Fuente: "Missioni: 1.000 giorni a Cuba",
Il Missionario Francescano, LXVI, 2, febbraio 2005, 18-19.
Trad. Fr. Tomás Gálvez
Hace
ya 3 años... ¡Nosotros somos los primeros en quedar admirados! De verdad
que el tiempo vuela y tenemos que estar atentos para captar el mensaje y
el desafío que eso lleva consigo. Estamos aquí, cada vez más contentos de
estar, precisamente para renovar nuestra adhesión al proyecto misterioso
de Dios, que se concreta, efectivamente, en el tiempo que pasa. Podemos
decir de verdad que estamos en el ojo del huracán... No sólo porque
llegamos a Cuba 2 días después del huracán Mitchel y celebramos el 3º
aniversario después de haber esquivado por poco el impacto del terrible
Iván, sino, sobre todo, porque la historia en la que se está encarnando
nuestra misión es turbulenta y problemática, ¡un auténtico ciclón diario!
¿Por qué estamos aquí?
No es una pregunta inútil. Cada día tenemos necesidad de re-motivar nuestra
presencia aquí en Matanzas, bebiendo de las que fueron las razones
iniciales para la apertura de nuestra misión. Nos decíamos que uno de los
motivos era llevar ayuda a la iglesia cubana, carente históricamente de
sacerdotes y con tanta necesidad de evangelización, después de la apertura
que siguió al viaje del Papa (enero de 1998).
Nuestra llegada ha supuesto un verdadero acontecimiento para esta
Diócesis, que contaba con sólo 15 sacerdotes. Hemos tratado de dar nuestra
disponibilidad y colaboración, tanto en el servicio pastoral en nuestra
parroquia de S. Pedro como en otra parroquia que se nos confió, la
Milagrosa. Hemos experimentado la alegría de apoyar a los otros sacerdotes
cuando cuando se han visto necesitados, como también, algo del todo nuevo,
hemos abierto nuestra casa (somos prácticamente la única comunidad
religiosa existente en la Diócesis) a los sacerdotes que quisieran
compartir el tiempo con nosotros.
También hemos estado siempre dispuestos para la asistencia y
acompañamiento de comunidades religiosas femeninas que han solicitado
nuestra presencia (retiros mensuales, encuentros de formación,
celebraciones varias). Este estilo de servicio sencillo y fraternal ha
sido muy apreciado y creemos que con nuestra presencia se ha avanzado un
paso en el camino de nuestra comunidad diocesana.
El hermano Obispo
El 23
de agosto de 2004 nos ha dejado, de repente, nuestro querido Obispo, mons.
Mariano Vivanco. Un hombre con el que entramos enseguida en sintonía (era
terciario franciscano y, con su humildad y simplicidad, encarnaba este
ideal de manera estupenda); nos acogió y nos ha acompañado estos años con
auténtico espíritu paternal. De él hemos aprendido mucho, porque su
ejemplo de servicio a los últimos era conmovedor (era muy difícil
encontrarlo en el Obispado o aquí en ciudad, porque siempre estaba en los
lugares más lejanos y recónditos de la diócesis, donde, por falta de
sacerdotes, ha trabajado como párroco efectivo desde el comienzo de su
servicio a esta iglesia, en 1987). Damos gracias al Señor por este nuestro
queridísimo hermano Obispo y ahora su memoria es para nosotros una
invitación a vivir cada día con más dedicacion al servicio de esta
iglesia.
“Plantatio Ordinis”
Otro
motivo de nuestra partida para Cuba era el de implantar nuestra Orden en
esta tierra, donde no había estado nunca presente a lo largo de toda su
historia. Por primera vez en Cuba, con el sueño de ver crecer nuestra
familia franciscana y completar la presencia de las 3 familias (Menores y
Capuchinos están aquí desde hace muchos años).
¿Qué
se ha hecho en este aspecto? Hemos dicho siempre que, antes de recoger,
hay que preparar bien el terreno; antes que nada era necesario hacer
estable nuestra presencia, con una enculturación que permitiera entrar en
contacto con la realidad y, en especial, con el mundo de los jóvenes, para
hacer propuestas adecuadas con criterios que pudieran ser entendidos.
Podemos decir que este primer paso necesario ya se ha hecho. Nos sentimos
cubanos y sentimos que la gente nos comprende, no sólo porque ya nos
defendemos bien en su lengua, sino porque llevamos adelante un discurso
acorde con su realidad y no estamos imponiendo nada prefabricado en otros
ambientes culturales.
