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Hay un saludo franciscano
que todos conocemos y es: ¡paz y bien! Un saludo
que aún no encontramos en los escritos de
Francisco, sino sólo en la Leyenda de los tres
compañeros, que no es una biografía propiamente
dicha, sino una reinterpretación de su
experiencia humana y espiritual que se acerca al
hombre Francisco sobre todo mediante su
sensibilidad, sus emociones y sus deseos. El
episodio se ubica en el inicio de la conversión
del Santo, al abandonar el hábito eremítico, el
bastón y el calzado, Francisco “inspirado por
Dios empezó a anunciar la perfección del
Evangelio, predicando a todos la penitencia, con
sencillez”. |
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Aquí entra en la
escena un personaje, del cual el
biógrafo omite el nombre, y que se
dirige a todos, por las calles de Asís,
justo con este saludo: ¡paz y bien! Pero
sigamos con la narración: “Como él mismo
confesó más tarde, había aprendido este
saludo por medio de una revelación
divina: «¡El señor te dé la paz!». Al
principio de sus predicaciones, ofrecía
al pueblo este mensaje de paz. Un hecho
extraordinario, que tiene algo de
milagroso: había tenido, antes de la
conversión, un precursor del anuncio de
paz, que recorría Asís con frecuencia
con el saludo: «¡Paz y bien! ¡Paz y
bien!». Se formó sucesivamente la
convicción de que, así como Juan el
Precursor se hizo a un lado en cuanto
Jesús inició su misión, también aquel
hombre, parecido a un segundo Juan,
precedió a Francisco en el anuncio de
paz, y desapareció tras la llegada del
Santo”. Este singular saludo no es,
pues, de Francisco, sino de un hombre
que – como un nuevo Juan Bautista –
precedió a Francisco en el mismo augurio
que es ante todo una exhortación a la
conversión, al encuentro con el prójimo
y con Cristo, que hace nacer en el
corazón la reconciliación y la paz. Es
una preocupación constante de Francisco.
La menciona en el Testamento y en la
Regla. Esta exhortación a la paz aparece
nuevamente en sus Cartas en tantas
formas diferentes que revelan cada vez
una nueva riqueza. Remito a este
propósito a un reciente ensayo de
Niklaus Kuster. Demos algunos ejemplos.
“Paz verdadera del cielo y sincera
caridad en el Señor”, empieza así
Francisco la Carta a los fieles. En la
Carta a un ministro: “El Señor te
bendiga”. En la Carta a Jacoba de
Settesoli Francisco escribió: “A Jacoba,
señora, sierva del Altísimo, el hermano
Francisco, pobrecito de Cristo, desea
salud en el Señor y unión en el Espíritu
Santo”. Por último, en la Carta a los
hermanos guardianes envía “salud y paz
santa en el Señor” y concluye con las
palabras “Estad bien en el Señor” que, a
mi parecer, revelan el sentido más
profundo de nuestro saludo franciscano.
¡Paz y bien! ¡Paz y bien en el Señor!
“Este singular saludo no es de
Francisco, sino de un hombre que – como
un nuevo Juan Bautista – precedió a
Francisco en el mismo augurio”. (de
http://www.sanfrancescopatronoditalia.it) |
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