Fuente: "Maddalena di Spello e la sua casa
della povera gente",
San Francesco Patrono d'Italia, Assisi, febbraio 2000.
Trad. Francisco Puche Juan, OFS, Yecla (Murcia)
Cada vez que busco explicación lógica a la
"extraña" forma de vida de Magdalena, me repito siempre: "Toda la culpa
es del Señor", acompañada de otra frase pronunciada frente a las
dificultades insuperables: Eso piensas tú".
La experiencia de vida de Magdalena de
Spello se puede resumir en estas dos frases dichas con extrema
simplicidad y convicción típica de quien ha hecho del evangelio una
regla de vida.
Considera una plaga aquella forma de
presentar la vida cristiana como algo extraordinario y lo delinea con
una expresión típicamente francesa: ce n'est pas possible (eso no es
posible).
Magdalena tiene hoy 70 años y es francesa,
hija de una burguesía arruinada que debía mostrar una bella fachada,
pero con los platos (también dos o tres) semivacíos.
"Cuánta hambre he tenido. Sólo cuando iba a
casa de mi abuela en el campo y comía pedazos de carne con pasta me
levantaba de la mesa con el estómago lleno". Hija de la ideología
marxista que invadió Francia tras la guerra, no tenía el entusiasmo de
vivir y menos de interrogarse sobre las cosas que más miedo le daban:
¿Por qué la muerte, el sufrimiento...?
En aquel clima estaba alejada de la
Iglesia, pero conservaba en su corazón un "pedazo" de evangelio que le
asomaba por el corazón.
No era una hermanita -una monja-, a pesar
de que ahora tiene junto a ella a dos personas consagradas al Señor.
Está felizmente casada y enamorada de su Alejandro, del cual ha tenido
una hija, como el día que lo encontró.
"Mi padre espiritual, a mis 60 años me
decía que estaba todavía inmadura afectivamente, porque me inquietaba
cuando no recibía cartas o me llamaba por teléfono mi marido". Todas sus
elecciones han sido en obediencia perfecta a su director espiritual y en
sintonía profunda con la voluntad de su marido.
"Sólo con un hombre así podía haber hecho
aquello que he hecho, y por eso el Señor me lo ha puesto en mi vida.
Estoy enamorada todavía de mi marido, pero el primer puesto es de Jesús
y esto Alejandro lo sabe. Pero también sé que yo soy la segunda para él,
porque para él lo primero en su vida es la filosofía... Así nos
aceptamos, segundos entre ambos en la jerarquía del amor".
Simpática, hospitalaria como una
franciscana pobre (dice que es una fritura que el Señor fríe como
quiere...). Sabe hablar de momentos felices, graciosos, junto a momentos
de reflexión profunda.
El encuentro con san Francisco
Cuando le pregunto cómo fue el encuentro
con San Francisco la voz decrece y se trasforma por la emoción que
también se refleja en sus ojos. Y tras unos brevísimos instantes de
profundo silencio revive su historia que ha reflejado en su libro. El
canto de la alondra. "En mi parroquia de Niza hay un fresco que
representa a San Francisco, sentado bajo un gran árbol, todo rodeado de
luces, y que está hablando a los pájaros, y en el fondo, a lo lejos, se
ve una ciudad. Esa pintura me fascinaba. ¡Cuántas veces me he sentado
junto a ella para hacer oración. Cuántas veces emocionada he besado los
pies de San Francisco! Cuántas veces he llorado en aquel rincón con el
corazón hundido por las dificultades que encontraba en mi camino. Cuando
confié a mi padre espiritual muriéndose el deseo de ir a Asís, después
de un momento de silencio, me dijo: Ve a Asís, allí el Señor te hará una
gran gracia... Allí fui con mi marido todavía no bautizado en los
primeros días de septiembre de 1968. En Asís Alejandro encontró al Señor
y yo mi vocación con más de cuarenta años".
En la Basílica superior de San Francisco se
encuentran dos frescos de Giotto que han "hablado" después de haber
pedido Magdalena al Señor qué quería de ella. Ello después de la
fascinación que San Francisco ejercía sobre ella, hasta hacerle perder
la noción del tiempo y llenarla de gozo y paz infinita. El primer cuadro
representaba al joven Francisco dando su mano a un hombre pobre. Allí
sentí una voz que me decía: "Hazte un corazón de pobre y te daré mi
manto". Salí llena de alegría hacia la Iglesia de San Esteban, detrás de
la cual me sentaba sobre las piedras. Había intuido el primer sentido de
la frase porque mi padre espiritual me invitaba a tener un corazón de
pobre para dejar el camino libre a Jesús. Pero el resto lo comprendí
cuando sentí la invisible y constante protección de San Francisco. Abrí
la Biblia que llevaba y me leí el capítulo de las Bienaventuranzas de
Mateo y me paré en estas palabras: Buscad primero el Reino de Dios y
su justicia y el resto se os dará por añadidura.