Además, y esto es muy importante, hemos podido verificar con gozo y
satisfacción que San Francisco ejerce también aquí una fascinación
especial. Quien se ha acercado a la fe, encuentra en nuestro Seráfico
Padre un modelo concreto de hombre cristiano; y lo quieren conocerlo más a
fondo, porque en él encuentran realizado aquel sueño de reconciliación
(interior y exterior) y de paz que todos llevan dentro y que como
cristianos creen que es posible realizar.
Este
año también hemos tenido la confirmación de la popularidad de S.
Francisco: aunque la Iglesia estaba cerrada por restauración, hemos
reunido a mucha gente en el patio y la celebración de su fiesta ha sido un
momento muy emotivo.
Hay
jóvenes que se están acercando y piden ya poder compartir nuestra vida;
pero la prudencia es obligada, sobre todo cuando se trata de empezar un
camino concreto de acogida. Hemos decidido tomarnos tiempo; mientras
seguimos a estos hermanos jóvenes con encuentros periódicos y
sistemáticos, nos estamos interesando seriamente por su futuro, tratando
de resolver el problema del lugar donde empezar a vivir juntos la
experiencia del discernimiento vocacional.
Los
problemas en este aspecto son muchos en Cuba: falta de una experiencia
familiar, jóvenes que proceden de una experiencia de fe muy breve (algunos
se bautizaron hace sólo unos años), carencia crónica de fidelidad y
constancia. La experiencia poco positiva tenida por otras familias
religiosas nos invita a dar pasos bien meditados y bajo la clara
iluminación del Espíritu Santo.
Os
estamos inmensamente agradecidos
Nuestro agradecimiento a todos vosotros no son sólo palabras, amigos y
hermanos queridos. Os estamos, de verdad, muy agradecidos. habéis hecho y
estáis haciendo continuamente cosas admirables para apoyarnos y animarnos.
Vuestra cercanía es constante y hay mil ocasiones que nos lo recuerda.
Estos
días en que estamos acabando la restauración del interior de nuestra
Iglesia (la faciada es ya una magnífica realidad desde hace algunos meses
y todos pueden contemplarla), pensamos a menudo en cuántas manos nos han
ayudado y en cuántas voces nos han animado. Estamos juntos en la
construcción de un misterioso proyecto que nos supera, pero que nos quiere
colaboradores comprometidos de persona a todos, en primera o en segunda
fila.
Estamos en comunión, porque lo que intentamos construir tiene que ver con
Dios y con su Reino; estamos en comunión en lo esencial: la oración que
nos pone de rodillas delante de Él, con un corazón agradecido y lleno de
confianza. El Señor os bendiga a cada uno y os colme de su paz.
Fray Fernando, fray Silvano y fray Roberto, OFMConv.
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Cuba, tierra de misión
Una colaboradora seglar narra su experiencia
Fuente: Giuliana Polverini, "Cuba, terra di missione",
Il Missionario
Francescano, LXVI, 1, gennaio 2005, 22-23.
Trad. Fr. Tomás Gálvez
Con los frailes de Cuba
Mi experiencia en la misión de los
frailes menores conventuales en Cuba no ha nacido ahora. Desde que comenzó
a caminar aquella comunidad de hermanos he estado presente y he tratado de
ser una colaboradora en la retaguardia, discreta, pero con todo mi
compromiso y mi amor. Por otra parte se trataba, hace ya tres años, de una
aventura importante, porque era una experiencia muy especial, que nacía
entre muchas dificultades.
Yo también, hasta ahora, había pensado en
Cuba como zona turística y como paraíso caribeño..., nunca como tierra de
misión. Entrar en Cuba como familia religiosa no era fácil (los permisos
para los sacerdotes, después de la visita del Papa, se concedían sólo
individualmente y con dificultad; pero todas las puertas se han abierto y
también de una manera bastante sencilla, para quién está acostumbrado a
las sorpresas de Dios.
Los tres frailes de la misión están al
servicio de una parroquia en una diócesis grandísima (casi 700 mil
habitantes en u territorio muy extenso) que tiene sólo 18 sacerdotes con
el Obispo, que hace de párroco en la zona pantanosa y más alejada de
Matanzas, capital y sede episcopal. La parroquia de San Pedro Apóstol
concedida a los frailes está en la ciudad y tiene una población de unas
30.000 almas. Pero, dada la escasez de sacerdotes, atienden también a otra
comunidad (La Milagrosa) con otros 15 mil habitantes.
