Fiesta: 13 de noviembre.
Canonización: Sixto V, 2
de julio de 1588
Nacimiento: San Nicolás
del Puerto (Sevilla, España), 1400
Muerte: Alcalá de Henares
(Madrid, España), 12 de noviembre de 1463
Orden: Franciscanos
Menores de la Observancia
Patrón de los religiosos
franciscanos no sacerdotes
Vida de San Diego de Alcalá, OFM Obs.
Fray Diego de Alcalá fue de los que dieron nuevo
esplendor a la figura de los humildes y sencillos
hermanos legos, que en los orígenes de la orden fueron
el gozo y la gloria de san Francisco de Asís.
Nació en San Nicolás del Puerto (Sevilla), el año
1400, en el seno de una familia humilde. Sus padres le
llamaron Diego por devoción al apóstol Santiago, patrón
de España (Didacus = Iacobus). Por las antiguas
hagiografías, mezcla de datos biográficos y
sermones morales y panegíricos, sabemos que Diego, desde
muy joven, llevó vida eremítica y penitencial junto a la
iglesia de su pueblo natal, combinando la oración con la
labranza de un huerto y la confección de pequeños
utensilios de uso doméstico. De ese modo se ganaba la
vida y podía ayudar a los pobres. Bajo la dirección de
un viejo ermitaño, hizo progresos en la vida ascética,
adquiriendo fama de santidad en toda la comarca.
Tenía 30 años cuando, habiendo oído hablar de la
pobreza y austeridad en que vivían los franciscanos de
la observancia, ingresó en el convento de la Arrizafa,
en la sierra de Córdoba. Siendo analfabeto, profesó como
hermano lego y desempeñó oficios humildes, como el de
portero y hortelano, en varios lugares de la custodia de
Sierra Morena.
En 1441 fue destinado a Canarias, y cinco años
después aceptó el cargo de guardián del convento de
Fuerteventura. Allí se dedicó a evangelizar a los
nativos, defendiéndolos de la rapacidad de los
conquistadores españoles. Esto le supuso no pocos
inconvenientes, de modo que se vio obligado a regresar a
la Península en 1449.
En 1450 viajó a Roma con fray Alfonso de Castro,
paga ganar el jubileo y asistir a la canonización de san
Bernardino de Siena. Debido a la falta de condiciones
higiénicas y a la escasez de recursos, una mortífera
epidemia de peste azotó la ciudad ese año, y postró en
cama a la mayoría de los frailes del convento de
Araceli, donde ambos se hospedaban. Heroico fue el
comportamiento de Diego, que se desvivió en cuidados con
ellos y con los pobres y enfermos de la ciudad,
procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de
muchos al contacto de sus manos untadas de aceite de la
lámpara de la Virgen.
De vuelta en España vivió en las casas observantes de
Sevilla y la Salceda, antes de llegar a su destino
final, el convento de Santa María de Jesús, de Alcalá de
Henares. Dicho convento lo acaba de fundar don Alfonso
Carrillo, arzobispo de Toledo, quien quiso poblarlo de
religiosos que destacaran en santidad y sabiduría, con
la finalidad de corregir los errores y costumbres no
cristianas introducidas entre los fieles por el trato
con los judíos. Fray Diego ejerció primero el oficio de
hortelano, en un recinto conocido luego como "huerto de
san Diego", hasta que, en razón de su edad, y por
parecerles más útil para la edificación del pueblo, los
superiores lo colocaron de portero en el convento. Fue
aquí donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia,
afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos
los bienhechores y necesitados que acudían a la
portería. Se cuenta que el guardián de la casa, después
de recibir quejas de un religioso acerca de la
generosidad de Diego, lo sorprendió con un gran bulto en
la falda del hábito, y al interesarse por su contenido,
en vez de panes sólo pudo ver flores. Esta escena es la
que más se repite en su iconografía. Su espíritu de
oración y la sabiduría que el Espíritu infundió en él
atraía a los cultos y letrados de la universidad
complutense. Su devoción se movía entre dos polos: la
Virgen María y Cristo eucaristía.
Fray Diego murió en Alcalá el 12 de noviembre de
1463, abrazando un crucifijo y recitando: "Dulce leño,
dulces clavos..." Tenía 63 años. Sus reliquias se
veneran en la iglesia catedral de la ciudad. La gran
fama de su santidad, y los muchos milagros atribuidos a
él antes y después de su muerte, hicieron que la
apertura del proceso de canonización no se hiciera
esperar. El mayor impulso lo dio el rey Felipe II, en
agradecimiento por la curación de su hijo Don Carlos. La
protección de San Diego sobre la salud de los reyes
españoles se mantuvo hasta época reciente. Fue
canonizado por el papa franciscano conventual Sixto V,
el 2 de julio de 1588.
Fue un santo muy popular. Santa Teresa lo recuerda
como ejemplo de servicio. Muchos conventos, iglesias y
capillas, e incluso una ciudad de California, están
dedicadas a su nombre. Los más grandes artistas se
ocuparon de él. Lope de Vega le dedicó el soneto: "La
verde yedra al tronco asida", y el drama "San
Diego de Alcalá", para ser representado en Alcalá en las
celebraciones del 12 de noviembre de 1613. Zurbarán,
Ribera, Murillo, Gregorio Fernández, Alonso Cano y Pedro
de Mena son los que nos han dejado sus mejores retratos.
En la iconografía suele estar representado con
sayal buriel entallado en el cordel franciscano, y un
manojo de llaves en la cintura. También elevado del
suelo delante de un Crucifijo, en presencia del ministro
general de la orden, o en el milagro del pan convertido
en flores.
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