Mensaje de Benedicto XVI al Capítulo general
OFMConv.
Encuentro con los
participantes en el Capítulo general de la Orden
Franciscana de los Frailes Menores Conventuales y a la
Comunidad del Sacro Convento, en la Basílica Superior de
San Francisco.
Al reverendísimo Padre MARCO TASCA Ministro general
de la Orden de Frailes Menores Conventuales.
Con gran alegría lo saludo a usted, reverendísimo
padre, y a todos los Frailes Menores Conventuales,
reunidos en Asís para el 199° capítulo general. Me
alegra hacerlo en esta basílica papal, en la que
espléndidas obras de arte narran las maravillas de
gracia que el Señor realizó en san Francisco.
Considero providencial que este encuentro tenga
lugar en el contexto del VIII centenario de la
conversión de san Francisco. Con esta visita he querido
poner de relieve el significado de ese acontecimiento,
al que es preciso volver siempre, para comprender a san
Francisco y su mensaje. Él mismo, sintetizando en una
sola palabra toda su vivencia interior, no encontró un
concepto más denso que el de "penitencia": "El Señor me
concedió a mí, fray Francisco, comenzar a hacer
penitencia así" (Testamento, 1: FF 110). Por tanto, se
sintió esencialmente como un "penitente", por decirlo
así, en estado de conversión permanente. Abandonándose a
la acción del Espíritu, san Francisco se convirtió cada
vez más a Cristo, transformándose en imagen viva de él,
por el camino de la pobreza, la caridad y la misión.
Así, vosotros tenéis la misión de testimoniar con
celo y coherencia su mensaje. Estáis llamados a hacerlo
con la sintonía eclesial que caracterizó a san Francisco
en su relación con el Vicario de Cristo y con todos los
pastores de la Iglesia. A este respecto, os agradezco la
obediencia pronta con que, juntamente con los Frailes
Menores, correspondiendo al especial vínculo de afecto
que os une desde siempre a la Sede apostólica, habéis
acogido las disposiciones del motu proprio Totius orbis
sobre las nuevas relaciones de las dos basílicas papales
de San Francisco y de Santa María de los Ángeles con
esta Iglesia particular, en la que nació el Poverello y
que tuvo tanta importancia en su vida.
Un saludo especial le dirijo a usted, fray Marco
Tasca, a quien la confianza de sus hermanos ha llamado a
la ardua tarea de ministro general. Es de buen auspicio
la coincidencia con la celebración del 750° aniversario
de la elección de san Buenaventura como ministro de la
Orden. Le deseo que, a ejemplo de san Francisco y de san
Buenaventura, juntamente con los definidores elegidos,
guíe con sabia prudencia la gran familia de la Orden en
la fidelidad a las raíces de la experiencia franciscana,
prestando atención a los "signos de los tiempos".
En el capítulo general se han reunido frailes
procedentes de muchos países y culturas diversas, para
escucharse y hablarse mutuamente con el único lenguaje
del Espíritu, reviviendo así el recuerdo de la santidad
de san Francisco. Esta es una ocasión realmente
extraordinaria para compartir las "maravillas" que Dios
sigue realizando también hoy a través de los hijos del
Poverello esparcidos por el mundo.
Por tanto, deseo que los religiosos capitulares,
además de dar gracias a Dios por el desarrollo de la
Orden sobre todo en los países de misión, aprovechen
esta ocasión para interrogarse sobre lo que el Espíritu
les pide para seguir anunciando con pasión, tras las
huellas del Seráfico Padre, el reino de Dios en este
tramo inicial del tercer milenio cristiano.
Me ha complacido saber que, como tema central de
reflexión durante los días de la asamblea capitular, se
ha elegido la formación para la misión, subrayando que
esa formación no se da de una vez para siempre, sino que
se debe considerar más bien como un camino permanente.
En efecto, se trata de un itinerario con múltiples
dimensiones, pero centrado en la capacidad de dejarse
modelar por el Espíritu, a fin de estar dispuestos a ir
a cualquier lugar a donde él llame. En la base no puede
por menos de estar la escucha de la Palabra en un clima
de intensa y continua oración. Sólo con esta condición
se pueden captar las verdaderas necesidades de los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, dándoles respuestas
basadas en la sabiduría de Dios y anunciando lo que se
ha experimentado profundamente en la propia vida.
