Luce el cielo su manto de estrellas
en la noche callada y serena;
cuando todos descansan y duermen,
fray Francisco absorto está en vela.
Y sus ojos, al cielo elevados,
son plegaria de amor y de entrega,
y su voz, un susurro de rezos,
convertidos en dulces poemas.
"¡Quién sois Vos, Señor mío y Dios mío!
¡Quién soy yo, vil gusano en la tierra!..."
Y así pasan las horas volando,
y Francisco, extático, sueña:
¡es heraldo del Rey de la gloria,
y la Dama Pobreza es su dueña!
Ya no cuentan dolores ni gozos,
sufrimientos y dichas no cuentan.
Demos gloria al Dios increado,
Trino y Uno en personas y esencia,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
alabanzas y glorias eternas. Amén.
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