San Nicolás Tavelic y compañeros mártires

S. Deodato, S. Pedro y S. Esteban, franciscanos minoritas

   
   

 

Fiesta: 14 de noviembre.

Reconocimiento del culto de Nicolás Tavelic: León XIII, 1889

Reconocimiento del culto de los otros tres: Pablo VI, 1966

Canonización (de los cuatro mártires): Pablo VI, 21 de junio de 1970

Orden: Hermanos Menores (Minoritas).

 

Santos Nicolás Tavelic y compañeros mártires

Nicolás Tavelic nació hacia el año 1340, en la ciudad dálmata de Sebenic. Ingresó adolescente en la Orden de los hermanos Menores y fue ordenado sacerdote. En el año 1372, el vicario general fray Bartolomé de la  Verna había lanzado una llamada a los religiosos para participar en una singular cruzada misionera en Bosnia. Gregorio XI, en una bula con fecha 22 de junio del mismo año presentaba buenas perspectivas para el avance de la verdadera fe en aquellas zonas devastadas por la herejía de los bogomiles, secta de marcado carácter maniqueo, que unía a sus errores dogmáticos una rígida austeridad de vida.

A la llamada respondieron fray Nicolás, y también fray Deodato de Rusticinio o de Rodez, sacerdote de la provincia franciscana de Aquitania. Ambos trabajaron juntos, unidos por una íntima y fraternal amistad, soportando doce años de dificultades y fatigas interminables. La relación "Sibinicensis" describe tanto la expedición apostólica en Bosnia como la relación del martirio en Jerusalén.

En 1384, Nicolás y Deodato se embarcaron rumbo a Palestina, y se instalaron en el convento de San Salvador de Jerusalén, donde se encontraron con los hermanos Pedro de Narbona y Esteban de Cúneo. Esteban pertenecía a la provincia franciscana de Liguria, profesó la regla franciscana en Génova y había trabajado ocho años en la isla de Córcega, antes de embarcarse para Tierra Santa. Pedro, perteneciente a la provincia de Narbona, procedía de los primeros eremitorios umbros fundados esos mismos años por el beato Paoluccio Trinci, iniciador de la Observancia franciscana.

Los cuatro permanecieron en Jerusalén, dedicados al estudio y la oración, hasta que, después de mucho sopesarlo, Nicolás, en el espíritu de san Francisco, llevado por el celo de la fe y el deseo del martirio, proyectó una empresa audaz: anunciar públicamente en Jerusalén, ante los principales dirigentes de la ciudad, la doctrina de Cristo, demostrando que el islamismo no es la verdadera religión, y que Jesucristo, Dios y hombre, era el verdadero enviado de Dios para salvar al mundo, y no Mahoma.

Previa consulta con dos teólogos, se prepararon un buen discurso, en el que exponían la doctrina cristiana y refutaban el islamismo. El 11 de noviembre de 1391 salieron a la calle, decididos a realizar su descabellado proyecto. Cada uno llevaba un pliego escrito en latín y en árabe. Trataron de entrar en la mezquita, pero les impidieron el paso. Al ser interrogados respondieron que querían ver al Cadí, "para decirle cosas muy útiles y saludables para su alma". Les respondieron que el Cadí no vivía allí, y los condujeron hasta su palacio.

Una vez en presencia del Cadí o Juez islámico de la ciudad, y de muchos musulmanes, expusieron sus escritos, y presentaron sus razones con gran firmeza y valentía, hablando extensamente del mensaje de Cristo. La turba de mahometanos los escucharon primero con asombro, luego irritados y, al final, abiertamente hostiles, pues jamás habían escuchado semejantes afirmaciones contra el Corán y contra su religión.

El Cadí, visiblemente airado, los interrogó acerca de si eran conscientes de lo que decían, o lo hacían en un momento de exaltado fanatismo, sin control de la razón, como tontos o locos. También les preguntó los enviaba el Papa o alguno de sus reyes. Mas ellos respondieron que ellos iban enviados por Dios, y que si no creían en Jesucristo y no se bautizaban en su nombre, no tendrían la vida eterna. Al ver que no se retractaban de sus afirmaciones, fueron condenados a morir ejecutados el 14 de noviembre.

Tres días permanecieron en prisión, soportando toda clase de torturas. Por fin, el día señalado los llevaron a la plaza pública, donde se les dio otra vez la oportunidad de retractarse. Mas, como ellos se negaran, se les aplicó la condena de muerte. Sus cuerpos fueron despedazados y quemados. Los musulmanes hicieron desaparecer sus restos, para evitar que fuesen venerados por los cristianos. Su muerte fue descrita en una relación del Custodio de Tierra Santa, el padre Geraldo Calveti, dos meses después del martirio.

El culto de los cuatro mártires en la orden franciscana se remonta al siglo XV. En 1889, el papa León XIII confirmó solamente el culto de Nicolás, que era muy venerado en Croacia. Pablo VI confirmó el culto de los otros tres mártires en 1966, fijando su fecha en el 17 de septiembre, aunque en martirologio franciscano se mantiene el 14 de noviembre, fecha de su martirio. Por último, el 21 de junio de 1970 fueron canonizados por el mismo papa.

 
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