De sus Escritos
Amad a vuestros enemigos y haced el
bien a los que os odian', pues nuestro Señor Jesucristo,
cuyas huellas debemos seguir, llamó amigo al que lo
entregaba y se ofreció espontáneamente a los que lo
crucificaron (S.Francisco, 1Reg 22).
Y te damos gracias porque... quisiste
que Él, verdadero Dios y verdadero hombre naciera de la
gloriosa siempre Virgen Santa María, y quisiste que
nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz, y
sangre, y muerte (S.Francisco, 1Reg 23).
Y yo oraba y decía así sencillamente:
'Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus
iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos,
porque por tu santa cruz redimiste al mundo' (S.Francisco,
Testamento).
En esto es en lo que podemos
gloriarnos: en nuestras flaquezas y en llevar a cuestas
cada día la santa cruz de nuestro Señor Jesucristo (S.Francisco,
Adm.5)",
Y la voluntad de su Padre fue que... se
ofreciera a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio
de su propia sangre, en el altar de la cruz; no para sí
mismo..., sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo
para que sigamos sus huellas (S.Francisco, a todos los
fieles).
El buen Pastor, por salvar a sus
ovejas, soportó la pasión de la cruz. Y sus ovejas lo
siguieron en la tribulación y la persecución, en el
sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y
en todo lo demás; por eso recibieron del Señor la vida
sempiterna. (S.Francisco, Adm.6).
Si el sepulcro donde yació algún tiempo
es venerado, ¡Oh, qué santo, justo y digno debe ser
quien toca con las manos, toma con la boca y el corazón
y da a otros... al que ha de vivir eternamente...! (S.Francisco,
Carta a la Orden).
De las Biografías
"Consideremos, queridos hermanos,
nuestra vocación, a la cual nos ha llamado el Señor por
su misericordia, no tanto para nuestra salvación, cuanto
por la salvación de muchos otros, a fin de que vayamos
por el mundo exhortando a los hombres más con el ejemplo
que con las palabras, para moverlos a hacer penitencia
de sus pecados y para que recuerden los mandamientos de
Dios". (Tres Compañeros, 36)
Cuando Francisco, por la enfermedad, se
veía precisado de mitigar el primitivo rigor, solía
decir: 'Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios,
pues escaso es, o poco, lo que hasta ahora hemos
adelantado'. No pensaba aún haber llegado a la meta..."
(Vida I, 103).
Si quieres conocer mi voluntad, es
preciso que todo lo que has amado y deseado tener como
hombre carnal lo desprecies y aborrezcas. Y luego que
empiezes a probarlo, lo que hasta ahora te parecía suave
y delicioso se te volverá insoportable y amargo; y en lo
que antes te horrorizaba sentirás una gran dulzura y
suavidad inmensa" (Estas palabras del Señor a Francisco
y el abrazo al leproso al día siguiente marcaron el
comienzo de su conversión).
Bien lo saben cuantos hermanos
convivieron con él (con Francisco), qué a diario, qué de
continuo traía en sus labios la conversación de Jesús;
qué dulce y suave su diálogo; qué coloquio más tierno y
amoroso mantenía. De la abundancia del corazón habla la
boca, y la fuente de su amor iluminado que llenaba todas
sus entrañas, bullendo saltaba fuera. (Vida I de S.
Francisco, 115).
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