Francisco de Asís, Patrón de los ecologistas

Bula "Inter sanctos" de Juan Pablo II, 29-09-1979

   
   

 

Bula "Inter Sanctos", del 29-09-1979

Entre los santos y hombres preclaros que apreciaron la naturaleza como un don maravilloso hecho por Dios al género humano, se incluye con toda razón a San Francisco de Asís. Pues él llegó a comprender de modo singular todas las obras del Creador e, inflamado por el espíritu divino, cantó aquel bellísimo "Cántico de las Criaturas", por las cuales, especialmente el hermano sol y la hermana luna y las estrellas del cielo, tributó al altísimo, omnipotente y buen Señor la debida alabanza, gloria y honor y toda bendición. Con muy buen criterio, pues, Nuestro Venerable Hermano Oddi Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Prefecto de la Sagrada Congregación del Clero, en nombre principalmente de los miembros de la Sociedad Internacional llamada "Planning enrironmental and ecologycal Institute for quality of life" (Instituto de planificación ambiental y ecológica para la calidad de vida), pidió a esta Sede Apostólica que San Francisco de Asís fuera declarado Patrono ante Dios de los ecologistas. Nos, pues, de acuerdo con el dictamen de la Sagrada Congregación de Sacramentos y del Culto Divino, en virtud de estas letras y a perpetuidad, nombramos a San Francisco de Asís celestial patrono de los ecologistas, con todos los honores anejos y con los privilegios litúrgicos correspondientes, sin que obste nada en contrario. Así lo ordenamos, mandando que las presentes Letras sean observadas religiosamente y que tengan sus efectos tanto ahora com en el futuro.

Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día 29 de Noviembre del año del Señor 1979, segundo de Nuestro Pontificado.


¿Cómo surgió la idea?

En 1966, en la Asamblea anual de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia, el profesor cristiano Lynn White Jr. (UCLA) se declaró publicamente a favor de un cambio radical de nuestra concepción de la naturaleza y de nuestra misión y relación con ella. Un año después exponía en la revista Science ("The Historical Roots of our Ecological Crisis", Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica, marzo 1967) sus principales ideas al respecto:

- La ecología está muy vinculada a la concepción del hombre y de su destino por parte de una civilización, es decir, a la religión.

- El cristianismo occidental, a diferencia de las religiones asiáticas y del paganismo antiguo, no sólo introdujo un dualismo entre el hombre y la naturaleza, sino que, en base al relato de la creación (Gen 1,26-28), proclamó como voluntad de Dios la utilización de la naturaleza en beneficio del hombre.

- El progreso de la ciencia y la técnica no resolverán la crisis, a no ser que se encuentre una nueva religión o se acepte revisar la vieja. Puesto que los problemas ecológicos tienen raíces religiosas, el remedio también tiene que ser también religioso.

- El cristianismo, según White, tiene una alternativa: Francisco de Asís y su visión cristiana diferente de la relación hombre - naturaleza.

- En vez de proclamar el dominio absoluto del hombre sobre la naturaleza, Francisco trata de demostrar a todos que existe una igualdad fundamental entre todos los seres, en cuanto criaturas de Dios. Por eso concluye el el profesor: "Propongo a Francisco como santo patrón de los ecologistas".

La propuesta encontró amplio eco en los medios americanos. La revista Time se ocupó de ella, dando origen a una reacción en cadena de opiniones y debates. El microbiólogo franco-americano René Dubos, de la Universidad Rockefeller de Nueva York, replicó a las acusaciones de White contra el cristianismo en un discurso pronunciado en 1969 en la Smithsonian Institution de Washintong D.C. bajo el título: "A Theology of the Earth" (Una teología de la Tierra), y en su libro "So Human an Animal", ganador del premio Pulitzer en 1969 y publicado después en francés con el título "Cet animal si humain" (Ese animal tan humano, Hachette, Paris 1972). Dubos alega que "no hace falta ser muy experto en historia para darse cuenta de que las antiguas civilizaciones china, griega y musulmana han contribuido también al desmonte, a la erosión y a la destrucción de la naturaleza de otras muchas formas". E invoca a los santos Francisco y Benito, uno por su veneración y su armonía con todas las criaturas, el otro, por su intervención creadora, con miras a hacer una tierra más saludable y habitable (desecación de marismas, utilización de la energía hidráulica, saneamiento de bajos fondos).

El luterano Kenneth P. Alpers fue aún más lejos que el profesor White, recordando que los jóvenes "ecofreaks", una especie de hippies ecológicos, se inclinaban más por el Zen y el Taoismo que por el cristianismo. El arquitecto paisajista Ian L. McHarg coincidía con White en que los versículos de Gen. 1,26-28 y la actitud de las Iglesias de Occidente han agravado el mal ecológico, por su desprecio respecto a las cosas del mundo. Y propuso un regreso al panteísmo, al estilo del de los indios de América del Norte.

