José Saramago, A segunda vida de Francisco de Assis.
Ed. Caminho. Lisboa 1987 (en portugués).
El
portugués José Saramago, comunista y "no creyente",
premio Nóbel de Literatura en 1998, se suma también a la
larga lista de grandes literatos que se han ocupado de
la figura de Francisco de Asís. Nacido en Ribatejo, al
norte de Lisboa, de familia humilde, trabajó como
cerrajero, empleado sanitario, traductor, periodista y
director del Diario de Noticias. Entre sus novelas más
conocidas están: "El año de la muerte de Ricardo Reis",
"Historia del cerdo de Lisboa", Tierra del pecado", "El
evangelio de Jesús" y "Todos los nombres". Ha publicado
además tres libros de poesía, crónicas, cuentos y obras
de teatro, entre las que destaca "En nombre de Dios" y
"La segunda vida de Francisco de Asís". Con ocasión del
estreno de esta última obra en Italia en el 2001,
Saramago mantuvo en Roma con Enrico Morteo, para
RAI-Radio 3, una entrevista de la que entresacamos,
traducidas al castellano, las respuestas que se refieren
más directamente al tema franciscano.
Fuente:
radio.rai.it/radio3.
- ¿Cuáles son sus lazos con un pensamiento
religioso que, necesariamente, expresa la figura de San
Francisco?
J.S.- Antes que nada, esta obra teatral no trata de
la segunda vida de "San" Francisco de Asís, sino que se
llama "La segunda vida de Francisco de Asís", y eso
demuestra que me interesa más la vida del hombre en
cuanto tal, que en su santidad.
Es verdad que puede parecer contradictorio que una
persona como yo, cuyas opiniones políticas, ideológicas
y filosóficas están tan lejos de la trascendencia - ya
sea ésta de matriz cristiana o de otra - se pueda
interesar, como escritor y como hombre, de estas cosas,
pero yo no lo considero así.
La religión y la trascendencia son temas de los que
todas las personas se ocupan, no están reservadas sólo a
algunos, y, por tanto yo, como escritor, ocupándome de
la vida de las personas, me ocupo a mi vez de estos
temas que tienen que ver con la dimensión de lo
trascendente.
Por otra parte, aunque mis relaciones con la
religión sean - ¿cómo diría? - de observador no
creyente, no puedo negar que tengo una mentalidad
cristiana, y desde luego no animista, ni islamista, ni
budista, ni la de ninguna otra religión.
Mentalmente soy un cristiano, mi mentalidad es
cristiana y, por tanto, con este título creo que puedo y
debo ocuparme, como escritor, de temas que aparentemente
no me deberían corresponder, pero que, desde el punto de
vista en el que de vez en cuando me pongo, son tan míos
como de Juan Pablo II.
Me parece que este acento que pone usted sobre la
humanidad de San Francisco, coloca a la religión en una
luz diferente, quizás no tanto como expresión de fe,
cuanto de compromiso en el mundo y en la vida.
- ¿Es esto lo que usted ve en la figura de
Francisco?
J.S.- Los tiempos, seguramente, han cambiado, y esto
es innegable, pero, al mismo tiempo y seguramente en
este caso, hay continuidades. La Iglesia de hoy, que no
tiene ninguna semejanza con la Iglesia de los tiempos de
su fundación, ni mucho menos con la de los tiempos de
San Francisco, utiliza las palabras y la imagen de este
personaje como elemento legitimador de su propia postura
actual, y esto es un aspecto que, entre presente y
pasado, puede servir para comprender mejor el presente.
[...]
- Precisamente la escritura, el sentido de la palabra,
son tan importantes en su literatura. En algunos casos,
por ejemplo, al comienzo de "El asedio de Lisboa", bastó
añadir una palabra, la negación "no", para cambiar el
sentido de una historia. En el caso de Francisco, usted
decía antes que la Iglesia se sirve aún de su palabra
para legitimarse hoy. Pero la palabra de Francisco, tan
sencilla y esencial, ¿aún consigue ser densa,
enriquecedora, llena de significado en el mundo de hoy,
que es un mundo tan distinto del mundo de entonces, como
usted mismo decía?
J.S.- Cuando Francisco regresa esta segunda vez a la
vida, encuentra una situación dramática, una Iglesia y
una compañía muy diferente de las que él había dejado, e
inicialmente querría volver a la pureza de los orígenes,
pero los tiempos han cambiado, y se vé obligado a tomar
conciencia de la imposibilidad de volver atrás.
Pero lo que más me interesa como autor, es cómo en
este revivir, en este encontrarse tan cambiado lo que
había dejado, puede salir a la luz un equívoco - que tal
vez en el siglo XIII no podía ser interpretado como tal,
pero que hoy no puede no ser visto en esta clave, y es
el equívoco de la pobreza.
Si la pobreza de Francisco en los comienzos podía
ser una pobreza santa, evangélica y, como tal, llena de
valor y de significado, lo que él mismo tendrá ocasión
de descubrir, en el conflicto que nacerá en su segunda
vida con sus antiguos compañeros, es que ya no se puede
mantener de ningún modo que sea santa, como afirma aún,
hipócritamente, la Iglesia.
Es aquí, por tanto, donde se juega el sentido de la
historia, de esta relectura de la palabra misma de
Francisco. Los pobres existen y no son santos, ni
aspiran a serlo.
- Me parece que aquí vuelve aquella palabra que, en una
entrevista, dijo usted que era tan importante, porque es
la palabra no, que permite rechazar lo que no se
considera justo y no se quiere. En este caso es no a la
pobreza, a la aceptación de un mundo cuyo orden esté
establecido. No queda una palabra importante para
ella...
J.S.- "No" a la pobreza, "no" a la injusticia, "no"
a la crueldad. Es curioso ver que el único ser cruel
sobre la tierra es el ser humano.... Los animales no son
crueles. No lo es el tigre, ni el león, que tienen
necesidad de matar para alimentarse.
El único animal realmente cruel que existe es el
hombre, que mata por placer, por pasión, por venganza,
por odio, por todas las razones que más o menos sabemos;
y que, además de matar, tortura. Ningún animal tortura a
otro animal, y es a esto a lo que hay que decir "no".
[...]
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