la fe cristiana. Miles de hombres, mujeres y niños fueron asesinados
en toda la región. Los superiores le avisaron que
abandonase urgentemente el lugar. Al segundo aviso
respondió diciendo que "el pastor no puede abandonar a
las ovejas en peligro", de modo que decidió permanecer
junto a los armenios perseguidos. Al cabo de un mes, los
soldados entraron en la misión a bayoneta calada, y el
valiente franciscano, que los recibió con el mayor
respeto, resultó herido en una pierna
mientras trataba de ayudar a las víctimas. Fue encerrado
en una celda del convento, y allí, entre halagos y
amenazas, el oficial de los soldados trató de
convencerle para que renegara de Cristo y se pasara al
Islam.
Pasada una semana, los soldados quemaron la misión y
se pusieron en marcha, llevando maniatado y herido a
fray Salvador, con otros campesinos, hasta Marasc. En la
iglesia, fray Salvador los oyó en confesión y les animó
a afrontar el martirio. Reemprendieron la marcha y
llegaron al borde de un torrente, cerca de Mujuk-Deresi.
Aquí el jefe trató, una vez más, de
hacerles renegar de Cristo y abrazar la fe musulmana. Ante la negativa de
todos, fueron asesinados allí mismo, a golpe de
bayoneta, y sus cuerpos quemados. Era el 22 de noviembre de 1895. El P. Salvador Lilli tenía 42 años. Sus compañeros de martirio, todos
armenios, se llamaban Baldji Oghlou Ohannes, Khodianin
Oghlou Kadir, Kouradji Oghlou Tzeroum, Dimbalac Oghlou
Wartavar, Geremia Oghlou Boghos, David Oghlou David y
Toros Oghlou David.
Entre 1930 y 1932 se instruyó el proceso ordinario
para la beatificación de estos mártires, incoándose la
causa en la Sagrada Congregación de Ritos en 1959,
durante el pontificado de Juan XXIII, buen conocedor y
amante de las Iglesias orientales europeas. En 1962-1964
se instruyeron procesos apostólicos en Alepo (Siria) y,
el 3 de octubre de 1982, víspera de la clausura del VIII
Centenario del nacimiento de san Francisco, Juan Pablo
II los proclamaba Beatos. En Capadocia celebran su
fiesta el 17 de agosto. Los franciscanos la celebran el
22 de noviembre. (Fratefrancesco.org)
De una carta del beato Salvador Lilli a su hermana
sor María Pía, trinitaria del monasterio de Capadocia,
del 4 de diciembre de 1890
Mi querida hermana, por más que me proponga ser más
diligente en escribirte, me parece que siempre lo
consigo, porque siempre se encuentran motivos que me
impiden hacerlo. Desde el mes de agosto estoy solo, como
superior del hospicio, pues los sacerdotes cambiados aún
no han sido sustituidos. Todo recae sobre mí.
Habiendo hecho, además, una obra, no te puedes
imaginar cuán ocupado me ha tenido, teniendo que
dirigirla en todo.
Por último, hace más de un mes que ha estallado el
cólera, y he tenido que patear yo solo como un cartero,
para socorrer a los enfermos, que no han sido pocos.
Pero es cierto que el Señor da la lana según las
estaciones. De hecho, no sólo me conserva en óptima
salud, sino que esos días sentía tal fortaleza, que ir
al enfermo de cólera, tocarlo, darle las medicinas,
hacerle fricciones, darle la vuelta y otras cosas
necesarias en tales casos, me parecían cosas normales,
de manera que yo, que nunca había visto el cólera, en
vez de espantarme, parecía un viejo soldado de batalla.
Sentía tanto valor, repito, que solamente el ministro de
la Iglesia católica, compenetrado con el alto ministerio
que ocupa, confiado en aquel Dios que lo sostiene,
desprecia los peligros y corre a aliviar al hermano
miserable, abandonado tantas veces incluso por sus seres
más queridos. Doy gracias infinitas al Señor por tanta
ayuda de su parte, y espero que me quiera conservar
hasta que desaparezca del todo esta plaga que ya casi se
ha acabado.
Por mi parte, quisiera que el Señor atendiese este
deseo mío: morir sirviendo y curando a los enfermos de
cólera, de manera que, como mártir de la caridad, por
gracia de Dios, pueda entrar serenamente en el cielo...
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