Hermanos Menores "de la Unión Leonina"
El 4 de octubre de 1897 el papa León XIII, por la
Constitución Apostólica "Felcitate quadam", reunía cuatro reformas franciscanas:
Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos y
Recoletos, con la simple denominación de "Hermanos
Menores", título que comparten con los Hermanos Menores
Conventuales y los Hermanos Menores Capuchinos.
Origen de la Observancia
La reforma Observante o de la
Regular Observancia, versión moderada del movimiento de
los frailes Espirituales o Fraticelli, comenzó en Italia
en 1368, por obra del beato fr. Paoluccio Trinci de
Foligno, en la ermita de Brogliano, entre Foligno y
Camerino. A su muerte en 1391, las ermitas y conventitos
bajo su jurisdicción eran ya 16, todos ellos en el
centro de Italia, entre las regiones de Umbria y Marcas.
El beato Paoluccio, sin embargo, sólo fundó el de San
Bartolomé de Marano (Foligno); los demás se los había
cedido la Orden, es decir, los llamados Conventuales, a
cuyos superiores legítimos estaban sujetos.
Las reformas observantes se extendieron enseguida por
Italia, Francia, España y Portugal, y fueron reconocidas
por el Concilio de Constanza, con la Constitución
apostólica "Supplicationibus personarum" del 23 de
septiembre de 1415. Con las bulas "Vinea Domini" del 15
de marzo de 1431 y "Ut sacra" del 11 de enero de 1446,
el papa Eugenio IV separó prácticamente a la Observancia
de los Conventuales, y la transformó en una especie de
orden dentro de la orden, ya que la dependencia de los ministros
generales conventuales era simplemente nominal.
La nueva familia franciscana quedó organizada, desde
entonces, en dos Vicarías generales, autónomas entre sí:
una Cismontana (Italia) y otra Ultramontana (el resto de
Europa), ambas divididas en Vicarías provinciales. Los
cuatro pilares que organizaron y consolidaron la reforma
observante fueron san Bernardino de Siena, fray Alberto
de Sarteano, san Juan de Capistrano y san Jaime de la
Marca, animados todos ellos por una sincera voluntad de
adaptar genuinamente los ideales de san Francisco a su
tiempo. Con el ejemplo, y en virtud de su enérgico y
acertado gobierno, la reforma creció y se extendió
rápidamente, y empezó a abandonar los eremitorios y a
volver a los estudios, imprescindibles para el
apostolado popular, misionero, caritativo y social, en
el que se distinguieron no pocos Santos y Beatos.
Difícil convivencia
Las relaciones con el resto de la
Orden no fueron siempre ejemplares. Frente a los
Franciscanos Conventuales o Claustrales, que defendían a
ultranza una vida estable de observancia de la Regla con
mitigaciones pontificias, sin las cuales pensaban que no
podrían hacer frente al cúmulo de actividades que la
misma Iglesia les encomendaba, muchos Observantes no
veían más solución que la radical supresión de los
mismos, cosa que consiguieron en España y en sus reinos
con el poderoso apoyo de los Reyes Católicos y de Felipe
II. La misma intransigencia excluyente mostraron frente
a las otras reformas (Villacrecianos, Amadeitas,
Alcantarinos, frailes del Capucho, etc.), que defendían
su legítimo derecho a observar la regla sin tener que
romper la comunión con la Orden. Tampoco ayudaron a
mejorar las relaciones los mil y un litigios surgidos en
torno a la posesión de los conventos, ya que los
Observantes, cuyo crecimiento era imparable, en ciertos
lugares, tendían a apropiarse de las casas conventuales,
antes que fundar otras nuevas.
Bajo el signo de las divisiones
En ese ambiente de
discordia, todos los esfuerzos por reunificar a la Orden
fracasaron, de modo que el 29 de mayo de 1517, con la
bula "Ite vos", el papa León X terminó de romper il hilo
simbólico que aún mantenía unidas a ambas familias,
concediendo a los frailes de la Regular Observancia el
primado jurídico de la Orden, que hasta ese momento
tenían los Conventuales. En cuanto a las otras reformas,
el mismo papa las obligó a unirse a una u otra Orden. En
ese momento, los Observantes eran ya 30.000, repartidos
en 1.500 conventos. Los conventuales eran otros tantos.
