Artículo de Jorge Fernández
Signos y valores
antonianos: la devoción a la Virgen (I)
Revista: El Mensajero de San
Antonio, Padua. Enero-febrero de 2008, pp. 20-21,
"Señora,
tu nombre es suspiro del alma.
Tu nombre es perfume de unción.
El nombre de María es
alegría en el corazón,
miel en la boca, melodía para los oídos".
San Antonio, como todo buen franciscano, profesaba
gran amor, devoción, admiración y veneración por la
Santísima Madre de Dios, la Virgen María. La natividad
de la Virgen, todas sus virtudes, la Anunciación, la
maternidad divina, el dolor de ver sufrir y morir a su
Hijo, su espíritu de oración, etc., fueron algunos de
los muchos argumentos tratados por el beato Antonio en
sus prédicas al pueblo de Dios. En éste y otros próximos
artículos, nos aproximaremos a descubrir la intensa
espiritualidad mariana del Santo.
LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN
Dice San Antonio: «Orgullo de las alturas,
firmamento de pureza, talla vista del cielo en su
espectáculo de gloria (Si 43,1). Estas palabras
resaltan la pureza de la natividad de María. Como cada
estrella se distingue de las demás por su resplandor, de
la misma manera la natividad de la beata Virgen María se
distingue de la de todos los otros santos. La natividad
de María colmó de luz el mundo, que antes estaba entre
nieblas y sombras de muerte».
En primer lugar, el Santo destaca la pureza de la
natividad de María. Un verdadero "firmamento de pureza",
un "espectáculo de gloria", constituye la concepción de
aquella que fue preservada del pecado original, a fin
de acoger dignamente en su vientre al Hijo de Dios. En
efecto, María es la lnmaculada Concepción, cuya
integridad no fue opacada por ningún tipo de mancha.
Por eso, el resplandor de su nacimiento se distingue
claramente del nacimiento de todos los otros santos.
Estos, gozaron de los beneficios de la redención actuada
por el Hijo de Dios, pero portaron en sí, como todos los
mortales, la herida producida por el pecado original.
EL NOMBRE DE MARIA
Afirma el Santo: «"El nombre de la Virgen era María" (Lc
1 ,27). Este nombre es una torre inexpugnable. El
pecador que se refugie junto a ella será salvado. Nombre
dulce, nombre que reconforta al pecador,
nombre de beata esperanza. "Señora, tu nombre es suspiro
del alma". "Tu nombre es perfume de unción". El nombre
de María
es alegría en el corazón, miel en la boca, melodía para
los oídos».
Para la cultura hebraica, el nombre representa la
persona misma. Puede expresar las circunstancias de su
nacimiento y por ende le recuerda su historia, sus
orígenes, y le anuncia su misión. Incluso, en el
transcurso de la historia de una persona se puede dar un
cambio de nombre, que simboliza una transformación
importante que ha acontecido en su vida, tallo sucedido
con Abraham y Sara (cf. Gen 17,5ss).
El nombre de Dios es aquel que posee el significado del
nombre de todos los hombres y de todas las cosas,
expresa la verdad de su obra y de su persona. El nombre
de Dios, en el AT, se hizo prácticamente un sustitutivo
de su persona, sin llegar a ser Dios mismo, por eso no
se lo podía nombrar.
Teniendo en cuenta estos datos bíblicos no nos deben
sorprender todos los atributos que San Antonio otorga al
nombre de María. Lo compara con una 'torre', por lo
tanto un refugio, un 'lugar' reconfortable , un lugar
de esperanza. ¿Para quién?, para el pecador, para
aquellos hijos que el Señor quiere rescatar.
El nombre de María es también comparado por el Santo
con preciosos dones espirituales: "perfume de unción",
es decir salud y consolación; el nombre de María es
alegría, miel y melodía, o sea gozo, sentido y plenitud
de vida. Todo esto pone de manifiesto todas las
bendiciones de las cuales fue destinataria la Madre del
Señor: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu seno" (Lc 1,42). Ella es realmente la mujer feliz
que escuchó la Palabra y creyó (cf. Lc 1,45).
