Desde Asís

¡La Iglesia necesita tu fuerza y tu santidad de vida!

abril 2010

fr. Abel García-Cezón

 

En la Leyenda de los Tres compañeros, una de las más antiguas biografías de san Francisco, se cuenta un hecho de una importancia especial para la vida del Pobrecillo y de sus primeros hermanos: “Antes de que Francisco se pusiera en camino hacia Roma, el Papa Inocencio III tuvo una visión en la que veía que la iglesia de San Juan de Letrán se desplomaba y que un hombre religioso, pobre y pequeño, la sostenía con sus propias fuerzas. Este sueño dejó al Papa atónito, preguntándose qué significaría tal visión. A los pocos días se presentó ante él Francisco y le expuso su plan de vida y le suplicó que le aprobara la Regla que había escrito con palabras sencillas, tomadas del Evangelio, a cuyo seguimiento aspiraba con todas sus fuerzas. Viéndolo el Papa tan fervoroso en el servicio de Dios y recordando su propio sueño, comenzó a decirse para sus adentros: "Verdaderamente éste es aquel varón religioso y santo por el que la Iglesia de Dios se levantará y se sostendrá". Acercándose el señor Papa a Francisco lo abrazó y le aprobó la Regla. Le dio también el permiso, lo mismo que a sus hermanos, para predicar la penitencia en todo el mundo. Francisco, por su parte, dio gracias a Dios y, puesto de rodillas, prometió humilde y devotamente al señor Papa obediencia y reverencia”.

 

 

 

 

En estos días estamos viendo a nuestra madre la Iglesia, y al Papa en especial, humillada, despreciada, perseguida...No podemos ocultar el grave pecado y el mal horrendo que algunos de sus hijos han cometido, traicionando la confianza del Señor y de su Pueblo santo. Pero el mal, presente dentro de la Iglesia, no es más fuerte que el bien, como algunos quieren hacernos creer. Los ataques que está recibiendo nuestra Iglesia no parece que busquen únicamente esclarecer la verdad de lo ocurrido, sino otros fines… ¿No será que la tradición de la Iglesia y su experiencia secular, el magisterio fuerte del Papa Benedicto, el testimonio precioso de entrega y de servicio humilde de tantos religiosos, sacerdotes y laicos, la defensa valiente de la cultura de la vida, la promoción de la justicia, el estilo de vida alternativo de muchos creyentes… resultan demasiado incómodos, molestos, incluso insoportables para algunos sectores de nuestra sociedad?

El Espíritu de Dios, “alma de la Iglesia”, está actuando a pesar de todo y especialmente en estos momentos realmente difíciles. Y sabrá suscitar, con nuestra disponibilidad y con la santidad de nuestra vida, un bien más grande, una abundancia de gracia y de novedad también en este momento crucial de nuestra historia. Él no cesa de llamar e interpelar, suscitar y provocar, mandar y enviar…

¿QUIÉN RESPONDERÁ A SU LLAMADA?

¿QUIÉN IRÁ EN SU NOMBRE?

¿QUIÉN TENDRÁ EL VALOR DE HABLAR DE CRISTO?

¿QUIÉN OFRECERÁ LO MEJOR DE SU VIDA POR EL SEÑOR Y SU IGLESIA?

¿QUIÉN ESTÁ DISPUESTO A SOSTENER, COMO FRANCISCO, LA IGLESIA?

Querido amigo, ahora es el momento crucial para una respuesta valiente. La Iglesia necesita tu fuerza, tu palabra, tu pasión, tu oración confiada e incesante, tu amor incondicional y sin rebajas... No te pierdas en discusiones inútiles, en críticas fáciles. No hables mal de quien, a pesar de su fragilidad y pobreza, te ha dado lo mejor que tiene: Jesucristo, el Evangelio, los sacramentos, la Virgen María, tantos hermanos y hermanas…

AHORA ES EL MOMENTO DE PRONUNCIAR UN “SÍ”, UN “AQUÍ ESTOY”.

¿ESTÁS DISPUESTO?


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