Jacobo o Jacques de Vitry fue consagrado obispo
de San Juan de Acre (Palestina) por el papa Honorio III,
en julio de 1216. En sus cartas y escritos demuestra
gran simpatía por los nuevos movimientos religiosos, de
manera especial por la Orden de los Hermanos Menores
fundada por San Francisco, a quien conoció personalmente
en Egipto. Presentamos aquí unos fragmentos de dos de
sus cartas, una de octubre de 1216, cuando estaba a
punto de abandonar Italia después de su consagración
episcopal, y otra de principios de 1220, cuando San
Francisco, después de haberse entrevistado con el sultán
de Egipto, se disponía a recorrer su diócesis de Acre y
otros territorios de Oriente medio.
Carta I (Génova, primeros de octubre de 1216)
A sus queridísimos amigos, Jaime, humilde ministro
de la iglesia de Acre (Akkon), con ayuda de la divina
misericordia, desea la salvación eterna en el Señor.
[...]
Después de estas cosas (o sea, después de haberse
salvado de la furia de un río crecido) llegué a la
ciudad de Milán, que es un verdadero nido de herejes.
Me detuve algunos días y prediqué la palabra de Dios
en varios lugares. A duras penas se encuentra en toda la
ciudad a alguien que tenga el valor de resistirse a los
herejes, excepto algunos hombres santos y mujeres
religiosas que los seglares llaman, no sin cierta
malicia, "patarinos". Pero el Sumo Pontífice, que les ha
concedido la facultad de predicar y combatir a los
herejes (y que ha aprobado también su Congregación) los
llama "Humillados". Éstos renuncian a todos sus bienes,
re reúnen juntos en diversos lugares, viven del trabajo
de sus manos, predican con frecuencia la palabra de Dios
y la escuchan de buena gana, y son perfectos y firmes en
la fe, eficaces en las obras. Esta religión se ha
extendido tanto en la diócesis milanesa que se pueden
contar hasta 150 congregaciones conventuales de hombres
por un lado y de mujeres por otra, sin contar a los que
permanecen en sus casas.
Saliendo de aquí llegué a Perusa. Encontré al papa
Inocencio muerto, pero aún sin sepultar. Por la noche
los ladrones habían despojado su cadáver de todos sus
preciosos ropajes, dejando en la iglesia (catedral) su
cuerpo casi desnudo y en estado de putrefacción. Yo
entré después en la iglesia y pude comprobar con plena
fe lo breve que es la gloria engañosa de este mundo.
El día siguiente de los funerales los cardenales
eligieron a Honorio (III, 18 de julio de 1216), hombre
de edad avanzada y piadoso, simple y muy humilde, que
había repartido a los pobres casi todo su patrimonio. El
domingo después de la elección fue consagrado Sumo
Pontífice.
Luego yo, el domingo siguiente (31 de julio), recibí la
consagración episcopal... (sigue hablando de su
familiaridad con el papa, de sus repetidos coloquios y
de las facultades obtenidas, sobre todo de poder
predicar en todas partes, y de los preparativos de la
expedición a Acre)
[...]
Habiendo frecuentado algún tiempo la Curia, encontré
muchas cosas contrarias a mi espíritu. Todos estaban tan
ocupados en cosas materiales y mundanas, en cuestiones
de reyes y reinos, en litigios y procesos, que apenas
permitían hablar de cualquier tema de tipo espiritual.
He encontrado, sin embargo, en aquellas regiones una
cosa que ha sido un gran consuelo para mí, pues pude ver
que muchos seglares ricos de ambos sexos huían del
siglo, abandonándolo todo por Cristo. Los llamaban
Hermanos Menores y Hermanas Menores.
Son tenidos en gran honor por el señor papa y los
cardenales. No se ocupan para nada de las cosas
temporales, sino que, llenos de un fervoroso anhelo y de
un vehemente empeño, se dedican diariamente a rescatar
de las vanidades del siglo a las almas que están en
trance de perecer y a llevarlas con ellos. Y por la
gracia de Dios han cosechado ya un abundante fruto y han
ganado a muchos, pues sucede que el que escucha dice:
"ven" y un grupo atrae a otro grupo.
Viven según la forma de la primitiva Iglesia, según
aquello que de ella se escribió: "La multitud de los
creyentes tenían un solo corazón y una sola alma".
Durante el día van a las ciudades y a las aldeas para
conquistar a los que pueden, dedicados así a la acción;
y durante la noche, regresando al despoblado o a lugares
solitarios, se dedican a la contemplación.
Las mujeres, por su parte (las "damianitas") viven
juntas en algunos hospicios cerca de las ciudades, y no
reciben nada, sino que viven del trabajo de sus manos.
Les causa mucho desagrado y turbación el hecho de que
clérigos y laicos las honran más de lo que ellas
quisieran.
Los hombres de esta religión una vez al año, y por
cierto para gran provecho suyo, se reúnen en un lugar
determinado para alegrarse en el Señor y comer juntos, y
con el consejo de santos varones redactan y promulgan
algunas santas constituciones, que son confirmadas por
el señor papa. Después de esto, durante todo el año se
dispersan por Lombardía, Toscana, Pulla y Sicilia.
Hace algún tiempo, el hermano Nicolás, paisano del
señor papa, hombre santo y religioso, abandonó la curia
y se retiró con estos hombres, pero el señor papa, como
le era muy necesario junto a sí, lo hizo volver.
Tengo por cierto que, para oprobio de los prelados,
que son como perros mudos que no saben ladrar, quiere el
Señor salvar a muchas almas antes del fin del mundo por
medio de estos hombres sencillos y pobres.
Carta II (San Juan de Acre, principios de 1220)
Don Rainiero, prior de San Miguel, ha ingresado en
la religión de los hermanos menores. Esta religión se
está multiplicando mucho por todo el mundo, porque busca
expresamente imitar la forma de la primitiva Iglesia y
llevar en todo la vida de los apóstoles (Debo añadir,
con todo, que, a mi juicio, esta Orden incurre en un
serio peligro, porque envía por el mundo de dos en dos
no sólo a los religiosos ya formados, sino también a los
jóvenes aún no preparados del todo, los cuales deberían
ser probados y sometidos durante algún tiempo a la
disciplina conventual).
Su maestro, que fundó esta Orden, vino a nuestro
ejército (en Egipto) e, inflamado por el celo de la fe,
no tuvo miedo en ir al ejército de nuestros enemigos.
Predicó la palabra del Señor a los sarracenos durante
algunos días, aunque en realidad con escaso provecho, y
el sultán, rey de Egipto, le pidió en secreto que orase
por él al Señor, para que, inspirado por él, acertase a
profesar la religión que más agrada a Dios.
En esta misma Orden han ingresado también Colins el
inglés, clérigo nuestro, y además otros dos de nuestros
compañeros: el clérigo Miguel y don Mateo, al que había
encomendado la iglesia de Santa Cruz; y me veo en
aprietos para retener junto a mí al chantre, a Enrique y
a otros.
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