LA BELLEZA DE MARIA
Predica el Santo: «De la belleza de María, su madre,
dice el Hijo: "Tú eres bella, amiga mía, suave y
graciosa como Jerusalén" (Cant. 6,4). Bella por la
humildad, amiga por la caridad, suave por la
contemplación, graciosa por la virginidad, como la
Jerusalén celeste en la cual habita Dios. Y la Virgen es
su morada, porque está escrito: "Quien me ha creado,
reposó
en mi tienda" (cf. Ecli. 24,10), es decir,
en mi vientre».
María es comparada en primer lugar con Jerusalén, la
ciudad santa, la ciudad del gran rey. Pero dando un
paso más, el parangón llega a la Jerusalén celeste, la
morada eterna de Dios, su reino definitivo.
María es bella porque es humilde, es decir, no una
belleza excéntrica y de simple apariencia, sino una
belleza que es reflejo de Aquel que es el Bello por
excelencia, una belleza que da consistencia y
transparencia a las cosas y a los seres.
María es amiga porque es caritativa, solidaria, pronta
al servicio, acompañando a su prima Isabel, viendo la
necesidad del vino en Cana, compartiendo la oración con
los apóstoles, estando al pie de la cruz de su hijo y de
todos los que sufren.
María es poseedora de una suavidad que no es simple
delicadeza femenina, sino que le viene donada por la
brisa constante del Espíritu, que sopla en lo profundo
del corazón humano clamando ¡Abba!, es decir ¡Padre! La
suavidad que regala la mirada de Dios que purifica la
mirada humana. Una suavidad de la cual se impregnan
aquellos que toman contacto con el silencio eterno de
Dios.
Su virginidad la hace 'graciosa', es decir llena de
gracia. Esto es posible porque María dejó su corazón, de
modo total y exclusivo, disponible para Dios. Por eso
pudo ser colmada de la
gracia del Señor, pues nada más buscó ni apeteció.
En fin, María fue tienda, morada, casa para el Señor,
pues lo acogió y lo portó en su seno. Portó en su
corazón al Bello por excelencia, que desde ella irradia
belleza al mundo.
MARIA POSEEDORA DE LAS VIRTUDES dE TODOS LOS JUSTOS
Nos enseña San Antonio: «La Virgen María, mientras
permaneció aquí en la Iglesia militante, poseyó y
practicó las virtudes de todos los justos. Efectivamente
está escrito: "En mí toda la gracia del camino y la
verdad, en mí toda esperanza de vida y de virtud".
También tuvo una gran Piedad por los penitentes; por eso
dijo: "No tienen vino", que es como decir: derrama, oh
Hijo, sobre los penitentes la gracia de tu amor, porque
no tienen el vino de la compunción» .
Afirma San Francisco de Asís que quien posee una virtud
las posee a todas, y quien ofende a una de ellas a todas
ofende. En sintonía de espíritu, el beato Antonio afirma
que María, la gran mujer justa del Evangelio, posee y
practica las virtudes de todos los justos. Esto equivale
a decir, que quien quiera transitar los senderos de la
justicia, en su ser y obrar, teniendo a María como
modelo no equivocará los pasos. María, pues, es la
Discípula que marcó el primer sendero de seguimiento de
aquel que es Camino, Verdad y Vida. Por eso, su
esperanza fue colmada de vida, de gracia y bendición.
Ella es instrumento y mediadora preeminente para que la
gracia del amor del Hijo se derrame
sobre los penitentes.
Oremos con San Antonio
Señora nuestra,
única esperanza,
ilumina nuestra mente
con el esplendor de tu gracia,
purifícala con el candor
de tu pureza,
cobíjala con el calor de tu presencia.
Reconcílianos a todos nosotros
con tu Hijo Jesús.
Amén.
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