Fr. Juan de Pian del Cárpine

Compañero de san Francisco, en la corte del Gran Khan

   
   

 

El gran imperio de los mongoles.

Al contrario de lo que muchos creen, no fue Marco Polo el primer occidental  que se presentó en la corte del gran Khan, ni fueron los jesuitas los primeros misioneros católicos en China, el gran gigante de Oriente que, en la época de san Francisco, no era más que un nombre legendario en la memoria de los eruditos o en los relatos de los mercaderes venecianos que regresaban de Oriente medio. El principal punto de referencia y el mayor peligro para Occidente eran entonces los países islámicos, como Siria, Egipto o Marruecos. Por eso Francisco quiso dirigir hacia ellos sus pasos, con intención de evangelizarlos. Muchos frailes siguieron su ejemplo y algunos de ellos encontraron el martirio: cinco en Marraquech (1220) y siete en Ceuta (1227).

Lo que Francisco no podía imaginar es que pronto se abrirían nuevos e insospechados horizontes para su Orden y para toda la cristiandad. Un año después de su muerte en Asís (1226), en el otro extremo del mundo moría Gengis Khan, fundador del imperio mongol, y su hijo Ogodai se preparaba para atacar a Europa con sus hordas tártaras. Caballeros feroces y despiadados conquistaron las mesetas de Irán, aniquilaron los principados rusos y pusieron cerco a Cracovia. Polonia, Hungría y los Balcanes, fueron arrasados por las tropas del general Batu. Sólo la noticia de la muerte imprevista de Ogodai evitó que cruzaran el Adriático, obligando a las tropas a replegarse en Karakorum, la capital del imperio.


Fr. Juan de Pian del Carpine, primer occidental en China.

Podemos imaginar el estupor que aquello produjo en Europa. En 1245, nada más abrirse el concilio de Lyón, el papa Inocencio IV planteó el tema del "remedium contra Tartaros". La decisión fue de enviar a Karakorum un legado pontificio para pedir al Khan la conversión de los tártaros y la renuncia a la conquista de Europa, con vistas a una posible alianza contra el Islam. El elegido para tal misión fue fr. Juan de Pian del Carpine, que había sido compañero de san Francisco, uno de los fundadores de la provincia franciscana de Alemania y ministro de otras provincias, entre ellas la española.

Más de 10.000 quilómetros recorrió el fraile legado "para poder llevar a término la voluntad de Dios, según el encargo del señor papa y para ayudar, de algún modo, a los cristianos". El 22 de julio de 1246 se presentaba por fin en la tienda del nuevo emperador, Guyuk, para hacerle entrega de dos cartas pontificias. Era el primer occidental que se entrevistaba con el más temible de los reyes de la tierra, para establecer el primer hilo de contacto entre Oriente y Occidente. En cuanto a las propuestas de paz y de conversión al cristianismo, fr. Juan de Pian del Carpine tropezó con la obstinación de Guyuk, pero fue tratado con gran respeto, como ya ocurriera a san Francisco en sus entrevistas con el sultán de Egipto.

Cuando regresó sano y salvo a Europa en 1247 la gente no salía de su asombro. El velo de aquel mundo lejano, terrible y hostil se había roto. Era el momento de las relaciones comerciales. Nicolás Polo llegó con sus hijos a Kambaliq (Cambalache, hoy Pekín), nueva capital del imperio, después de 1260. El nuevo Khan Qubilai los recibió con curiosidad y bien dispuesto, preguntándoles "acerca de messer el papa y de todas las condiciones de la Iglesia romana y de todas las costumbres de los latinos". El regreso de los Polo nueve años después traía buenas noticias para el Pontífice: Qubilai les había pedido que regresaran acompañados por hombres de ciencia que instruyesen a los tártaros acerca de su religión cristiana, y pedía para él un poco del aceite que ardía en la lámpara del sepulcro de Cristo.

Fr. Tomás Gálvez (fratefrancesco.org)


Ver también: Beato Juan de Montecorvino, primer arzobispo de Pekín y de todo Oriente
 
Más información sobre el tema en:
Atti del Convegno: I francescani e la Cina. 800 anni di storia
Edizioni Porziuncola, Santa Maria degli Angeli - Assisi 2000

 

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