De un humilde
peregrino
cuenta el pueblo de
Toscana
una historia
prodigiosa
saturada de
fragancia;
Fiel relato que
conmueve
lo más hondo de las
almas,
de las almas que
escudriñan
buceando en limpia
fuente
devotas tradiciones
de la raza...
Yo percibo entre
mis sueños,
por la tierra
agreste y parda
una sombra lenta y
suave,
una sombra
solitaria
que en el aire va
dejando
un reguero luminoso
al hollar de sus
sandalias;
es la sombra de
otros tiempos,
de otra edad noble
y lejana
cuyo trazo
vigoroso,
cuya línea
consagrada
puso cerco a los
castillos
frente al cerco de
las lanzas,
sin temor de los
guerreros
el estruendo de las
armas
ni los bélicos
sonidos
que emitían los
clarines
desde el mar a la
montaña.
Es la sombra cuyos
brazos
ampararon al
humilde
en las noches de
borrasca.
Es la sombra que
recorre
los senderos
polvorientos,
las estepas
desoladas,
y al portal de la
pobreza
sonriente y
compasiva
se acercaba...
Y más tarde se
perdía,
eminente y
temblorosa
como el rastro de
una estrella
fugitiva que se
apaga.
Sacra sombra que
errabunda,
incansable relataba
las doctrinas del
Maestro
en el fondo de los
bosques,
a las piedras y a
las aguas...
Evangélica figura
cuya frente
circundada
por la fe
resplandeciente,
por un rayo de
esperanza,
en el seno de los
siglo
sus rosales
legendarios
aún esplenden rosas
blancas.
Oh, el humilde
peregrino
de los valles de
Toscana;
el seráfico viajero
con aroma de
plegaria,
que sufriendo los
desdenes
de los hijos de la
patria,
nunca tuvo ni un
reproche,
ni un eco amargo su
palabra;
su palabra que el
viento se extinguía...
Y la luz de su
mirada
en las hondas
agonías del ocaso
¡con qué extraños
resplandores fulguraba!
¡Cuántas veces en
mis sueños,
esta sombra dulce y
vaga,
el lumínico sendero
me han mostrado
al pasar como una
ráfaga;
y el perfume de una
rosa
de una albura
inmaculada
ha caído cual
rocío,
como lluvia
bienhechora
en la sima
tenebrosa de mi alma!
Yo que vago
solitario
por la estepa
desolada
quiero ver tras de
las nieblas de mis culpas,
como rayo de
esperanza
el divino claror
suave
que en el oro de la
gloria
van dejando sus
sandalias.
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