Oh, Seráfico Patriarca, que nos dejaste
ejemplos tan heroicos
de separación del mundo y de todo lo que el
mundo aprecia y ama,
Te suplico te dignes interceder por el
mundo, en esta época
tan olvidada de los bienes sobrenaturales y
perdida trás lo material.
Tu ejemplo sirvió en otros tiempos para
sacudir a los hombres;
y, despertando en ellos los más sublimes
pensamientos,
produjo una renovación y una auténtica
reforma.
La obra reformadora fue confiada por ti a
tus hijos,
los cuales respondieron bien al encargo.
Mira ahora, Glorioso san Francisco,
desde el cielo donde tú triunfas,
a estos hijitos tuyos, dispersos por toda la
tierra,
e infúndeles de nuevo una parte de aquel
espíritu seráfico tuyo,
para que puedan cumplir su altísima misión.
Y luego echa una mirada al Sucesor de San
Pedro,
a cuya sede fuiste tan devoto cuando vivías,
al Vicario de Jesucristo, cuyo amor ha
llagado tu corazón.
Obtenle las gracias que tanto necesita para
cumplir sus deberes.
Él espera estas gracias de Dios, por los
méritos de Jesucristo,
representados en el trono de la Majestad
Divina
por tan poderoso intercesor. Así sea.
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