Francisco de Asís en Greccio
Greccio es una pequeña población de 1.500
habitantes, situada entre Roma y Asís, a 15 quilómetros
de Rieti, en la pendiente del Monte Lacerone y a 705
metros de altitud. El santuario se encuentra a poco más
de dos quilómetros, encima de una escarpada roca y
rodeado de bosques de encinas. Desde la explanada se
contempla el castillo de Greccio y una hermosa vista del
valle de Rieti.
A San Francisco este lugar le gustaba porque le
parecía "rico en su pobreza", y el territorio porque
decía que no había visto ningún otro con tantas
conversiones como este. Muchos de sus habitantes,
empezando por Juan Velita, señor de Greccio, profesaron
la Regla de la Tercera Orden y llevaban una vida de
penitencia en sus propias casas. Cada día, a una
determinada hora, los frailes entonaban las alabanzas
del Señor y la gente del castillo, grandes y pequeños,
salían de sus casas y respondían: "Alabado sea el
Señor". Esto les valió verse libres por un tiempo del
pedrisco y de los lobos, mas luego de algunos años,
empezaron a enorgullecerse y a odiarse entre ellos, como
predijo San Francisco, lo que trajo como consecuencia
que el castillo fuese pasto de las llamas, por obra de
la soldadesca de Federico II, en 1242.
El primer "Nacimiento" viviente
Todo se celebró como estaba previsto: la noche de
Navidad, la gente del castillo se dirigió al lugar donde
vivían los frailes, con cantando y con antorchas y en
medio del bosque. En una gruta prepararon un altar sobre
un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un
buey. Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, se
rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se
alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva
Belén. Para una celebración tan original Francisco había
obtenido el permiso del papa Honorio III. La homilía
corrió a su cargo, pues era diácono, y mientras hablaba
del niño de Belén, se relamía los labios y su voz era
como el balido de una oveja. Un hombre allí presente vió
en visión a un niño que dormía recostado en el pesebre,
y Francisco lo despertaba del sueño. La gente volvió
contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja,
que luego se demostró una buena medicina para curar a
los animales.
San Francisco permaneció en Greccio hasta pasada la
Pascua de 1224. De aquí se encaminó a Perusa, para echar
en cara a sus habitantes el mal que estaban haciendo a
sus vecinos y anunciarles las consecuencias que ello
traería consigo.
El santuario de Greccio hoy
Hoy el santuario de Greccio ha crecido mucho: a la
antigua iglesia y convento del siglo XIII se han añadido
otras construcciones y una iglesia más espaciosa, pero
el lugar conserva todo su encanto. La gruta,
transformada en capilla el mismo año de la canonización
del Santo, se conserva casi intacta, con la roca que
sirvió de altar y de pesebre (ver foto arriba). Sobre la
pared frontal hay restos de algunos frescos de la
escuela de Giotto, de los siglos XIII-XIV.
En el conventito primitivo todo nos habla de la
sencillez y pobreza de los primeros tiempos. El
dormitorio mide apenas 7 metros de longitud por 1,40 -
2,00 metros de anchura. Al fondo hay una minúscula
celdilla excava en la roca, donde se dice que dormía San
Francisco. Aquí tuvo lugar, por tanto, el episodio de la
almohada de plumas, regalo de Juan Velita, que no dejaba
dormir al Santo.
En el piso superior hay otro dormitorio, de la
segunda mitad del siglo XIII, todo de madera, con celdas
a ambos lados. A continuación hay un coro del siglo XVII
que conduce a la primera iglesia dedicada a San
Francisco después de su canonización en 1228, como dice
Tomás de Celano: "ahora aquel lugar ha sido consagrado
al Señor, se ha construido encima un altar en honor de
San Francisco y se le ha dedicado una iglesia" (1Cel.
87). En una capilla lateral, más moderna, se conserva un
retrato del siglo XIV, copia de otro más antiguo, que
representa a San Francisco con los estigmas y con un
pañuelo en actitud de limpiarse los ojos, afectados por
una grave infección que prácticamente lo dejó ciego al
final de su vida.
En la explanada de delante del santuario está la
nueva iglesia, del 1959, con algunas vidrieras modernas
y varias representaciones del Nacimiento de Cristo. En
los alrededores está la celda donde se retiraba San
Francisco.
"Si yo hablara con el emperador, le suplicaría
que, por amor de Dios y en atención a mis ruegos,
firmara un decreto ordenando che ningún hombre capture a
las hermanas alondras ni les haga daño alguno; que todas
las autoridades de las ciudades y los señores de los
castillos y en las villas obligaran a que, en la Navidad
del Señor de cada año, los hombres echen trigo y otras
semillas por los caminos fuera de las ciudades y
castillos, para que, en día de tanta solemnidad, todas
las aves y, particular- mente las hermanas alondras,
tengan qué comer; que, por respeto al Hijo de Dios, a
quien tal noche la dichosa Virgen María su Madre lo
reclinó en un pesebre entre el asno y el buey, estén
obligados todos a dar esa noche a nuestros hermanos
bueyes y asnos abundante pienso; y, por último, que en
este día de Navidad, todos los pobres sean saciados por
los ricos" (San Francisco, Leyenda de
Perusa, 14).
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