El llanto por una colección
Desde aquel momento Francisco y Asís ejercitarán una fascinación
irresistible. Aquí retornará repetidamente movida por el deseo de beber
de la fuente. Magdalena vuelve a Niza y aparentemente emprende una vida
normal, pero en su interior ha cambiado. "Una tarde decidí salir por las
calles de Niza. Mi marido no sabía oponerse a mis decisiones porque
después él ha comprendido que dentro de mí había una fuerza que no
dependía de mi y a la cual no he podido resistirme. Hacía mucho frío en
ese mes de noviembre y llevaba puesto un jersey bellísimo que había
hecho con mis manos. Me encaminé hacia las calles del puerto y me
encontré un marroquí en un portal acurrucado pasando frío. Le regalé el
jersey y entré a casa llena de alegría". Desde aquel momento descubrió
la vida y las condiciones de miseria de tantos hermanos argelinos. Los
invitaba a casa, oraba con ellos atendiendo a las frases del Corán que
hablan de Jesús y María. Vació los armario de vestidos y zapatos: "pocos
pero muy bellos. Era una mujer guapa y me gustaba vestir elegantemente".
Tenía una colección preciosa a la cual tenía mucho afecto por su valor
sentimental. Se lo dije con lágrimas al fraile franciscano que me dijo
que si era tanto para mí que lo conservara. Pero yo testaruda le dije
que debía dejarla. Desde aquel momento comencé a ver a los hombres como
Cristo viviente y no como árboles que caminan.
La casa de la pobre gente en la calle de la pobre vida
Es un juego de palabras que se unieron y que señalaron la nueva
vocación de Magdalena. Sus siguientes vicisitudes humanas se sucedieron
con un suspense tras otro: otros viajes a Asís, sus momentos de oración
en los santuarios franciscano, su oración cotidiana de las 5 a las 6 de
la mañana según la enseñanza de Santa Teresa de Jesús.
Pero ¿cómo llegó a Spello -bella ciudad medieval cerca de Asís-? "¡Sólo
Dios lo sabe, en mis estancias en Asís comía siempre en casa de una
señora que hablaba correctamente francés y cada vez, en la comida y la
cena, me repetía: debe ir a ver Spello. Cansada de aquella presión,
también porque me bastaba Francisco que me llenaba el alma, el último
día acepté por cortesía que me acompañara a Spello. Me dejó en el lugar
del hermano Carlos Carretto y después partí para Roma. Y así comprendí a
Spello... ¡Toda la culpa es del Señor, es suya!
Cuando volvió a Niza no tenía paz. Esta vez la decisión no era de otro
viaje, sino de una permanencia. El consentimiento de su marido taraba. Y
ella no quería moverse contra su voluntad. Le dije al Señor: "piensa en
nosotros". Y el Señor pensó. Llegó a Spello con la hija pequeña y
después de un mes se le une su marido. No sabía una palabra de italiano,
no conocía nada de esta ciudad. Porque me limitaba a la visita de la
fraternidad del hermano Carlos Carretto. Sólo tenía poco más de cuatro
mil pesetas de pensión por invalidez. Un señor le propone una casa
abandonada en la calle de la Vida Pobre en alquiler por un año. "Reflexioné
por dos días y, constatando en mi presencia de la paz y la alegría, la
alquilé y me instalé en medio de las telarañas.
El hermano Carlos instaló el Santísimo Sacramento en mi pobre casa, en
una estancia trasformada en capilla, habiendo recibido del obispo el
permiso de hacerlo en los eremitorios y considerando la pequeña casa
como uno de ellos".
La casa desde aquel momento estaba siempre abierta y tenía siempre
mucho que hacer: comida, cena, lavar las ropas y sábanas de los
huéspedes, "la gente pobre", que llamaba a su puerta. "Hablaba poco
porque no sabía italiano, pero oraba continuamente en mi corazón a Dios
diciendo: Padre mío, Padre mío". Pero todavía el Señor no la dejó en
paz, porque quería que se estableciese de modo definitivo en Spello.
Todavía mil tribulaciones y finalmente pudo poner el pié donde el Señor
la quería.
LA EXPOLIACIÓN
Pero una vez llegada a Spello debería encontrar una prueba decisiva.
Primero los hermanos de la comunidad de Carlos Carretto, no él, después
los habitantes de Spello le hicieron la guerra sin exclusión de culpas
para que se fuera a Francia. Fue entonces andando a la Basílica de san
Francisco. "Saliendo de la Basílica me fijé de un modo particular en el
fresco que representa a Francisco despojado de sus vestidos, protegido
por el obispo, delante de su padre airado y él, pobrecillo, con las
manos juntas, mientras miraba al cielo donde se ve la mano de Dios.
Permanecía allí, encantada y se hace en mí más clara esta verdad: Sólo
Dios.
Jesús me lo había pedido, mi padre espiritual lo había confirmado, mi
marido estaba de acuerdo. ¿A quién debía rendir cuentas?"
En el atardecer de finales de octubre, bajo una lluvia fina incesante,
Magdalena cantaba y bailaba de alegría, fijando su definitiva morada en
la calle de la Pobre Vida número 14.
Era todo culpa del Señor si ahora se encontraba en aquella pobre casa
para ofrecer un lecho, un plato caliente, una sonrisa acogedora a la
gente pobre, debía de pensar en el Señor, porque Magdalena más allá del
corazón y sus manos no tenía otra cosa que ofrecer.
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