En este año 2005 dedicado a la Eucaristía, incluimos
una reflexión acerca de la profunda devoción de santa
Clara de Asís al misterio eucarístico, muy semejante a
la de san Francisco.
Fuente: Rinaldo Falsini, Eucaristía.
Dizionario Francescano, Edizioni Messaggero,
Padova, 1983,538-541.
Traducción de Fr. Tomás Gálvez
Clara de Asís se revela también como una auténtica
intérprete y copia fiel del padre san Francisco. En sus
escritos faltan enseñanzas de especial importancia sobre
el misterio eucarístico, pero su vida, según los
testimonios de los le estuvieron cerca, fue la lección
incomparable de su conciencia de la centralidad de la
eucaristía, de su fe luminosa y de su amor apasionado
por el sacramento del altar: las mismas características
de Francisco.
En el proceso de canonización sus hijas compiten en
recordar su gran fe y conmoción mezclada de temor,
cuando se acercaba a la mesa eucarística. "Y dijo que
dicha madonna Clara se confesaba muchas veces, y recibía
a menudo el santo sacramento del cuerpo de nuestro Señor
Jesucristo, mientras temblaba toda ella, cuando lo
recibía" (Proc 2, 11); "y, de manera especial, derramaba
muchas lágrimas cuando recibía el cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo" (Proc 3, 7).
Mientras en los escritos de san Francisco y en los
distintos testimonios se habla de cuerpo y de la sangre,
a propósito de Clara no se hace referencia a la sangre,
confirmando tal vez la desaparición de la comunión con
el cáliz, debido al desarrollo de la devoción a la
hostia. La referencia a la confesión, motivada por el
deseo de purificación y por la conciencia de la propia
indignidad, está en línea con la recomendación de san
Francisco y con el uso, en vías de desarrollo, de la
confesión frecuente (cf. LsCl 42; Proc 3, 24).
En Clara reaparece con una nota de ternura típicamente
femenina la misma devoción de Francisco por la
eucaristía, incluido el interés por los objetos de
culto: "Los hechos demuestran lo intenso que fue el amor
devoto de santa Clara hacia el sacramento del altar.
Porque en la grave enfermedad que la obligó a guardar
cama se hacía levantar y sujetar por detrás con apoyos;
y, sentada, hilaba tejidos delicadísimos. De ellos sacó
más de cincuenta pares de corporales, que enviaba,
guardados en bolsas de seda o de púrpura, a varias
iglesias por la llanura y los montes de Asís. Y, cuando
iba a recibir el cuerpo del Señor, primero derramaba
cálidas lágrimas y, acercándose luego con temblor, al
que se esconde en el sacramento, no menos que al
soberano del cielo y de la tierra" (Leyenda de santa
Clara 28).
En la Regla de santa Clara se establece la comunión
siete veces al año (RsC 3). La norma, aparentemente
limitadora, es un notable paso adelante, una amplia
concesión, si se considera en el contexto de la época.
A diferencia con san Francisco, cuya devoción
eucarística, siempre nítida y robusta, es inmune a
cualquier elemento milagroso, a santa Clara se le
atribuyen dos prodigios, no diferentes de los ya
conocidos por los escritos de medidos del siglo XIII. El
primero se refiere a la visión de un niño sobre la
cabeza de Clara, mientras comulgaba: "La testigo
vio
sobre la cabeza de la citada madre santa Clara un
esplendor muy grande, y le pareció que el cuerpo del
Señor fuese un niño pequeño y muy hermoso" (Proc 89,
10).
El otro, narrado en repetidas ocasiones, se refiere en
cambio a la oración de Clara delante del sacramento,
para alejar a los sarracenos del asedio al monasterio y
a la ciudad de Asís, que también se desarrolló luego en
la tradición iconográfica, según la cual ella habría
mostrado la pixis con la hostia para bloquear a los
enemigos. Mientras algunas testigos hablan de la simple
intercesión de Clara (Proc 2, 20; 3, 18; 4, 24; 10, 9;
12, 8), una de ellas refiere, en cambio, que la santa
"se hizo poner delante una cajita donde estaba el santo
sacramento del cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Y
echándose en oración, tendida en el suelo, oró con
lágrimas..." (Proc 9, 2).
Si en ambos relatos se atribuye el prodigio a la
intercesión de la santa, en el segundo destaca la fe
adoradora de Clara de un modo (postración ante el
sacramento) que indica el progreso y la difusión del
culto eucarístico en el mismo monasterio de San Damián.
El episodio revela probablemente una costumbre de la
santa, que se incluye con su gran fe en el movimiento
devocional de la época.
Regresar
|