(fratefrancesco.org) No hay un documento escrito que
lo demuestre, pero es tradición constante que Miguel
Angel Buonaroti, el genial pintor del Juicio Universal
de la Capilla Sixtina, escultor de la Piedad, David y
Moisés, y proyectista de la cúpula de San Pedro del
Vaticano, fue terciario franciscano. "Según algunos fue
terciario franciscano -escribe Papini en su biografía
del artista- y sabemos con certeza que estuvo inscrito
en la Compañía de San Juan Degollado, de Roma".
Mas recientemente otro biógrafo lo considera
"hermano de la Misericordia y de la Tercera Orden
franciscana", lo que permite creer, según él, que no
sólo se dedicaba a realizar obras de arte, sino que
podemos imaginarlo, en cuanto hermano de la
Misericordia, visitando a los encarcelados, socorriendo
a sus familiares y preocupándose de la suerte espiritual
de los condenados a la pena capital.
Siendo ya octogenario, quiso visitar las ermitas de
los valles de Espoleto y de Rieti, y estuvo en Greccio y
Fontecolombo. Al regreso escribió que, después de tales
visitas, había vuelto a Roma "men che mezzo", menos de
la mitad, queriendo decir que más de la mitad de su alma
se había quedado en aquellos hermosos lugares, tan
llenos de recuerdos de San Francisco.
Las rimas y cartas del artista son un fiel reflejo de
sus sentimientos cristianos. Con motivo de la muerte de
Juan Simón, a su sobrino Leonardo, que le comunicó la
noticia, le respondía así: "He sentido una gran pasión
por la muerte de Juan Simón. Me gustaría saber, en
particular, qué muerte ha tenido, si ha muerto confesado
y comulgado con todo lo que manda la Iglesia". Al mismo
sobrino, en otra ocasión, con su carta le mandaba dinero
para limosnas, con este consejo: "Mira de dar donde hay
necesidad, no por amistad o parentesco, sino por amor de
Dios".
De los pobres se preocupa incluso después de su
muerte. El 10 de febrero
de 1552 escribe a Leonardo
diciéndole que tiene intención de dejar todo en
testamento a él y a su hermano Gismundo, pero que, si
ambos quedasen sin herederos, "todo se dé a San Martín,
es decir, aquellas entradas se den, por amor de Dios, a
los vergonzantes, o sea a los ciudadanos pobres".
En su lecho de muerte, asistido por los frailes
Menores Conventuales de la Basílica romana de los 12
Santos Apóstoles, a cuya parroquia él pertenecía desde
hacía 50 años, pronunció estas palabras: "Dejo mi alma a
Dios, mi cuerpo a la tierra, las cosas a los parientes
más cercanos y quiero que en los últimos instantes se
recuerden los padecimientos de Jesús".
Típicamente franciscana es la pobreza de la vivienda
de Miguel Angel Buonaroti en Roma y su desprecio por el
dinero. Para la construcción de la cúpula de San Pedro
no quería ninguna recompensa, declarando que quería
realizar aquella obra para la gloria de Cristo y por el
bien de su alma. A San Ignacio de Loyola, que le pidió
un proyecto para la futura iglesia del Jesús de Roma, le
respondió que estaba dispuesto a hacer el trabajo
gratis.
Fr. Tomás Gálvez -
fratefrancesco.org
Decía San Francisco: "En una tabla pintada
representando a nuestro Señor o a la bienaventurada
Virgen, los honramos y recordamos a ellos; la tabla, sin
embargo, y la pintura nada se atribuyen por ser tabla o
pintura, es decir, una criatura de Dios en la que a éste
se le honra por razón de sus beneficios. A ejemplo de la
madera y la pintura el siervo de Dios nada debe
atribuirse a sí mismo, sino que ha de rendir honor y
gloria sólo a Dios y reservarse para sí, mientras viva,
la vergüenza y tribulación, pues, mientras viva, la
carne es siempre enemiga de los beneficios de Dios". (Leyenda
de Perusa, 10)
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