Declaración conjunta de los participantes en la
Jornada de Oración por la paz en el mundo, celebrada en
Asís el 24 de enero de 2002, en presencia de Juan Pablo
II y de los representantes de las distintas confesiones
religiosas, para expresar un compromiso común que pueda
inspirar a la acción social y política de los gobierno.
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Nos comprometemos a proclamar nuestra firme
convicción de que la violencia y el terrorismo se
oponen al verdadero espíritu religioso, y condenamos
cualquier recurso a la violencia y a la guerra en
nombre de Dios o de la religión; nos comprometemos a
hacer todo lo posible para erradicar las causas del
terrorismo.
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Nos comprometemos a educar a las personas al
mutuo respeto y estima recíproca, para que se pueda
llegar a una coexistencia pacífica y solidaria entre
los miembros de etnias, cultos y religiones
diferentes.
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Nos comprometemos a promover la cultura del
diálogo, para que se desarrollen la comprensión y la
confianza mútuas entre los individuos y los pueblos,
porque esas son las condiciones para una paz
auténtica.
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Nos comprometemos a defender el derecho de toda
persona a una vida digna, de acuerdo con su
identidad cultural, y a fundar libremente su propia
familia.
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Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y
paciencia, sin considerar lo que nos separa una
barrera infranqueable, reconociendo más bien, al
contrario, que el encuentro con la diversidad de los
otros puede ser ocasión para una mayor comprensión
mútua.
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Nos comprometemos a perdonarnos reciprocamente
los errores y prejuicios del pasado y del presente,
y a apoyarnos en el esfuerzo común para vencer el
egoismo y el abuso, el odio y la violencia, y para
aprender del pasado que la paz sin justicia no es
una paz verdadera.
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Nos comprometemos a estar junto a los que sufren
la miseria y el abandono, haciéndonos voz de cuantos
no tienen voz y actuando concretamente para superar
tales situaciones, convencidos de que nadie puede
ser feliz en solitario.
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Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de
cuantos no se resignan a la violencia y al mal, y
deseamos contribuir con todas nuestras fuerzas a dar
a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real
de justicia y de paz.
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Nos comprometemos a apoyar cualquier iniciativa
que promueva la amistad entre los pueblos,
convencidos de que, sin un entendimiento sólido
entre los pueblos, el progreso tecnológico expone al
mundo a riesgos crecientes de destrucción y de
muerte.
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Nos comprometemos a pedir a los responsables de
las naciones que realicen todos los esfuerzos
posibles para que, a nivel nacional e internacional,
se construya y fortalezca un mundo de solidaridad y
de paz fundado en la justicia.
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