¡Nunca más la violencia!
¡Nunca más guerra! ¡Nunca más terrorismo!
¡En el nombre de Dios, toda religión lleve a la tierra
Justicia y Paz, Perdón y Vida, Amor!
Así se expresaba el Papa Juan Pablo II el 24 de
enero de 2002, durante la Jornada de Oración por la Paz
celebrada por tercera vez en Asís, ante la Tumba de San
Francisco.
El encuentro fue convocado poco después de la
tragedia de las Torres Gemelas de Nueva York, del
11-9-2001, y a él asistieron los líderes mundiales de
las principales Iglesias y Religiones del mundo.
Juan Pablo II había estado ya en Asís en 1978, poco
después de ser elegido Papa, para rezar ante la Tumba
del Santo; y volvió de nuevo en 1982, con todo el
Episcopado italiano. En 1986 convocó la primera Jornada
Interreligiosa de Oración por la Paz, en lo que se ha
dado en llamar "El Espíritu de Asís". El encuentro se
repitió en 1993, para rezar por la paz en Bosnia, con
representantes católicos, musulmanes y ortodoxos de la
región. Su quinta visita a Asís fue en enero de 1998,
para manifestar su cercanía a los afectados por el gran
terremoto que sacudió la región umbra el 24 de
septiembre anterior, provocando el derrumbe de parte de
las bóvedas de la Basílica Superior de San Francisco,
con el balance de cuatro víctimas: dos religiosos y dos
técnicos de Bellas Artes.
Al encuentro del 24 de enero de 2002 el Papa acudió
en tren, acompañado por unos doscientos líderes
religiosos. Para la ocasión se había montado una
gigantesca carpa que cubría toda la plaza inferior de
San Francisco, capaz de contener a más de dos mil
personas, mientras un millar de jóvenes seguían el acto
desde la Basílica Superior, a través de una gran
pantalla.
El Papa justificaba el encuentro con estas palabras:
"Nos encontramos en Asís, donde todo habla de un profeta
singular de la paz, llamado Francisco. Él es amado no
sólo por los cristianos, sino por otros tantos creyentes
y gente que, aunque alejada de la religión, se
identifica con los ideales de justicia, reconciliación y
paz que fueron suyos (ver San Francisco y las
Religiones). Aquí el Pobrecillo de Asís nos invita ante
todo a levantar un canto de agradecimiento a Dios por
todos sus dones. Alabamos a Dios por la belleza del
cosmos y de la tierra, maravilloso jardín que él confió
al hombre para que lo cultivara y lo conservara. Es
bueno que los hombres recuerden que se encuentran en un
bancal del inmenso universo, creado por Dios para ellos.
Es importante que se den cuenta de que ni ellos ni las
cuestiones por las que tanto se afanan son todo. Sólo
Dios es el 'todo', y a él deberá presentarse cada uno al
final, para rendir cuentas".
La Jornada dió comienzo en la Plaza Inferior de San
Francisco, con la puesta en común de los "testimonios
para la paz" del Patriarca grieco Bartolomé I; del
Arzobispo anglicano de Canterbury Richard Garrad; del
Dr. Ishmael Noko, de la Federación Mundial Luterana; del
Dr. Setri Nyomi, de la Alianza Mundial de las Iglesias
Reformadas; del Budista Geshe Tashi Tsering; de Chef
Amadou Gasseto, representante de las religiones
tradicionales africanas; del Induista Didi Talwalkar;
del Jeque musulmán Al-Azhar Mohammed Tantawi; del rabí
hebreo Israel Singer; y de los católicos Clara Lubich y
Andrea Riccardi.
Posteriormente los representantes de las Iglesias
cristianas se reunieron con el Papa en la Basílica
Inferior de San Francisco, para una oración ecuménica,
mientras los representantes del Islám, Budismo, Skhismo,
Religiones africanas, Hinduísmo, Tenrikyo, Sintoísmo,
Hebreismo, Zoroastrismo, Jainismo y Confucionismo,
divididos en nueve grupos se repartían por distintos
lugares del Sacro Convento, para orar también, según sus
ritos y creencias, por la paz del mundo.
Concluida la oración, todos los invitados
compartieron mesa en el refectorio del Sacro Convento de
los Hermanos Menores Conventuales antes de volver de
nuevo a la Plaza Inferior para leer una declaración
conjunta de Compromiso o Decálogo por la Paz. A
continuación, Juan Pablo II entregó a cada uno de los
representantes una sencilla "lámpara de la paz", que
luego cada cual fue depositando sobre una mesa preparada
al efecto, mientras la Capilla Musical de la Basílica
entonaba el inspirado y emotivo Cántico de las Criaturas
de San Francisco. El acto se concluyó con un gesto de
paz entre todos los asistentes.
Antes de regresar en tren a Roma, el Papa quiso
visitar también a las fraternidades de las Clarisas de
Asís y de los Hermanos Menores de Santa María de la
Porciúncula.
La verdadera finalidad de la Jornada, según había
dicho el mismo Juan Pablo II el 1 de enero, con motivo
de la Jornada Mundial de la Paz, era "demostrar que el
genuino sentimiento religioso es una fuente inagotable
de respeto mutuo y de armonía entre los pueblos", en
evidente contraste con quienes sostienen que las
Religiones han sido sólo la causa de innumerables males,
sin querer reconocer que en ellas, no obstante errores y
abusos, como dijo también el papa, "reside el antídoto
principal contra la violencia y los conflictos".
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