En el siglo XVI, la Observancia ya no es la de antes: no
rehuye los estudios, construye grandes conventos e
iglesias enormes sin mayores escrúpulos de conciencia.
Nada tiene, pues, de extraño que, apenas un año después
de la división, se segregaran de ellos los Frailes
Menores Reformados de la Estricta Observancia, aprobada
por Clemente VII el 16 de noviembre de 1532, con la bula
"In suprema". El mismo papa, cuatro años antes, había
aprobado también la reforma de los Frailes Menores
Capuchinos, desgajados igualmente de la Observancia. Los Alcantarinos,
Reformados y Recoletos,
aún dependiendo del ministro general observante, gozaban
de amplia autonómía, con aprobación de la Iglesia.
Tantas divisiones podrían ser motivo de escándalo para
algunos, pero no dejan de ser, en realidad, un signo de
la gran vitalidad del árbol plantado por San Francisco,
cuyos hijos nunca han dejado de competir -no siempre de
la manera más apropiada- por alcanzar la meta de la
perfección evangélica, estimulados siempre por los
ejemplos y las palabras del santo fundador.
Excepto los Capuchinos, que lograron conquistar y
mantener su independencia, las otras familias
franciscanas reformadas siguieron formando parte de la
familia Observante, compartiendo con ellos un mismo
ministro general y los esfuerzos apostólicos y
misioneros, distinguiéndose, de manera especial, en
Hispanoamérica, donde aún son muy numerosos y
constituyen una fuerza importante de la Iglesia
Católica.
Crisis y reunificación
Las distintas ramas
Observantes también fueron víctimas del ciclón revolucionario
europeo de los siglos XIX y XX, pero su fuerte vitalidad
interna, la rápida fundación de nuevos seminarios y del
Colegio Internacional Romano (1890) para los estudios
superiores, la erección de nuevas provincias, la
creación de nuevos conventos y la recuperación de los
antiguos les aseguró una fuerte recuperación y una
presencia aún más numerosa y prestigiosa que antes.
La reunificación de León XIII del 4 de octubre de 1897
puso fin a la secular división de la familia observante,
aunque aún tendrá que intervenir Pío XII en 1940, para
hacer frente a ciertas resistencias, debidas, sobre
todo, a motivos políticos y nacionales.
Presencia y actividades hoy en el mundo
Hoy, los
Hermanos Menores están en todo el mundo y son la fuerza
misionera más importante de la Iglesia católica. El 31
de diciembre de 1991 eran 16.008 profesos solemnes (6
cardenales, 9 arzobispos, 92 obispos, 12.492 sacerdotes,
69 diáconos permanentes, 684 clérigos y 2856 hermanos
legos). Los profesos simples eran 2153 (1475 estudiantes
de teología y 678 hermanos legos) y los novicios, 577,
que sumaban en total 18.738 religiosos (ver
estadísticas actualizadas).
Los Hermanos Menores tienen a su cargo importantes
santuarios del franciscanismo primitivo, como San
Damián, Las Cárceles y la Porciúncula en Asís, la Verna,
Araceli en Roma y los santuarios del valle de Rieti.
También tienen bajo su custodia los Santos Lugares de
Tierra Santa. El "Ateneo Antoniano" de Roma, con sus
facultades de teología, filosofía y derecho desarrolla
una amplia actividad científica y cultural. El Colegio
S. Buenaventura de Quaracchi (ahora Grottaferrata) es
célebre por sus ediciones monumentales de autores y
documentación franciscana. Dignos de mención son también
la Comisión Escotista y el Instituto Bíblico de
Jerusalén, los centros Angelicum de Milán y Antoniano de
Bolonia. Pero no todo es cultura. Los Menores también
desarrollan una intensa labor misionera y pastoral en
multitud de parroquias, iglesias y santuarios de todo el
mundo.
El grupo franciscano más numeroso se caracterizan por el
hábito marrón o café, que sustituyó al gris tradicional
en el siglo XIX, un capucho corto que no baja de los
hombros y las típicas sandalias.
La curia general, después del derribo del convento de
Araceli para la construcción del gigantesco monumento a
Víctor Manuel II, se trasladó al convento de Santa María
Mediadora, en la colina del Gelsomino de Roma.
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