Las dificultades de la Iglesia en Cuba
Las dificultades del camino de la Iglesia
en Cuba son muchísimas. Ya no proceden directamente del régimen, pues
ahora, oficialmente, hay apertura, mas son muchos los obstáculos...
subterráneos que se le presentan a las comunidades cristianas y a los
católicos en particular.
La Iglesia, prácticamente, está
considerada como una de las tantas organizaciones extranjeras que hay en
Cuba (incluso las matrículas de los pocos vehículos que tiene la Iglesia
se caracterizan pro el color anaranjado, típico de los extranjeros...
inversores), sólo que no tiene personalidad jurídica y ninguna posibilidad
organizativa. La nueva libertad se reduce a lo que se hace entre las
paredes de la Iglesia, porque moverse fuera es prácticamente imposible o
está muy limitado por las interminables gestiones que hay que hacer.
A pesar de eso, los frailes han sido muy
bien acogidos por la gente y también por las autoridades locales (lo
demuestra un hecho sencillo, pero significativo: han conseguido ya dos
veces el permiso para hacer una procesión pública con ocasión de la fiesta
patronal de San Pedro).
El principal esfuerzo lo han puesto
enseguida en ser una verdadera comunidad franciscana; luego han venido los
demás, como, por ejemplo, el de volver a poner en movimiento una comunidad
paralizada desde hacía años, o el otro de restaurar (aún se trabaja en
ello) una bellísima iglesia abandonada desde el tiempo en que se
construyó.
Todo esto ha devuelto entusiasmo a la
gente, incluso a los no creyentes y a los alejados por estar aún ligados a
la ideología, y está volviendo a poner en movimiento tantas nostalgias en
los corazones de personas que se había visto obligadas a abandonar la
práctica y que, por consiguiente, habían perdido también de vista su
sentido de pertenencia a la Iglesia.
Se está empezando de cero, con un
esfuerzo constante por catequizar a todos los niveles. Se tropieza
diariamente con problemas muy grandes, por ejemplo, la casi inexistencia de
la familia (por lo que los niños no tienen quién los acompañen con el
ejemplo o, simplemente, quien los lleve de la mano al encuentro de la
experiencia de fe; afortunadamente, algunas abuelas santas...), la pobreza
extrema de la gente necesitada de todo (especialmente los ancianos y
enfermos, que son los más vulnerables), la dificultad objetiva de resolver
cada día incluso los problemas prácticos más elementales.
Ciertamente, en un mundo donde prevalece
la emergencia de la supervivencia, no es fácil sembrar una propuesta
auténtica de vida; se necesita humildad, paciencia, silencio y oración.
Pero en esto los frailes son especialistas, a ejemplo de nuestro Padre S.
Francisco.
El gozo de vivir
Lo que siempre me ha
impresionado en los ya numerosos momentos de presencia en la misión es la
bondad natural de la gente, la espontaneidad, la apertura fundamental y la
acogida típica de la gente caribeña que, a pesar de todo, se manifiesta en
fiestas y música que encuentras en cada rincón.
Precisamente en este hecho se basa la
esperanza de un mañana positivo: creo que la misión tendrá un hermoso
futuro, gracias al estilo franciscano con que nuestros frailes se lo
proponen a diario y gracias a la necesidad de Dios que la gente está
redescubriendo (según una estadística que se ha hecho, el 50 % de los
recién nacidos son ya bautizados, a petición de los padres... ¡empujados
por las abuelas!). Entre otras cosas, durante este último viaje he tenido
la alegría de haber sido elegida por dos padres como madrina para su
pequeña Lismarian Clara.
He vivido días maravillosos entre mis
hermanos frailes en Cuba y entre la gente de aquella comunidad. Agradezco
al Señor haberme puesto en este camino y estoy segura de que mi
colaboración será cada vez más eficaz y constructiva. Vale la pena soñar,
animados por la fe, la esperanza y el amor; vale la pena luchar hoy contra
toda clase de dificultades, para mantener la certeza de un mañana mejor
para todo el pueblo cubano y para nuestra Iglesia en particular.
Giuliana Polverigiani
Traducción de Fr. Tomás Gálvez
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