Warren G. Hansen, impresionado por la propuesta de White, publicó una monografía titulada: "San Francisco de Asís, Patrono del Medio Ambiente" (Chicago, Franciscan Herald Press, 1971). Cristiano convencido, frente a las acusaciones de Dubos y McHarg, Hansen, demuestra que otros pasajes de la Biblia imponen al hombre un comportamiento responsable frente a la naturaleza, y recuerda las tradiciones que existen en las Iglesias occidentales de manifiesta simpatía hacia ella. Su gran baza es Francisco de Asís, quien, en contra de lo que afirma White, no pretendió introducir una especie de igualdad democrática entre las criaturas.

Edward A. Armstrong, en su obra "Saint Francis: Nature Mystic..." (San Francisco, místico de la naturaleza, Univ. of California Press, 1973) recuerda que el Pobrecillo de Asís es sólo parte de una larga tradición mística cristiana de la naturaleza, poco fomentada por la Iglesia, que se remonta a los Padres del desierto.

El debate se extendió al campo de los no cristianos con la intervención del ideólogo y defensor de la contra-cultura, el agnóstico Teodoro Roszak, que oponía la veneración de Francisco por la naturaleza otra tradición cristiana de indiferencia e incluso de desprecio por ella. En 1973, Vide De Lorja Jr., uno de los principales portavoces de los indios de América, entró en el debate con su voluminosa obra: "God is Red" (Dios es Piel-Roja), que no es sino un apasionado alegato de su cultura y religión, en contra de la despiadada política de exterminio y usurpación de territorios por parte del hombre blanco cristiano. A propósito del Santo de Asís decía: "Muchos cristianos aplauden la sugerencia de White, y se oye decir con frecuencia que san Francisco representa la verdadera tradición cristiana. Sin embargo, la tradición franciscana no ocupa un lugar preponderante ni en el pensamiento cristiano ni en la mentalidad occidental..."

Europa se sumó con retraso a este interesante debate ecológico surgido en Estados Unidos. Fue Dennis L. Meadows, autor de "Límites al crecimiento" (Wachstum bis zur Katastrophe?, Estuttgart, 1974) el primero en alertar al público europeo sobre la nueva ola ideológica americana. Le siguió Arnold Tonybee, con un análisis crítico de las consecuencias de los versículos de Gen 1,26-28, en su ensayo: "La responsabilidad del cristianismo en la contaminación del medio ambiente". J. W. Forrester, colaborador de Meadows, hizo una condena del cristianismo como "religión del crecimiento exponencial".

Elocuente es el título del libro de C. Amery, "Das Ende der Vorse hung. Die gnadenlosen Folgen des Christentums (El fin de la Providencia. Las consecuencias implaclables del Cristianismo, 1972 y 1974). De su publicación se hicieron eco el cardenal Doepfner, que replicó en nombre de la Conferencia episcopal alemana, Norbert Lohfink, Günter Remmert y Bernhard Stoeckle. Amery, sin citar a nadie, seguía las ideas básicas de las publicaciones americanas. A Francisco lo cita en cinco ocasiones, para decir, sobre todo, que su forma de vivir jamás penetró en el cristianismo y que fue visto incluso con desconfianza por la jerarquía. Como salida a la crisis ecológica reclama una nueva ética que acaba con la explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza por el hombre, pero sus acusaciones alcanzan también al marxismo, que bajo pretexto de liberación del hombre no hace sino reproducir el imperialismo cristiano sobre el medio ambiente.

En diciembre de 1974, la revista protestante francesa Foi et Vie - Fueillets des Avents, dedicó un número especial a "Ecología y Teología". Entre otros, hay un artículo de W. A. Visser't Hoof, ex-secretario general del Consejo Mundial de las Iglesias, sobre "Dionisos o san Francisco" (pp. 176-178), que luego continuó en "Dyonisos or Franciscus" (Kosmos + Oekumene, 1976, 212-220). El autor distingue entre el panteísmo dionisiaco tan extendido en nuestros días, y la comunión auténtica con la naturaleza que vivió Francisco de Asís. Es una prueba más del gran favor de que goza el Santo de Asís en ambientes protestantes, como modelo de una nueva actitud frente a la naturaleza.

Sin entrar de lleno en el tema del ecologismo, el amor del "Pobrecillo" a las criaturas fue analizado en detalle y con gran sensibilidad por Eloi Leclerc en su obra: "El Cántico de las Criaturas o los símbolos de la unión" (Aránzazu 1977), en la se ofrece información sólida sobre los motivos profundos de la visión cósmica franciscana. Por es aconsejable para quienes han llegado a Francisco a través de la ecología.

Fruto del debate teórico sobre la ecología y el espíritu franciscano fue una serie de iniciativas populares, como la del francés Krasovski, que fue el primero en organizar una peregrinación ecologista en bicicleta a Asís, en el año 1974 (Ver Le Monde, 15-VII-1975). La idea saltó enseguida a otros países. Con todos estos precedentes, se comprende mejor ahora por qué Juan Pablo II, el 29 de noviembre de 1979, declaró a Francisco de Asís patrón de los ecologistas.

 

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