Fr. Tomás Gálvez
(fratefrancesco.org)
La espiritualidad de los franciscanos (menores,
clarisas, regulares y seglares) es idéntica a la del
fundador en lo fundamental, y la podemos encontrar
resumida en estas palabras de San Francisco: "La Regla y
vida de los Hermanos Menores es esta: observar el santo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en
obediencia, sin nada propio y en castidad" (2Reg 1).
Observar el Evangelio y los consejos evangélicos es
algo que los franciscanos tienen en común con las demás
órdenes religiosas, pero el nombre de "Hermanos Menores"
pone el acento en que este ideal hay que vivirlo en
humildad y fraternidad: "Ninguno de los hermanos tenga
poder o dominio entre ellos, como dice el Señor en el
Evangelio: Los jefes de las naciones las dominan y los
grandes las oprimen. No ha de ser así entre los
hermanos. El que quiera ser mayor entre ellos se haga
como el menor" (1Reg 5).
Menor y sometido a todos, tal debe ser la actitud de
todo franciscano, a imitación de Jesucristo, el cual, a
pesar de ser el Hijo de Dios, nos ha dejado un ejemplo
encarnándose en María la Virgen, naciendo pobre en
Belén, viviendo pobre y peregrino en este mundo y
humillándose hasta la muerte en cruz, en obediencia
perfecta a la voluntad del Padre.
Los franciscanos están llamados a conservar "el
espíritu de la santa oración y devoción" sobre todas las
demás cosas o actividades, que deben realizarse "fiel y
devotamente".
La pobreza, al contrario que en las ordenes
precedentes, debe ser absoluta, individual y
colectivamente. Los hermanos deben vivir del propio
trabajo y, en caso de necesidad, pueden recurrir a la
"mesa del Señor", o sea a la mendicación, sin
avergonzarse, porque también Cristo se hizo pobre y
peregrino en este mundo.
La caridad entre los hermanos y entre ellos y sus
superiores debe ser más "materna" que fraterna.
La más heroica forma de caridad y de obediencia para
aquellos que sintieran esa especial vocación o "divina
inspiración" es el espíritu apostólico y misionero,
consistente en anunciar la paz y la salvación de
Jesucristo a cristianos y a personas de otras creencias.
La predicación por parte de los frailes capacitados
y autorizados debe ser, según el ejemplo del Señor, con
discursos útiles y edificantes y "brevedad de palabras".
Y debe ir acompañada por el buen ejemplo, "sirviendo al
Señor en pobreza y humildad", mostrándose ante todos en
el mundo como hombres "mansos, pacíficos, modestos y
humildes", sin discusiones, contiendas o juicios,
soportando con humildad y paciencia las persecuciones y
enfermedades y orando por los enemigos.
Los hermanos legos o "trabajadores", aunque no
tengan parte en la actividad apostólica o misionera de
la orden, colaboran eficazmente con ella con la oración
y las buenas obras.
Tales actitudes van acompañadas además por el
espíritu de caballerosidad y vida juglaresca, tan
típicos de la Edad Media, para manifestar la alegría del
servicio divino y atraer a todos al amor del Señor.
En resumen, las notas características de la
espiritualidad franciscana en sus diferentes versiones
(masculina, femenina y seglar) se encierran en estas
pocas palabras: minoridad, pobreza, fraternidad-caridad
y obediencia a Dios y a toda criatura por amor a él. Eso
en cuanto a las actitudes. En lo referente a la
actividad San Francisco quiso una orden donde
convivieran los hermanos "orantes" los hermanos
"trabajadores" y los hermanos "predicadores".
La posterior clericalización de la orden, aparte de
las mitigaciones en cuestión de pobreza, redujo el
número de hermanos legos hasta hacerlos casi
desaparecer, y dejó vacíos de orantes los eremitorios.
Eso no cambia, sin embargo, lo esencial de la
espiritualidad de la orden franciscana, siempre en
tensión, por gracia del Espíritu, hacia la renovación
del espíritu primitivo en formas nuevas de vida más
acordes con los tiempos. De ahí las reformas del pasado,
tendentes a recuperar el aspecto de la contemplación o
la pobreza, y algunas experiencias recientes como la del
conventual San Maximiliano Kolbe, que puso de manifiesto
la importancia y el valor incluso apostólico de los
hermanos legos o trabajadores en la Orden. Ese es el
secreto de la vitalidad del franciscanismo, antiguo y
siempre nuevo, que hace que lo encontremos presente en
cualquier lugar del globo y en los ambientes más
inimaginables. También en internet, por supuesto.
Regresar
|