Santuario de La Verna (Arezzo)

El monte de los estigmas de San Francisco

   
   

 

El eremitorio del monte de la Verna

El 8 de mayo de 1213, fiesta de San Miguel Arcángel, uno de los patronos de la caballería, Francisco predicó en Montefeltro (San Leo), donde se celebraba la investidura de caballero de un hijo del conde del castillo. Entre los invitados estaba el conde Orlando de Chiusi (Arezzo), quien, después de platicar largo y tendido con el santo acerca de su vida espiritual, le propuso: "Tengo en Toscana un monte muy a propósito para la oración, que se llama La Verna. Está muy apartado y poblado de bosque, muy apropósito para quien quiera retirarse a hacer penitencia o llevar vida solitaria. Si te agrada, os lo cedo de buena gana, para el bien de mi alma". "Messer -respondió el santo- cuando estéis de regreso en vuestra casa os enviaré a algunos de mis compañeros, para que le mostréis el monte. Si ellos los consideran apropiado, lo acepto desde ahora". La donación fue confirmada en 1274 por los hijos del conde, Cungio, Bandino y Guillermino.

El nombre del lugar parece que derive de "herna", que significa piedra o lugar rocoso. Está en la región del Casentino, en el Apenino toscano, al norte de la provincia de Arezzo, entre los nacimientos del Tíber y el Arno. El monte es como una isla de rocas cubierta de bosque, que emerge en medio de un paisaje morfológicamente distinto. El castillo de Chiusi, del que quedan algunos restos, estaba a 4 quilómetros al pie del eremitorio y a 860 metros de altitud.

San Francisco subió al monte de la Verna por primera vez, probablemente, en la primera mitad de agosto de 1224. La belleza del lugar y algunos signos que el Señor le manifestó lo animaron a quedarse allí un mes y medio, del 15 de agosto (la Asunción) y el 29 de septiembre, ayunando en honor del San Miguel arcángel. A mitad de septiembre, después de la visión de Jesucristo en forma de serafín, se le quedaron impresas en su cuerpo los signos de la pasión (estigmas), viviendo desde entonces, hasta su muerte, crucificado con Cristo.


El Santuario

A La Verna se puede subir desde Chiusi por carretera  o mejor a pie, por el antiguo camino del santuario, a mitad del cual una capillita recuerda el episodio de los pájaros que salieron a recibir a Francisco. Lo que encontramos actualmente es, sobre todo, un típico convento de la Observancia, crecido en diversas fases, según las exigencias de cada época. Así, junto al convento y a la primitiva iglesia, construida en el 1260 sobre el primer oratorio y dedicada a Santa María de los Ángeles, se encuentra la llamada Basílica, una gran iglesia renacimental edificada entre los años 1348 y 1509. Lo más destacado en esta basílica es la colección de "terracotas" de Andrea de la Robbia (1435-1525), su órgano monumental y las reliquias de San Francisco: un paño de sangre de los estigmas; un trozo de cuerda; un cuenco, un mantel y un vaso usados por él en casa del conde Orlando, una disciplina, un bastón con la punta en forma de T; y un cinturón dorado del citado conde, a las que se ha añadido recientemente la túnica que el santo llevaba puesta seguramente cuando recibió los estigmas, que se conservaba hasta ahora en Florencia.

Delante de la Basílica hay una gran explanada y, de frente, una capilla levantada en recuerdo de la celda "del haya". De allí mismo baja una escalera hasta el fondo del impresionante precipicio, conocido como "Sasso Spico". A la derecha de la explanada hay un largo corredor, que corresponde al trayecto que unía el eremitorio de los frailes con la celda de San Francisco. Cada tarde, a las tres, los frailes de la comunidad y los peregrinos lo recorren en procesión, hasta el lugar de los estigmas. A mitad del corredor, una puerta estrecha comunica con una gruta natural, llamada "lecho de San Francisco", donde el santo estuvo a punto de precipitarse. La celda de los estigmas y su entorno es ahora una iglesia, precedida de algunas capillas. En el centro de la iglesia, delante del altar, se venera en el suelo el lugar exacto donde Francisco tuvo la visión del Serafín. La fachada detrás del altar está ocupada por una grande y magnífica crucifixión en terracota de Andrea de la Robbia. Desde allí se accede a un mirador situado, como la iglesia, sobre un alto acantilado, desde el que se domina un amplio y espectacular panorama.

 

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