1. Oración ante el Crucifijo de San Damián
Alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón.
Y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sensatez y conocimiento, Señor,
para que haga tu santo y veraz mandamiento. Amén.
Parafraseado del Padre Nuestro
Oh, santísimo Padre nuestro: creador, redentor,
consolador y salvador nuestro.
Que estás en el cielo: en los ángeles y en los santos;
iluminándolos para que te conozcan, porque tú, Señor,
eres la luz; inflamándolos para que te amen, porque tú,
Señor, eres amor; habitando en ellos y llenándolos hasta
la bienaventuranza, porque tú, Señor, eres el bien sumo,
eterno, de quien procede todo bien, sin el cual no hay
bien alguno.
Santificado sea tu nombre: Sea claro en nosotros tu
conocimiento, para que conozcamos la anchura de tus
beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de
tu majestad y la profundidad de tus juicios.
Venga tu reino: para que reines en nosotros por la
gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde tu visión es
manifiesta, tu amor, perfecto, tu compañía, dichosa, el
gozar de ti, eterno.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo: para
que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en
ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda
la mente, dirigiendo a ti todas nuestras intenciones,
buscando honrarte en todo y, con todas nuestras fuerzas,
dedicando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma
y del cuerpo en someternos a tu amor, y no a otra cosa;
y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos,
atrayendo a todos a tu amor, según nuestras fuerzas, ,
gozando del bien ajeno como del nuestro y sufriendo por
sus males, sin ofender a ninguno.
Nuestro pan de cada día: tu amado Hijo , nuestro
Señor Jesucristo, dánosle hoy: como recuerdo y
entendimiento y reverencia del amor que nos tuvo, y de
aquello que dijo, hizo y soportó por nosotros.
Y perdona nuestras deudas: por tu inefable misericordia,
por la fuerza de la pasión de tu Hijo amado y por los
méritos e intercesión de la bienaventurada Virgen y de
todos tus elegidos.
Como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que
no perdonamos plenamente, haz, Señor, que plenamente lo
perdonemos, de manera que amemos sinceramente, por ti, a
los enemigos, e intercedamos devotamente por ellos ante
ti, sin devolver a nadie mal por mal y buscando en ti de
favorecerlos en todo.
Y no nos dejes caer en tentación: oculta o manifiesta,
repentina o habitual.
Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.
Gloria al Padre etc.
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