De los Sermones de Cuaresma
¡Qué grande es la vanagloria de creerse
que pueda el hombre hacerse Dios! ¡Desgraciado! Por
haber querido vanamante divinizarte te has rebajado
hasta infrahumanizarte.
¡Oh bondad de Dios! ¡Oh dignidad del
penitente! Aquél que habita en la eternidad habita en el
corazón del humilde y en el espíritu del penitente!
Me confieso con un hombre, pero no como
a un hombre, sino como a Dios.
David tiró por tierra a Goliat con la
honda y una piedra; así Cristo con la honda de la
humanidad y la piedra de la Pasión venció al diablo.
Casa de Dios llaman también a la confesión por la
reconciliación del pecador. En ella se reconcilia el
hombre con Dios, como se reconcilia el hijo con el padre
cuando éste le recibe en la casa paterna.
Si en la casa de la confesión se hace
oir la sinfonía del canto y de la compunción amarga,
responde inmediatamente al unísono el coro de la divina
misericordia para perdonar los pecados.
Roguemos al mismo Jesucristo, Hijo de
Dios, y pidámosle insistentemente nos conceda llegar con
espíritu contrito al desierto de la confesión y
merezcamos recibir esta cuaresma, el perdón de nuestras
iniquidades
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