El interés de Valle Inclán por la naturaleza y
el mundo campesino medieval le lleva a explicarnos el
siglo XIII desde su manifestación más importante: la
mística, y su más genuino representante: Francisco de
Asís. En base a su teoría de que toda la ciencia mística
y toda creación estética son amor luz, desemboca
en el santo de Asís porque, según él, carece de ciencia
teológica, pero en su visión del mundo llena de inocente
fragancia se esconde un gran ideal estético, enraizado
en la vida campesina y enigmática del Evangelio. La
sensibilidad más franciscana del escritor gallego
aparece con nitidez en el siguiente poema, titulado "Lirio
Franciscano" (Aromas de leyendas).
El camino aldeano
Ondula entre dos
lomas
Mellizas y
fragantes,
Como dos arrogantes
Senos que fuesen
pomas.
Las ovejas pacían
En lo alto de las
lomas.
Y en la tarde de
Oriente
Deshoja una flor
E iba la caravana
Por la senda
aldeana
Tan llena de
verdor.
¡Y las llagas en
sangre
Eran como otra
flor!
Racimo de gusanos,
Flor del jardín de
Asís,
Que el aire
campesino
Deshoja en un
camino
¡Divina flor de
Lis!
Que con su boca
ungía
San Francisco de
Asís!
Doliente caravana,
Una tarde en la
senda
Vieja y primaveral,
Oirás la celestial
Ave de la leyenda.
Y el Señor
Jesucristo
Te besará en la
senda.
En un campo de
rosas
Tendrás tu cena
mística
Y al final del
camino
Pan sin acedo y
vino
De la viña
eucarística.
¡Y en las palmas
llagadas
Habrá una rosa
mística!
Los pobres tendrán
túnicas
De inmaculados
linos,
Linos de luz de
aurora
Que hila Nuestra
Señora
Al pie de los
caminos...
¡Y el ruiseñor
celeste
cantará entre los
linos!
POL'A MAÑÁN CEDO,
LINDO RUISEÑOL.
HAY N'A TUA CANTICA
ORBALLO DE FROL.
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