Es necesario que la gran familia de los Frailes
Menores Conventuales se deje impulsar por las palabras
que el Crucifijo de San Damián dirigió a san Francisco:
"Ve y repara mi casa" (2 Cel I, 6, 10: FF 593). Por
tanto, cada fraile ha de ser un auténtico contemplativo,
con la mirada fija en los ojos de Cristo. Cada uno ha de
ser capaz de ver, como san Francisco en el leproso, el
rostro de Cristo en los hermanos que sufren, llevando a
todos el anuncio de la paz. Con este fin, deberá hacer
suyo el camino de configuración con el Señor Jesús que
san Francisco vivió en los diversos lugares-símbolo de
su itinerario de santidad: desde San Damián hasta
Rivotorto, desde Santa María de los Ángeles hasta la
Verna.
Por consiguiente, cada hijo de san Francisco ha de
tener como principio firme el que el Poverello expresó
con las sencillas palabras: "la Regla y vida de los
frailes menores es observar el santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo" (Rb I, 1: FF 75). A este
propósito, me alegra saber que también los Frailes
Menores Conventuales, juntamente con toda la gran
familia franciscana, están comprometidos a revivir las
etapas que llevaron a san Francisco a formular el "propositum
vitae" confirmado por Inocencio III alrededor del año
1209.
El Poverello, llamado a vivir "según la forma del
santo Evangelio" (Testamento, 14: FF 116), se comprendió
a sí mismo a la luz del Evangelio. Precisamente de aquí
nace la perenne actualidad de su testimonio. Su
"profecía" enseña a hacer del Evangelio el criterio para
afrontar los desafíos de todos los tiempos, incluido el
nuestro, resistiendo a la engañosa fascinación de modas
pasajeras, para arraigarse en el plan de Dios y
discernir así las auténticas necesidades de los hombres.
Mi deseo es que los frailes sepan acoger con renovado
impulso y con valentía este "programa", confiando en la
fuerza que viene de lo alto.
A los Frailes Menores Conventuales se les pide, ante
todo, que anuncien a Cristo: que se acerquen a todos con
mansedumbre y confianza, con una actitud de diálogo,
pero dando siempre un testimonio ardiente del único
Salvador. Que sean testigos de la "belleza" de Dios, que
san Francisco supo cantar contemplando las maravillas de
la creación: entre los estupendos ciclos pictóricos que
adornan esta basílica y en todos los demás lugares del
maravilloso templo que es la naturaleza, se debe elevar
de sus labios la oración que san Francisco pronunció
después del éxtasis místico de la Verna, y que le hizo
exclamar dos veces: "Tú eres la belleza" (Alabanzas a
Dios altísimo, 4. 6: FF 261).
Sí, san Francisco es un gran maestro de la "via
pulchritudinis". Los frailes deben imitarlo irradiando
la belleza que salva; y lo deben hacer de modo especial
en esta estupenda basílica, no sólo con el gozo de los
tesoros de arte que se conservan en ella, sino también y
sobre todo con la intensidad y el decoro de la liturgia,
y con el ferviente anuncio del misterio cristiano.
A los religiosos capitulares les deseo que vuelvan a
sus respectivas comunidades llevando la lozanía y la
actualidad del mensaje franciscano. A todos digo: llevad
a vuestros hermanos la experiencia de fraternidad de
estos días como luz y fuerza, capaz de iluminar el
horizonte, no siempre exento de nubes, de la vida
diaria; llevad a cada persona la paz recibida y donada.
Con el pensamiento dirigido a la Virgen Inmaculada,
la "Tota pulchra", e implorando la intercesión de san
Francisco y de santa Clara, a los que encomiendo el
éxito de los trabajos de este capítulo general, le
imparto a usted, reverendísimo padre, a los religiosos
capitulares y a todos los miembros de la Orden, como
prenda de especial afecto, la bendición apostólica.
Asís, 17 de junio de 2007
Regresarrar
|